LO TRIBUTARIO (nº 558)
Las fuentes del derecho (13): ¿presunción de inocencia?
Dice el artículo 24.2 de la Constitución: “Todos tienen derecho… a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia”. En el apartado 1 de ese precepto el texto constitucional establece que en ningún momento se pueda producir indefensión. La interpretación habitual reconduce ese derecho a los ilícitos penales, pero esa regulación debe tener un reflejo en la administrativa. Así, en la Ley 40/2015 se regulan los principios de la potestad sancionadora (arts. 25 a 31), en parte coincidentes con los regulados en la LGT (arts. 178, 179 y 180), y en la Ley 39/2015 se regulan las especialidades del procedimiento sancionador (arts. 63 y 64 LPAC). Pero esas regulaciones administrativas no garantizan la protección de los derechos constitucionales. Así, después de una primera acción, animada por la jurisprudencia del TJCE, que protegía el derecho a no declarar contra uno mismo, se produjo la reacción que eludía esa doctrina señalando que hay que cumplir con las obligaciones formales: aportar la contabilidad y sus justificantes, los registros tributarios y las facturas recibidas y copia de las emitidas, atender a los requerimientos.
Más aparatosa fue la evolución en cuanto se refiere al delito contra la Hacienda. La LGT/1963 y al principio de la vigencia de la LGT/2003, se establecía que, en cuanto la Administración apreciara indicios de delito, se abstendría de continuar el procedimiento y pasaría la denuncia al Ministerio Fiscal, para evitar la autoinculpación del administrado. La Ley 34/2015, la misma que dinamitó la santidad de la cosa prescrita en cuanto a los hechos producidos en períodos prescritos y su calificación (arts. 66 bis y 115 LGT), reguló que, aún después de denunciado un delito la Administración continuará sus actuaciones estando obligado el administrado a autoinculparse y pudiendo determinarse la deuda tributaria incluso antes de que el juez decida el archivo, el sobreseimiento, la absolución o la cuantificación del fraude. Y, luego, ya se verá.
Se abrían los ojos de los participantes en un “Taller de Tributación” cuando el experimentado maestro les recordaba que no hay infracción si no hay antijuridicidad (la lesión de un bien jurídico protegido); que la tipificación de la infracción no es sólo el supuesto de hecho que señala la ley (elemento objetivo), sino también la intencionalidad (elemento subjetivo); que no hay ilícito punible si no se prueba la voluntad de incumplir, ya sea por la cupa (lata, leve o levísima, por negligencia si se incumplen as obligaciones formales establecidas) o por dolo (maquinación para impedir o dificultar que se descubra el incumplimiento); y que no hay punibilidad si hay causa excluyente de responsabilidad (fuerza mayor, interpretación razonable, buena fe). Y, como siempre, se oyó la voz del inconforme: ¿por qué la Administración confunde resultado de la regularización o firmar en conformidad con culpa probada? contra la prohibición en Derecho de la culpa objetiva; ¿por qué hay resoluciones que se refieren a la culpa ínsita que no obliga a probarla? contra las circunstancias subjetivas de la acción; ¿por qué hay doctrina que ha eliminado el principio de proporcionalidad de la pena que es un principio esencial del Estado de Derecho? En situaciones así la respuesta debe ser como la del filósofo al torero: “Degenerando, degenerando se llega a ser lo que soy”.
DE LO HUMANO A LO DIVINO
En el pasado desfile en la fiesta patriótica de la Hispanidad participaron junto a los ejércitos y fuerzas de seguridad, elementos de la Agencia Tributaria. Interesante.
El cristiano sabe que seguir a Cristo es hacer un camino hacia el cielo unas veces peligroso, otras monótono, otras en fin que elevan el ánimo. El cristiano sabe que cristianismo es amar y también alegría. Alegría en el corazón por mal que se esté pasando, porque el cristiano siente que Dios es su Padre que le llama y le espera. “Quiero que estés siempre contento, porque la alegría es parte integrante de tu camino. -Pide esa misma alegría sobrenatural para todos” (san Josemaría, “Camino”, 665)
Con alegría llegó Dios a vivir entre nosotros. Así lo expresa la Virgen en el “Magnificat”: “Proclama mi alma las grandezas del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc 1,46). Y así lo anunció el ángel a los pastores: “Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo” (Lc 2,10). Y para asegurarnos nuestra alegría vino Dios al mundo, y Jesús, el Hijo, nos redimió en la Cruz, resucitó y se quedó con nosotros hasta el fin del mundo (v Mt 28,20): “En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y en cambio el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría… Así pues, también vosotros ahora os entristecéis, pero os volveré a ver y se os alegrará el corazón y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si le pedís al Padre algo en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre, pedir y recibiréis, para que vuestra alegría se completa” (Jn 16, 20. 22-24). La alegría fue también un fruto de la venida de Dios al mundo en el Hijo: “He guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a Ti y digo estas cosas en el mundo, para que tengan mi alegría completa en sí mismos” (Jn 17, 12-13)
De alegría habló Jesús en las parábolas de la misericordia: “Alegraos conmigo”, dice el pastor que encuentra la oveja perdida y la mujer que halla la dracma; y Jesús repite: “Habrá en el cielo más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueva justos que no tienen necesidad de conversión” (Lc 15,7) y “Hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepienta” (Lc 15,10). Y Jesús llenó de alegría a los que escucharon su llamada: “Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo: - Zaqueo baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa. Bajó rápido y lo recibió con alegría” (Lc 19,5-6). Los testimonios de la alegría en la resurrección son en sí mismos causa de alegría: “… Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y una gran alegría y corrieron a dar la noticia a los discípulos (Mt 28,8). “Y dicho esto les mostró las manos y los pies. Como no acababan de creer por la alegría y estaban llenos de admiración…” (Lc 24,40-41). Y, en la ascensión a los cielos: “Y ellos le adoraron y regresaron a Jerusalén con gran alegría” (Lc 24, 52-53).
