LO TRIBUTARIO (nº 377)

La imposición indirecta (6): estructura del IVA

El IVA es un impuesto indirecto porque debe recaer sobre quienes gastan su renta para adquirir bienes y servicios para su consumo y “gastar la renta” es una manifestación “indirecta” de “la renta que se gana” que, con “el patrimonio que se tiene” son las manifestaciones directas de la “capacidad económica para contribuir” que es el principio que debe ordenar (art. 31 CE) un sistema tributario justo. Se dice que el IVA “recae” sobre quien adquiere para el consumo, porque, aunque “se exige” (percute) en cada operación realizada por empresarios o profesionales, no “incide” en éstos que, por una parte, repercuten a los adquirentes el “IVA devengado” en cada operación y, por otra parte, pueden deducir el “IVA soportado” en sus adquisiciones a otros empresarios o profesionales o que han debido satisfacer en las importaciones y en adquisiciones intracomunitarias. Esa es la neutralidad del impuesto que teóricamente no afecta a los empresarios y profesionales que repercuten a los adquirentes y deducen lo soportado. También teóricamente, sólo los consumidores finales soportan repercusiones y no pueden deducir las cuotas soportadas. Por eso el IVA incide en el consumidor final.

Pero las adquisiciones de bienes y servicios no sólo se producen con empresarios y profesionales o entre ellos, también se producen transmisiones y servicios retribuidos entre quienes no actúan como empresarios o profesionales. Para que el sistema grave toda manifestación indirecta de capacidad para contribuir, junto al IVA se establece otro impuesto (ITP y AJD) que se exige por “empleos de renta” en actos y operaciones entre “particulares”. Esa es una línea fronteriza de los ámbitos de aplicación de esos impuestos (art. 4.4 LIVA), aunque no falta una excepción: en las entregas y arrendamientos de inmuebles y en la constitución y transmisión de derechos reales de goce o disfrute sobre ellos, cuando hay sujeción y exención en el IVA, hay sujeción y gravamen en ITP, salvo que se renuncie a la exención (art. 20.Dos LIVA).

Con esa delimitación se puede señalar un ámbito objetivo del IVA que sujeta operaciones interiores (“entregas” y “servicios” de empresarios y profesionales que transmiten bienes o derechos o prestan servicios) y exteriores (“importaciones” de bienes, que tributan en las aduanas, y “adquisiciones intracomunitarias” de bienes que se transportan de un Estado a otro de la UE que, sin aduanas, no son importaciones; las exportaciones, fuera de la UE y las entregas intracomunitarias con transporte dentro de la UE, están exentas con derecho a devolución del IVA soportado). Se debe advertir que esta exposición previa, para conocer como funciona el IVA, exige importantes precisiones cuando se trata de aplicar la ley del impuesto en cada caso.

Ese ámbito objetivo se debe referir a cada sujeto pasivo (empresario o profesional en el ejercicio de su actividad) considerado como “centro de imputación”. Así, se mejora los ejemplos elementales de funcionamiento con una sola operación. Situado el círculo del sujeto pasivo (empresario o profesional) se pueden dibujar flechas sobre él que representan las adquisiciones e importaciones no sólo de lo que luego se entrega, sino también de todos los bienes (instalaciones, suministros…) y servicios (asesoramiento, comisiones, publicidad, transportes, seguros…) necesarios para el desarrollo de su actividad; y flechas que salen del círculo que son las operaciones sujetas al IVA. Perfeccionando: las flechas pueden ser discontinuas si hay exención.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Hay lugares comunes, de general conocimiento: si quieres ganar en la discusión, invéntate una estadística; si quieres alargar una decisión, crea una comisión para estudiarla y debatir. Se ha publicado una estadística en la que, en relación con otros Estados que lo aplican, España ocupa el séptimo lugar en la menor recaudación teórica por el IVA. Y otra estadística señala que la presión fiscal ha descendido en el año analizado. Pero el crecimiento económico sigue sin parar y parece que funciona el “statu quo”, el concierto social, que permite descubrir cada año más fraude fiscal que el anterior y menos que el año siguiente.

