LO TRIBUTARIO (nº 303)

Comprender el IRPF (9): la progresividad

Explicar la progresividad de un impuesto es una excursión por la Ciencia de la Hacienda, que para los “institucionalistas” es la Filosofía del Derecho Fiscal, y también la Economía. Aunque sea a nivel elemental, la excursión puede estar justificada. A partir de la ley de utilidades marginales decrecientes se puede señalar como experiencia que, en el empleo de medios para la satisfacción de necesidades, cada una de las unidades sucesivas tienen una utilidad menor que la anterior (el muy sediento da la máxima utilidad al primer vaso de agua, menos al segundo, menos al tercero y así hasta la utilidad negativa que se manifiesta en la náusea, la enfermedad y la muerte). Aunque no valdría para el avaro, en general se puede admitir que la primera renta que se gana se empela primero en la satisfacción de necesidades esenciales sobrevivencia, las posteriores se emplean en consumos necesarios, en consumos útiles, en consumos no inevitables, en consumos prescindibles, en caprichos… y en un determinado punto, satisfechas las necesidades y apetencias de consumo, se decide destinar la nueva renta ganada al ahorro, sin necesidad de entrar aquí en diferencias como las que hay entre ahorro productivo y atesoramiento.

Identifíquese cada unidad de renta con una moneda imaginaria que tiene marcado un valor monetario, igual para todas, y un valor de utilidad (marginal), diferente cada una según una teórica ordenación por el tiempo en que se ganaron. Si un impuesto (de capitación, por cabeza) exige que todos los contribuyentes paguen la misma cantidad es evidente que, según la renta diversa ganada por cada contribuyente, las mismas unidades monetarias entregadas por todos supondrán una “desutilidad” diferente para cada uno (la última moneda ganada por el que gana más con la que paga su impuesto, tiene menos utilidad que la del que gana menos aunque tenga igual valor monetario). Lo mismo ocurre, si el impuesto se exige aplicando un tipo fijo de gravamen (impuesto proporcional) a la renta ganada (con un 10% quien gana 100 tributa 10 y quien gana 200 paga 20), porque, pagado el tributo con “las monedas de menor utilidad”, la utilidad perdida (“desutilidad”, “sacrificio”, en términos de Einaudi) es mucho menor para el que gana más.

Es suficiente establecer una reducción para convertir el impuesto proporcional en progresivo (en el ejemplo, con un tipo fijo del 10% y una reducción de 10, hace que el que gana 100 tribute 9, con un “tipo efectivo” de 9%, y que el que gana 200, tribute 19, tipo efectivo: 9,5%. Pero la forma habitual de establecer la progresividad es aplicando una escala de tipos crecientes. A veces, se simplifica su aplicación, como en el IRPF que señala la cuota corresponde a cada tramo y el tipo marginal aplicar al resto de la base liquidable hasta alcanzar el tramo siguiente. Otras veces, se complica y desvirtúa la progresividad. Así, en el IRPF, se aplican tarifas diferentes para la renta general y para la renta del ahorro y hay un tramo autonómico (art. 74) que puede tener otros tipos.

Se pueden producir errores (en tarifas simplificadas, el “error de salto”), que la propia ley procura corregir, y graves deficiencias técnicas, como el gravamen complementario sobre la cuota íntegra estatal (DA 35ª.1 LIRPF, ratificada por Ley 2/2012) que es como un “anatocismo fiscal”, y que no se corrigen por desaprecio de “lo que debe ser”.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

La personalidad de la noticia ocultó la referencia al delito contra la Hacienda; pero sigue la inquietud sobre si es renta tributable la procedente de un ilícito. Y, a falta de otra cosa, renace la polémica sobre el Impuesto de Sucesiones; pocos señalan que el problema está en los valores que fijan las autoridades autonómicas, muchos piden suprimir el impuesto, nadie dice que, así, se tributaría por el IRPF.

El cristiano camina hacia el cielo entre una muchedumbre de personas aparentemente diferentes, pero que son todas hijos de Dios, amados de Dios, llamados a ser santos, aunque unos caminan pensando en el Padre que les espera con los brazos abiertos, otros dudando o negando que haya algo al final, que alguien espere y tenga preparada una buena residencia; muchos caminan dejándose llevar, sin pensar en el por qué ni el para qué, consumiendo el tiempo, o preocupados por sí mismos, por su cansancio, por su comodidad, por las contrariedades. Todos con esfuerzo, tropezando, con alguna caída. El cristiano sabe que Jesús camina con él, y la Madre, y se anima con todos los santos.

Cuando Jesús expuso la parábola de los viñadores homicidas que mataron al hijo amado del dueño de la viña, “querían prenderlo, pero tuvieron miedo de la multitud: comprendieron que había dicho la parábola por ellos” (Mc 12,12). Y es que “una inmensa muchedumbre le escuchaba con gusto” (Mc 12,37). De encuentro de muchedumbres nos habla el pasaje evangélico de la resurrección del hijo de la viuda de Naín: “Después, marcho a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Al acercarse a la puerta de la ciudad, resultó que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre, que era viuda. Y la acompañaba una gran muchedumbre de la ciudad” (Lc 7,11-12).

No pidió nada aquella desconsolada madre. Jesús la vio y se compadeció de ella. Y le dijo: - No llores. “Se acercó, tocó el féretro.
Los que lo llevaban se detuvieron. Jesús dijo: - Muchacho a ti te digo, levántate. Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar. Y se lo entregó a su madre” (Lc 7,14-15). Esa es la historia real que nos debería conmover trasladando lo entonces ocurrido a nuestra vida diaria. A nuestra enfermedad, a nuestros dolores, a nuestras penas, a nuestras preocupaciones, a lo que nos sale mal, a las contrariedades, a los agravios. Y a cuando nos sentimos en soledad.