“Alegraos siempre en el Señor, os lo repito, alegraos. Que vuestra comprensión sea patente a todos los hombres. El Señor está cerca. No os preocupéis por nada, al contrario, en toda oración y súplica, presentad a Dios vuestras peticiones con acción de gracias” (Flp 4, 4-6). “Un santo triste es un triste santo”, dice la sabiduría popular. Y hay remedio: “¿Está triste alguno de vosotros? Que rece” (St 5,13)
LA HOJA SEMANAL
(del 28 de octubre al 2 de noviembre)
Lunes (28)
San Simón el cananeo y san Judas Tadeo, apóstoles
Palabras: “Y pasó la noche orando a Dios” (Lc 6,12)
Reflexión: Cuando se hizo llamó a los discípulos y escogió a doce
Propósito, durante el día: Ayúdame, Señor, a pedirte consejo en todo
Martes (29)
San Feliciano (30ª TO)
Palabras: “¿A qué se parece el Reino de Dios?” (Lc 13,18)
Reflexión: Se parece a un grano de mostaza… Se parece a la levadura…
Propósito, durante el día: Ayúdame, Señor, a encontrar el Reino en lo pequeño
Miércoles (30)
San Marciano de Siracusa, obispo (30ª TO)
Palabras: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,24)
Reflexión: “Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”
Propósito, durante el día: Ayúdame, Señor, a pasar por la puerta estrecha
Jueves (31)
San Alonso Rodríguez S.I., religioso (30ª TO)
Palabras: “¡Cuántas veces he querido reunir a mis hijos… (Lc 13,34)
Reflexión: … como la clueca reúne a sus polluelos bajo las alas!”
Propósito, durante el día: Ayúdame, Señor, a unir, a apaciguar, a callar
Viernes (1)
Todos los Santos
Palabras: “Estas alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande” (Mt 5,12)
Reflexión: Dichosos los pobres en el espíritu… los que lloran… los que sufren…
Propósito, durante el día: Ayúdame, Señor, a vivir en la Comunión de los Santos
Sábado (2)
Conmemoración de todos los fieles difuntos
Palabras: “Volveré y os llevaré conmigo…” (Jn 14,3)
Reflexión: … para que donde estoy yo, estéis también vosotros”
Propósito, durante el día: Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía
(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)
Las lecturas del día 27, domingo (30º TO; ciclo C) nos llenan de esperanza en el momento final de esta vida: “El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial” (Si 35); “El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo” (2 Tm 4); “Porque todo el que se enaltece, será humillado, y el que se humilla, será enaltecido” (Lc 18). El Señor misericordioso. ¡Dios es mi Padre! Si Dios está con nosotros, ¿quién nos acusará? ¿Cristo que murió por nosotros? Y su Madre es mi madre.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “Para vivir plenamente la misión hay una condición indispensable: “la oración”, una oración ferviente e incesante, según la enseñanza de Jesús que se proclama también en el Evangelio de hoy, en el que cuenta una parábola sobre el hecho de que es “preciso orar siempre sin desfallecer” (Lucas 18, 1). La oración es el primer sustento del pueblo de Dios a los misioneros, pues ésta es rica en afecto y gratitud por su difícil tarea de anunciar y dar la luz y la gracia del Evangelio a los que aún no lo han recibido. Hoy es una buena ocasión para preguntarnos: ¿rezo por los misioneros? ¿Rezo por aquellos que van lejos para llevar la Palabra de Dios con su testimonio? Pensemos en ello.
Que María, Madre de todos los pueblos, acompañe y proteja cada día a los misioneros del Evangelio.” (Angelus, día 20 de octubre de 2019, Domund)
- “La asamblea de Jerusalén arroja una luz significativa sobre cómo tratar las diferencias y buscar la “verdad en la caridad” (Ef 4,15). Nos recuerda que el método eclesial de resolución de conflictos se basa en el diálogo, constituido por la escucha atenta y paciente y el discernimiento efectuado a la luz del Espíritu. En efecto, es el Espíritu el que ayuda a superar los cierres y las tensiones y actúa en los corazones para que alcancen la verdad y la bondad, para que lleguen a la unidad. Este texto nos ayuda a comprender la sinodalidad. Es interesante, como escriben la Carta: los Apóstoles empiezan diciendo: “El Espíritu Santo y nosotros “pensamos” que...”. Es propio de la sinodalidad, de la presencia del Espíritu Santo, de lo contrario no es sinodalidad, es parlatorio, parlamento, otra cosa.
Pidamos al Señor que fortalezca en todos los cristianos, especialmente en los obispos y sacerdotes, el deseo y la responsabilidad de la comunión. Que nos ayude a vivir el diálogo, la escucha y el encuentro con nuestros hermanos y hermanas en la fe y con los que están lejos, para gustar y manifestar la fecundidad de la Iglesia, llamada a ser en todos los tiempos “madre jubilosa” de muchos hijos (cf. Sal 113, 9).” (Audiencia general, el día 23 de octubre de 2019)
(27.10.19)
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