El Adviento es tiempo de esperanza activa, de preparación a la Navidad porque “amor con amor se paga” y con amor debemos recibir a Dios, que es Amor, y que, por amor a nosotros, se encarna como Niño y nace de una Virgen en Belén. Esa esperanza activa hace del Adviento un tiempo fuerte de oración más frecuente, más intensa, un tiempo de conversión, de purificación, de rectificación de fallos, de errores, de olvidos, para así poder presentar nuestra alma como obsequio y como morada al recién nacido y a su Madre, que es Madre nuestra. José nos acogerá y nos presentará con cariño de padre.

Pero en el Adviento también hay un tiempo especial dedicado a la alegría. Si en el rigor de la Cuaresma se celebra el domingo “Laetare”, el tercer domingo de Adviento es el domingo “Gaudete” en el que se canta la antífona de entrada: “Gaudete in Domino semper: iterum dico, gaudete. Dominus enim prope est” (“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca”, vid. Flp 4,4-5).

¡Siempre alegres! “Siempre alegres” quiere decir en cualquier circunstancia, incluso en el dolor, en la enfermedad, en las preocupaciones y disgustos, en la incomprensión, en la soledad, en el abandono. Y también debemos estar alegres en la vida de cada día, en la pequeñez de las cosas cotidianas. “Os lo repito: ¡estad alegres!”. No se trata de no sentir, de no padecer, de vivir en la apatía o en la indiferencia. Se trata de encontrar el sentido de lo que ocurre, de ser conscientes de que todo pasa en esta “mala noche en una mala posada” que decía santa Teresa de Jesús (“Camino de Perfección” 40,9). También: “Todo es nada y menos que nada lo que se pasa y no contenta a Dios” (“Vida”, 20). Y también: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa. Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta”.

El cristiano confía porque Dios sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos: “Porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis (Mt 6,8). El cristiano sabe que Dios nos quiere más que nadie. El cristiano sabe que “para los que aman a Dios todo es para el bien (Rm 8,28). Como escribía Juliana de Norwich: “Tú misma verás que todas las cosas serán para bien” (“Revelatio” 13,32)

Decía santo Tomás Moro poco antes de su martirio, consolando a su hija: “Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor” (v. CIC nº 313). Y, para cuando pensemos que Dios nos ha abandonado, leemos en Isaías: “¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues, aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré! (Is 49,15). Vivamos gozosos con las palabras de Jesús: “Os volveré a ver y se os alegrará el corazón, y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16,22)

LA HOJA SEMANAL
(18 al 23 de diciembre)

Lunes (18)

La Expectación del Parto (Nª Sª de la O, Virgen de la Esperanza; Feria de Adviento)
Palabras: “Resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18)
Reflexión: José hizo lo que le mandó el ángel y se llevó a casa a su mujer
Propósito, durante el día: Sagrada Familia. Vivir en su amor

Martes (19)

San Urbano V, papa (Feria de Adviento)
Palabras: “Los dos eran justos ante Dios” (Lc 1,6)
Reflexión: Zacarías e Isabel ancianos. Nacimiento de Juan el Bautista
Propósito, durante el día: Sagrada Familia. Amabilidad. Familia y amigos

Miércoles (20)

Santo Domingo de Silos, abad (Feria de Adviento)
Palabras: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,28)
Reflexión: “Hágase en mí según tu palabra”
Propósito, durante el día: Sagrada Familia. Amar, hacer, la voluntad de Dios

Jueves (21)

San Pedro Canisio, presbítero y doctor de la Iglesia (Feria de Adviento)
Palabras: “¡Bendita eres entre las mujeres!” (Lc 1,42)
Reflexión: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Propósito, durante el día: Sagrada Familia. Ayudar. Comprender. Consolar

Viernes (22)

San Floro, mártir (Feria de Adviento)
Palabras: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1, 47)
Reflexión: María se quedó con Isabel unos tres meses
Propósito, durante el día: Sagrada Familia. Frecuente acción de gracias