Lo ocurrido con la viuda de Naín, “se divulgó por toda Judea y por todas las regiones vecinas”. Y ha llegado hasta nuestros días. Dios está con nosotros. Jesús quiere que le pidamos ayuda y consuelo, y, aunque no tengamos fuerzas ni para eso, Él está junto a nosotros. En medio de muchedumbres que caminan, de muchedumbres que se encuentran, en lo habitual en lo ordinario y en lo extraordinario de nuestra vida, siempre es buena ocasión para pensar: Dios está aquí, me ve, me oye. Y para decirle: Creo, pero aumenta mi fe. Mantén mi esperanza para que vea y obre en todo con sentido sobrenatural. Lléname de tu amor y dame de tu generosidad sin límite para que yo te ame y también ame a todos como Tú me amas.

De muchedumbre se nos habla en la resurrección de la hija de Jairo, de una multitud que apretujaba a Jesús en la curación de la hemorroísa, de una muchedumbre de unos cinco mil hombres en la multiplicación de los panes y de una gran muchedumbre en la curación del muchacho lunático (Lc 8, 40.42; 9,12.37). Buen Jesús, enséñame a amar.

LA HOJA SEMANAL
(del 27 de febrero al 4 de marzo)

Lunes (27)

San Gabriel de la Dolorosa, confesor (8ª TO)
Palabras: “¡Qué difícil les es entrar en el reino de Dios…” (Mc 10,23)
Reflexión: … a los que ponen su confianza en el dinero!”
Propósito, durante el día: Desprendimiento: mis cosas, mi dinero, mi tiempo

Martes (28)

San Román, abad (8ª TO)
Palabras: “Quien deje casa, o hermanos o hermanas… por mí… (Mc 10,29-30)
Reflexión: recibirá ahora… cien veces más… con persecuciones y… la vida eterna
Propósito, durante el día: Abandono en la voluntad de Dios. Todo es para bien

Miércoles (1)

De Ceniza (Cuaresma; ayuno y abstinencia)
Palabras: “Tu padre que ve en lo escondido, te recompensará” (Mt 6,18)
Reflexión: Preparación del alma a la Semana Santa
Propósito, durante el día: Oración, limosna y sacrificio

Jueves (2)

San Pedro de Zúñiga, obispo (Cuaresma)
Palabras: “El que quiera seguirme, que se niegue a si mismo, …” (Lc 9,23)
Reflexión: … cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”
Propósito, durante el día: Oración, limosna y sacrificio

Viernes (3)

El Cristo de Medinaceli (Cuaresma; san Celedonio)
Palabras: “Un día llegará en que se lleven al novio…” (Mt 9,15)
Reflexión: … y entonces ayunarán”
Propósito, durante el día: Oración, limosna y sacrificio

Sábado (4)

San Casimiro, confesor (Cuaresma)
Palabras: “No he venido a llamar a los justos, (Lc 5,32)
Reflexión: … sino a los pecadores a que se conviertan”
Propósito, durante el día: Madre mía, ayúdame a vivir la Cuaresma

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 26, domingo (8º TO; ciclo A) nos llaman a la confianza en el amor de Dios: “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura…?” (Is 49); “… entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios” (1 Co 4); “Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso” (Mt 6). Empieza la Cuaresma que es tiempo de rezar más, de sacrificios, de dar y de darnos. Nuestra Madre y san José nos ayudan.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- Queridos hermanos y hermanas: La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a volver a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios “de todo corazón2 (Jl, 2,12), a no conformarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (Homilía, 8 enero 2016).
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia” (Mensaje para la Cuaresma, 2017)

- “Cuando hablamos de “enemigo” no debemos pensar que sea cualquier persona distinta y lejana de nosotros; hablamos de nosotros mismos, que podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo, a veces con nuestros familiares. Cuántos enemigos en las familias, ¡cuántos! Pensemos en esto. Enemigos son también los que hablan mal de nosotros, los que nos calumnian y los que nos hacen algo malo. Y no es fácil digerir esto. A todos estos estamos llamados a responder con el bien, que también tiene él mismo su estrategia, inspirada en el amor.

La Virgen María nos ayude a seguir a Jesús en este camino exigente, que verdaderamente exalta la dignidad humana y que hace vivir a los hijos de nuestro Padre que está en los cielos. Nos ayude a practicar la paciencia, el diálogo, el perdón, y a ser como constructores de comunión, constructores de fraternidad en nuestra vida cotidiana, sobre todo en nuestra familia” (Angelus, día 19 de febrero de 2017) (trad. propia)

- “Este es el contenido de nuestra esperanza. El cristiano no vive fuera del mundo, sabe reconocer en la propia vida y en lo que le rodea los signos del mal, del egoísmo y del pecado. Es solidario con el que sufre, con el que llora, con el que está marginado, con quien se siente desesperado… Pero, al mismo tiempo, el cristiano lee todo esto con los ojos de la Pascua, con los ojos de Cristo Resucitado. Y así sabe que estamos viviendo el tiempo de la espera, el tiempo de un anhelo que va más allá del presente, el tiempo del cumplimiento. En la esperanza sabemos que el Señor quiere curar definitivamente con su misericordia los corazones heridos y todo lo que el hombre ha dañado con su impiedad, y que de este modo Él regenera un mundo nuevo y una humanidad nueva, por fin reconciliados en su amor.” (Audiencia general, 22 de febrero de 2017) (trad. propia)

(26.02.17)

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