LO TRIBUTARIO (nº 560)

Las fuentes del Derecho (14): ¿no indefensión?

Establece el artículo 24.1 CE: “Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión”. Se trata de un principio esencial del Estado de Derecho porque de nada vale tener derechos si no hay un poder que garantice su ejercicio, que remueva los obstáculos que lo impiden y que obligue a respetar las consecuencias de dicho ejercicio y de las resoluciones que lo protegen. Este derecho fundamental se complementa con lo que sigue: derecho al juez ordinario establecido por la ley, a ser asistido por letrado, a ser informados de la acusación, a un proceso público, sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no declararse culpables…

En una interpretación estricta el precepto constitucional se refiere a la tutela judicial, pero es indiscutible que esas mismas exigencias, “mutatis muntandi” (cambiado lo que haya que cambiar), son aplicables a los procedimientos administrativos y, desde luego, a los recursos y reclamaciones de esa naturaleza. En este sentido se debe entender las exigencias, entre otras muchas, de: 1) establecer un plazo de duración máxima de los procedimientos (caducidad: arts. 104, 127, 130, 133 y 139 LGT); 2) acabar los procedimientos con una resolución expresa (arts. 103.1, 225.2, 239.1 y 240 LGT), aunque se instrumente un mecanismo de garantía (silencio negativo: arts. 104.4 y 240.2 LGT) permitiendo recurrir si no se resuelve en plazo y sin que esto excuse de resolver expresamente; 3) considerar y resolver sobre todas las pretensiones y cuestiones planteadas (congruencia: arts. 103.1, 237.1 y 239.2 LGT); 4) fundamentar y motivar los actos administrativos (art. 103.3 LGT); 5) actuar con imparcialidad y separación del órgano de instrucción y el de resolución; 6) proceder según la competencia territorial, orgánica y funcional establecida; 7) proteger la santidad de la cosa juzgada y de la prescripción; 8) establecer la resolución definitiva como regla y la provisionalidad como excepción, contraria a la seguridad jurídica. Naturalmente, ninguna de estas exigencias permite actuar contra la ley, contra la razón o con arbitrariedad (art. 9 CE).

No se puede dejar de señalar algunas fisuras en el ordenamiento. Así, se puede comprobar que, elevada por la LGT/2003 la “actuación inspectora” (art. 140 LGT/1963) a la naturaleza de “procedimiento”, se establece que el exceso de duración más allá del plazo establecido por la ley, no determina la caducidad (art. 150 LGT). También es obligado: recordar que con la LGT/2003 se ha establecido la provisionalidad como regla y las resoluciones definitivas como excepción (art. 101.3 LGT); y repasar los preceptos que establecen que contra un acto no cabe recurso ni reclamación.

Como es habitual en un “Taller de tributación”, acogido todo lo anterior con entusiasmo de unos y escepticismo de otros participantes, no faltó el disidente que señalaba la necesidad de tener en cuenta también: las “diligencias argucia”, para interrumpir artificiosamente la prescripción; el intento de “limitar el momento para aportar pruebas”; el incumplimiento del “principio de integridad en la regularización” (incluyendo también lo que favorece al administrado); y, sobre todo, el “abandono interesado” que consiste, simplemente, en no tramitar un escrito o un recurso o en resolver sin atender a lo alegado como si no se hubiera producido. Cosas que pasan.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Sólo puede haber fraude si se utilizan los medios fraudulentos señalados en la ley; el fraude descubierto es prueba de que fue una “ensoñación”; podría no ser infracción.

El cristiano hace el camino hacia el cielo animado por la esperanza, por la confianza en que el amor de Dios se derrama desbordante sobre nosotros que queremos ser guiados por la fe que sabe que Dios es omnipotente, clemente, misericordioso. Del corazón del cristiano, en el camino llano y en las pendientes de la vida, surge el ruego apostólico: “Auméntanos la fe” (Lc 17,5); en tiempo de descanso y en tiempos de agotamiento, el cristiano vuelve una y otra vez a la reflexión: “La fe es el fundamento de las cosas que se esperan, prueba de las que no se ven” (Heb 11,1); y en las caídas, en los pasos por la dirección equivocada, cuando se oculta el cielo, el sol y las estrellas, el cristiano sabe que debe volver a la casa del Padre: “Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para que alcancemos misericordia y encontremos la gracia que nos ayude en el momento oportuno” (Heb 4,16). Fe, esperanza, caridad, son guía para el camino: “Ahora permanecen la fe, la esperanza, la caridad: tres virtudes. Pero de ellas la más grande es la caridad” (1 Co 13,13)

Al cristiano no se le van del pensamiento las palabras de Jesús: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga” (Mt 16,24). Y también: “Venid a mí todos los fatigados y agobiados y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es suave y mi carga es ligera” (Mt 11,28-30). Y la promesa de la mejor inversión: “En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, hermanos o hermanas, madre o padre, o hijos o campos por mí y el Evangelio, que no reciba en este mundo cien veces más en casas, hermanas y hermanos, madres, hijos y campos, con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna. Porque muchos primeros serán los últimos y muchos últimos serán primeros” (Mc 10,29-31). El punto de partida: arrinconar “el yo”, abandonarse en Cristo, confiar.