Sábado (23)

San Juan de Kety, presbítero (Feria de Adviento)
Palabras: “A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo” (Lc 1,57)
Reflexión: El Señor le había hecho una gran misericordia
Propósito, durante el día: Jesús, José y María. Rezar por los matrimonios y por los hijos

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 17, domingo (3º Adviento, “Gaudete”; ciclo B) nos ayudan a vivir con alegría la espera de la Navidad: “Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios” (Is 61); “Estad siempre alegres. Sed constantes en el orar. Dad gracias en toda ocasión” (1Tes 5); “Allanad el camino del Señor” (Jn 1). Todos, hombres, mujeres, niños, jóvenes, maduros, ancianos, debemos sentirnos madre y padre que esperan el hijo deseado. Hay que prepararlo ¡todo! Hay que pedir ayuda a Dios, a la Madre, a José.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Un vacío en nuestra vida puede ser el hecho de que no rezamos o rezamos poco. El Adviento es entonces el momento favorable para rezar con más intensidad, para reservar a la vida espiritual el puesto importante que le corresponde. Otro vacío podría ser la falta de caridad hacia el prójimo, sobre todo, hacia las personas más necesitadas de ayuda no solo material, sino también espiritual. Estamos llamados a prestar más atención a las necesidades de los otros, más cercanos. Como Juan Bautista, de este modo podemos abrir caminos de esperanza en el desierto de los corazones áridos de tantas personas. “Y todo monte y cerro sea rebajado” (v. 4), exhorta aún Isaías. Los montes y los cerros que deben ser rebajados son el orgullo, la soberbia, la prepotencia. Donde hay orgullo, donde hay prepotencia, donde hay soberbia no puede entrar el Señor porque ese corazón está lleno de orgullo, de prepotencia, de soberbia. Por esto, debemos rebajar este orgullo. Debemos asumir actitudes de mansedumbre y de humildad, sin gritar, escuchar, hablar con mansedumbre y así preparar la venida de nuestro Salvador, Él que es manso y humilde de corazón (cf. Mateo 11, 29). […] Estas acciones, sin embargo, se cumplen con alegría, porque están encaminadas a la preparación de la llegada de Jesús. Cuando esperamos en casa la visita de una persona querida, preparamos todo con cuidado y felicidad. Del mismo modo queremos prepararnos para la venida del Señor: esperarlo cada día con diligencia, para ser colmados de su gracia cuando venga.” (Angelus, día 10 de diciembre de 2017)

- “Sin Cristo estamos condenados a estar dominados por el cansancio de lo cotidiano, con sus preocupaciones y por el miedo al mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza para vivir el hoy con confianza y coraje y para ir adelante con esperanza. Por eso, nosotros cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo en la celebración eucarística. La comunión eucarística con Jesús, Resucitado y Vivo para siempre, anticipa el domingo sin atardecer, cuando ya no haya fatiga ni dolor, ni luto, ni lágrimas sino solo la alegría de vivir plenamente y para siempre con el Señor. También de este bendito reposo nos habla la misa del domingo, enseñándonos, en el fluir de la semana, a confiarnos a las manos del Padre que está en los cielos.

¿Qué podemos responder a quien dice que no hay que ir a misa, ni siquiera el domingo, porque lo importante es vivir bien y amar al prójimo? Es cierto que la calidad de la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como dijo Jesús: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13, 35); pero ¿cómo podemos practicar el Evangelio sin sacar la energía necesaria para hacerlo, un domingo después de otro, en la fuente inagotable de la eucaristía? No vamos a misa para dar algo a Dios, sino para recibir de Él aquello de lo que realmente tenemos necesidad. […] En conclusión, ¿por qué ir a misa el domingo? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a preservar su valor, pero solo no es suficiente. Nosotros cristianos tenemos necesidad de participar en la misa dominical porque solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica su mandamiento y así ser sus testigos creíbles.” (Audiencia general, día 13 de diciembre de 2017)

(17.12.17)

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