LO TRIBUTARIO (nº 988)

Ciencia de la Hacienda: 28) ganancias patrimoniales

Los signos externos. Aún deben vivir algunos de los contribuyentes del IGRPF que conocieron la invocación de los signos externos como indicio y justificación de rentas tributables que no habían sido declaradas. Antes de la reforma de 1978 la renta eran los rendimientos y los rendimientos, reales o presuntos, eran el fruto de un capital humano (trabajo) o material (mueble o inmueble) o de ambos (beneficio de actividad empresarial o profesional). Y, cuando se advertía que el nivel de vida parecía superior a las rentas conocidas obtenidas, se invocaban los signos externos (sobre todo, viajes y vehículos). En tiempos de la reforma ya se conocía el concepto sintético de renta: patrimonio final menos patrimonio inicial más el consumo. Y también se tenía claro que todo aumento patrimonial tiene que estar sujeto a un tributo ya fuera por sucesión mortis causa, por donación por rendimientos o por otro motivo fuera el que fuera. Y mirando el esquema de la dinámica patrimonial se vio con claridad que se producen entradas sin contrapartida, entradas y salidas con contrapartida y salidas sin contrapartida. Si en esas alteraciones de los elementos del patrimonio se atendía a los cambios en la valoración del mismo se llegaba con facilidad a la definición de lo que, al principio se llamó “incrementos y disminuciones de patrimonio” (todo cambio en la alteración del patrimonio que determina una variación de su valor). Sólo faltaba añadir un “precepto cierre”: incremento de patrimonio es toda alteración patrimonial que no es rendimiento. Luego han pasado a llamarse ganancias, o pérdidas, patrimoniales.

La tributación del “cuarto componente” determinó una regulación diferenciada del resto de las rentas: definición, supuestos de no sujeción por considerar que no hay alteración patrimonial (como la especificación de derechos en comunidades de bienes y sociedad de gananciales), supuestos de no sujeción por estimar que no existe ganancia ni pérdida (reducciones de capital, transmisiones lucrativas por causa de muerte o en la sucesión de empresas, compensaciones en la extinción del régimen de separación de bienes, aportación a patrimonios protegidos); supuestos de exención, supuestos que no se computan como pérdidas y supuestos excluidos de gravamen por reinversión (art. 38 LIRPF). Y también reglas generales para las transmisiones onerosas y para las transmisiones a título lucrativo. Y muchas reglas específicas de valoración (art. 37 LIRPF). Una regulación peculiar que se cerraba con la inclusión “del cierre del cierre”: las ganancias no justificadas (art. 30 LIRPF).

La regulación de la integración de este componente en la renta personal (arts. 44 a 50 LIRPF) llevó a situar en la renta del ahorro las ganancias y pérdidas patrimoniales que se ponen de manifiesto en la “transmisión” de elementos patrimoniales (las ganancias y pérdidas por otra causa se integran en la renta general y ésta comprende las rentas que no son renta del ahorro), con tributación diferenciada en la renta del ahorro (arts. 66 y 76 LIRPF). Casos llamativos: al principio, tributaba la “plusvalía del muerto” el mayor valor de los bienes al tiempo de la sucesión respecto del valor al tiempo de su adquisición (autoliquidación del fallecido); y, con obsesión fiscal, se consideró ganancia en el último período no prescrito el valor de los bienes y derechos en el extranjero no incluidos en la declaración especial (DAd 18ª LGT). Y la Ley 7/2012 tipificó como infracción muy grave ¡aplicar esos preceptos! (art. 39.2 LIRPF y arts.134.6 TRLIS) hasta que ha sido derogados.    

DE LO HUMANO A LO DIVINO

¡Ha resucitado! ¡Feliz Pascua de Resurrección! El cristiano se felicita porque Dios que nos creó por amor, a la vista de que todos le fallamos en el amor, decidió hacerse como nosotros naciendo de la Inmaculada Virgen María y, por amor, vivir entre nosotros como niño, como joven, como hombre, trabajando, con las alegrías y las penas de la vida ordinaria, y por amor hasta el extremo, sufrir la Pasión y la Muerte en la Cruz. El cristiano revive tanto amor de Dios y su fe, hace segura la esperanza porque por amor, Jesús ha resucitado. “Y sabed que yo estoy con vosotros tofos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20).

“Pues si los muertos no resucitan tampoco Cristo ha resucitado; pero si Cristo no ha resucitado vana es vuestra fe, todavía estáis en vuestros pecados. E incluso los que han muerto en Cristo perecieron. Y si tenemos puesta la esperanza en Cristo sólo para esta vida, somo los más miserables de todos los hombres. Ahora bien, Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primer fruto de los que mueren” (1 Co 15,16-20).

“Pasado el sábado, al alborear el día siguiente, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy de maña al día siguiente del sábado, llegaron al sepulcro cuando ya estaba saliendo el sol. Y se decían unas a otras: - Quien nos removerá la piedra de la entrada al sepulcro” (Mc 16,1-4). Y de pronto se produjo un gran terremoto porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo, se acercó, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago y su vestidura blanca como la nieva. Los guardias temblaron de miedo ante él y se quedaron como muertos” (cf. Mt 28,1-5).

“Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una vestidura blanca, y se quedaron muy asustadas. Él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús Nazareno el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron. Pero marchaos y decid a sus discípulos y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea: allí le veréis, como os dijo” (Mc 16,57).

“Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y una gran alegría, y corrieron al dar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: - No tengáis miedo; id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28,8-10)

“Entonces ellas se acordaron de sus palabras. Y al regresar del sepulcro anunciaron todo esto a los once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago; también las otras que estaban con ellas contaban estas cosas a los apóstoles. Y les pareció como un desvarío lo que contaban y no les creían” (Lc 24,8-11). Pero María Magdalena “echó a correr hasta donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo: - Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde los han puesto. Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos” (Jn 20,2-9).

LA HOJA SEMANAL
(del 1 al 6 de abril)

Lunes (1)

De la Octava de Pascua (Santa María Egipcíaca)
Palabras: “De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos (Mt 28,9)
Reflexión: Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies”
Propósito, durante el día: ¡Aleluya! ¡Ha resucitado! Está con nosotros

Martes (2)

De la Octava de Pascua (san Francisco de Paula, ermitaño y fundador)
Palabras: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo … (Jn 20,15)
Reflexión: … lo recogeré. Jesús le dijo: - ¡María!”
Propósito, durante el día: ¡Aleluya! ¡Ha resucitado! Está con nosotros

Miércoles (3)

De la Octava de Pascua (San Sixto I, papa)
Palabras: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída” (Lc 24,29)
Reflexión: ¿Eres tú el único forastero de Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí?
Propósito, durante el día: ¡Aleluya! ¡Ha resucitado! Está con nosotros

Jueves (4)

De la Octava de Pascua (san Francisco Marto, niño)
Palabras: “Se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: Paz a vosotros” (Lc 24,36)
Reflexión: No acababan de creer por la alegría y seguían atónitos
Propósito, durante el día: ¡Aleluya! ¡Ha resucitado! Está con nosotros

Viernes (5)

De la Octava de Pascua (San Vicente Ferrer, presbítero)
Palabras: “Aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: … (Jn 21,7)
Reflexión: …- Es el Señor”. Al oírlo, Simón Pedro se echó al agua
Propósito durante el día: ¡Aleluya! ¡Ha resucitado! Está con nosotros

Sábado (6)

De la Octava de Pascua (San Ireneo de Sirmia, obispo)
Palabras: “Por último se apareció Jesús a los Once cuando estaban a la mesa (Mc 16,14)
Reflexión: Y le dijo: - Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación
Propósito, durante el día: Reina del cielo, alégrate, aleluya, porque ha resucitado

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 31, domingo (de Pascua de Resurrección; se reza el “Regina” en vez del “Angelus”) rebosan alegría porque ¡Ha resucitado! Nuestra fe no es vana. “Dios lo resucitó al tercer día y nos hizo ver no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado” (Hech 10); “Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria” (Col 3); “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro: vio y creyó” (Jn 20)

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Recordemos, sin embargo, que la paciencia no es sólo una necesidad, sino “una llamada”: si Cristo es paciente, el cristiano está llamado a ser paciente. Y esto exige ir a contracorriente respecto a la mentalidad generalizada de hoy, en la que dominan la prisa y el "todo ahora"; en la que, en lugar de esperar a que las situaciones maduren, se fuerza a las personas, esperando que cambien al instante. No olvidemos que la prisa y la impaciencia son enemigas de la vida espiritual. ¿Por qué? Dios es amor, y quien ama no se cansa, no se irrita, no da “ultimátums”, sino que sabe esperar. Pensemos en la historia del Padre misericordioso, que espera a su hijo que se ha ido de casa: sufre con paciencia, impaciente solamente de abrazarlo apenas lo ve volver (cf. Lc 15, 21); o en la parábola del trigo y la cizaña, con el Señor que no tiene prisa en erradicar el mal antes de tiempo, para que nada se pierda (cf. Mt 13, 29-30). La paciencia nos lo salva todo” (Audiencia general, 27de marzo de 2021)

- “La compunción es el remedio, porque nos muestra la verdad de nosotros mismos, de modo que la profundidad de nuestro ser “pecadores” revela la realidad infinitamente más grande de nuestro ser “perdonados”, la alegría de ser perdonados. Por eso no nos debe extrañar la afirmación de Isaac de Nínive: “El que olvida la medida de sus propios pecados, olvida la medida de la gracia de Dios hacia él”. Es verdad, queridos hermanos y hermanas, cada uno de nuestros renacimientos interiores brotan siempre del encuentro entre nuestra miseria y la misericordia del Señor -se encuentran nuestra miseria y su misericordia-, cada renacimiento interior pasa a través de nuestra pobreza de espíritu, que permite que el Espíritu Santo nos enriquezca. Con esta luz se comprenden las fuertes afirmaciones de tantos maestros espirituales. Detengámonos otra vez en las afirmaciones paradójicas de san Isaac: “Aquel que conoce sus pecados […] es más grande de aquel que con la oración resucita muertos. Aquel que llora una hora sobre sí mismo es más grande que quien sirve el mundo entero con la contemplación […]. Aquel al que ha sido dado conocerse a sí mismo es más grande que aquel a quien le fue dado ver a los ángeles” (Misa Crismal, Jueves Santo, 28 de marzo de 2024)

(31.03.24)

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