Así se entiende sin dificultad ese plan de vida: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada por ello; y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y con los malos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará; echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante, porque con la misma medida con que midáis se os medirá” (Lc 6,35-38). Seguir los pasos de Cristo y ¡llegar!

Perseverar en Cristo: “Ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8,38-39). Como escribía Teresa de Jesús: “Ahora, volviendo a los que quieren ir hacia Él y no parar hasta el fin - que es llegar a beber de esta agua de vida -, el modo en que han de comenzar digo que importa mucho y el todo una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabajase lo que se trabajare, murmure quien murmurare, aunque llegue allá, aunque se muera en el camino, aunque no tenga devoción para los trabajos que hay en él, aunque no hunda el mundo” (Camino de Perfección, 21)

LA HOJA SEMANAL
(4 a 9 de noviembre)

Lunes (4)

San Carlos Borromeo, obispo (31ª TO)
Palabras: “Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos… (Lc 14,13)
Reflexión: … te pagarán cuando resuciten los justos”
Propósito, durante el día: Dispón de mí, Señor. Hazme disponible para todos

Martes (5)

Santa Ángela de la Cruz, virgen (31ª TO)
Palabras: “Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren…” (Lc 14,23)
Reflexión: Los invitados al banquete se excusan; se llama a pobres, lisiados, ciegos…
Propósito, durante el día: Insiste conmigo Señor, empújame hasta que llegue al cielo

Miércoles (6)

San Pedro Poveda, presbítero y mártir (31ª TO)
Palabras: “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío” (Lc 14,27)
Reflexión: No puede ser discípulo quien no se posponga a sí mismo, al “yo”
Propósito, durante el día: Ayúdame, Señor, a llevar mi cruz y a arrinconar a mi “yo”

Jueves (7)

San Baldo, de Tours, obispo (31ª TO)
Palabras: “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta (Lc 15,7)
Reflexión: … que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”
Propósito, durante el día: Dame, Señor, fuerzas para mi conversión y alegraré el cielo

Viernes (8)

San Claro, presbítero (31ª TO)
Palabras: “Los hijos del mundo son más astutos con su gente… (Lc16,8)
Reflexión: … que los hijos de la luz”. La astucia del administrador injusto.
Propósito, durante el día: Ayúdame, Señor, a ordenar hacia Ti mis trabajos diarios

Sábado (9)

Dedicación de la Basílica de Letrán (Nª Sª de la Almudena, patrona de Madrid, España)
Palabras: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré” (Jn 2,19)
Reflexión: Hablaba del templo de su cuerpo. Cunado resucitó de entre los muertos
Propósito, durante el día: Madre mía, mientras mi vida alentare todo mi amor para ti

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 3, domingo (31º TO; ciclo C) llenan de esperanza: “Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida” (Sb 11); “Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe” (2 Ts 1); “Jesús al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: - Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa” (Lc 19). El Dios que perdona, amigo de la vida, que se aloja en nuestra alma. Nos llama.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “En el Sínodo nos hemos hecho esta pregunta, deseosos de abrir nuevos caminos para el anuncio del Evangelio. Sólo se proclama lo que se vive. Y para vivir de Jesús, para vivir del Evangelio, uno debe salir de sí mismo. Nos sentimos impulsados a salir al mar, a dejar las cómodas orillas de nuestros puertos seguros para adentrarnos en aguas profundas: no en las aguas pantanosas de las ideologías, sino en el mar abierto en el que el Espíritu nos invita a echar nuestras redes.” (Angelus, día 27 de octubre de 2019)

- “En el corazón de la noche de este carcelero anónimo, la luz de Cristo brilla y vence a las tinieblas: las cadenas del corazón caen y brota en él y en sus familiares una alegría nunca antes experimentada. Así es como el Espíritu Santo hace la misión: desde el principio, desde Pentecostés en adelante, Él es el protagonista de la misión. Y nos lleva hacia adelante, debemos ser fieles a la vocación que el Espíritu nos mueve a hacer. Para llevar el Evangelio.

Pidamos también nosotros hoy al Espíritu Santo un corazón abierto, sensible a Dios y hospitalario con nuestros hermanos y hermanas, como el de Lidia, y una fe audaz, como la de Pablo y Silas, y también una apertura del corazón, como la del carcelero que se deja tocar por el Espíritu Santo.” (Audiencia general, día 30 de octubre de 2019)

(3.11.19)

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