LO TRIBUTARIO (nº 301)

Comprender el IRPF (8): la base liquidable

Si la base imponible cuantifica la capacidad económica que pone de manifiesto el hecho imponible, la base liquidable cuantifica la capacidad económica que se debe considerar a efectos de determinar su tributación. Así, si para determinar la base imponible se atiende a los rendimientos netos (ingresos menos gastos deducibles) o a la ganancia o pérdida resultante (por diferencia entre valor de enajenación y valor de adquisición), para determinar la base liquidable se resta de la base imponible las reducciones.

- La justificación científica de las reducciones está en que hay parte de la renta ganada por el contribuyente de la que no puede disponer (lo que debe dar al cónyuge como compensación cuando es establecida por un juez, art. 55 LIRPF; las aportaciones a previsión social de minusválidos, art. 53; la aportación a patrimonios protegidos, art. 54) o de la que no puede disponer “por ahora” (aportaciones a planes de pensiones, arts. 51y 52; previsión social de deportistas profesionales, DA 11ª). Porque es así es por lo que carece de fundamento científico las reducciones en algunos rendimientos netos (arts. 20, 26 y 32) por razón de su cuantía, porque el motivo es político y no fiscal.

- Otra cosa es la historia de los mínimos vitales. Simplificando: no puede ser renta gravable lo que se necesita para vivir; si bien medido para un año fuera exactamente 100 y una persona ganara precisamente esa cantidad, tener que ingresar 1 supondría, por definición, morir antes de acabar el año. ¿Cómo hacer en Justicia? Todo se complica si se piensa en un impuesto como el IRPF con escala progresiva de tipos crecientes aplicables por tramos. Aunque es sencillo, hay que saber algo de aritmética y de tributación para distinguir entre “tipo medio” (si para obtener la cuota íntegra se han aplicado a la base liquidable varios tipos), “tipo marginal” (el mayor de los aplicables) “tipo efectivo” (el que resulta de comparar la base imponible y la cuota líquida).

En el IRPF anterior a 1978 había “desgravaciones” por la esposa (sic) y los hijos menores sobre cantidades a las que se aplicaba el tipo medio (que, claro, era mayor cuanto mayor renta). Con la reforma de 1978 se aplicaban “deducciones” en la cuota íntegra (que, aun siendo cantidades fijas iguales, al afectar al tipo efectivo, suponían tanta más renta sin tributación cuanto menor renta ganada). En 1998 se definió como renta tributable, la “renta disponible” y se estableció la no tributación de los mínimos personal y familiares. Era una “no sujeción”, pero la crítica, confundiendo los términos tributarios, consideraron que era una “reducción” que favorecía las mayores rentas.

Y en 2006 se han regulado los mínimos (del contribuyente, por descendientes, por ascendientes y por discapacidad, arts. 56 a 61 LIRPF) aplicando una “exención con progresividad” (arts. 63.1. 2º, 66.1. 2º, para obtener la cuota estatal; 74.1 2º y 76.1. 2º para obtener la cuota autonómica), de modo que esos mínimos no se restan de la renta que se computa como base liquidable, sino que de la cuota íntegra, que resulte de aplicar los tipos que procedan, se resta la cantidad equivalente a la cuota que resulta de aplicar los tipos de la escala al importe de los mínimos: a todos se resta lo mismo, pero no ha sido una renta “no sujeta” y tampoco una renta “exenta” en cuanto que su importe ha contribuido a que el tipo aplicable a toda la renta ganada sea mayor. Y el debate ha pasado del impuesto justo a los conocimientos erróneos.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Si la sentencia del TS sobre las cláusulas suelo ha abierto un portillo en la seguridad jurídica a favor de la ciudadanía que firmó sin enterarse de lo que firmaba, la sentencia del TC sobre el impuesto municipal de plusvalía negando que sea constitucional exigirlo cuando se vende con minusvalía, abre el portillo de la irracionalidad de la ley, es tiempo de reclamar por las subidas catastrales, por los valores reales crecientes…

El cristiano procura caminar por esta vida siguiendo los pasos de Jesús. Se para a escucharle cuando Él se para y empieza a enseñar. “Saliendo de allí llegó a la región de Judea, al otro lado del Jordán, y de nuevo se congregó ante él la multitud. Y como era también su costumbre, se puso a enseñarles” (Mc 10,1). Unos fariseos para tentarle, le preguntaron si es lícito al marido repudiar a su mujer. Jesús les dijo: “Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mc 10,9). “Le presentaban unos niños para que los tomara en sus brazos; pero los discípulos les reñían. Al verlo Jesús se enfadó y les dijo: - Dejad que los niños vengan conmigo y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios” (Mc 10,13-14). También son enseñanzas para nosotros: sobre la lealtad en los compromisos, sobre la respuesta fiel a la vocación de ir y llegar al cielo de la mano “los dos”; sobre la confianza en Dios como la tiene el niño con su Padre que lo ama más que nadie.

Y, después de la parada, el cristiano reanuda el camino junto a Jesús. A veces, le cuesta “seguir el paso de Dios”. Así: “Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y ellos estaban sorprendidos: los que le seguían tenían miedo. Tomó de nuevo consigo a los doce y comenzó a decirles lo que iba a suceder: - Mirad subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero después de tres días resucitará” (Mc 10,32- 34). Jesús iba deprisa, se les adelantaba, les costaba seguirlo. Iba camino hacia la prueba suprema de amor: dar la vida por otro. Nuestro corazón se sobresalta leyendo esas pocas líneas: así es como se ama, “por entero, sin condiciones”; así es como se sufre los dolores, las afrentas hechas “con la mayor crueldad que es la propia del que trata al otro sin sentimientos”, así es como se perdona “porque no saben lo que hacen”, incluso a los amigos (a Jesús lo abandonaron todos menos Juan, Mt 26,56).

En la subida desde la otra orilla del Jordán hasta Jerusalén hacemos una parada. “Llegan a Jericó. Y cuando salía él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un ciego, Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al lado del camino pidiendo limosna. Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a decir a gritos: - ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! Y muchos le reprendían para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí! Se paró Jesús y dijo: -Llamadle. Llamaron al ciego diciéndole: - ¡Ánimo! Te llama. Él arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le preguntó: - ¿Qué quieres que te haga? – Rabboni, que vea, le respondió el ciego. Entonces Jesús le dijo: - Anda tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista. Y le seguía por el camino” (Mc 10, 46-52). Los cristianos han meditado tantas veces este pasaje que emplean como jaculatoria pedirle a Dios: “Domine, ut videam!”, “Señor, que vea”. También se aprende del pasaje que hay que rezar, clamar, pedir, aunque nos digan que callemos y que cuando Dios nos llama hay que tirar lejos lo que estorbe. Amén.

LA HOJA SEMANAL
(del 20 al 25 de febrero)

Lunes (20)

Beatos Francisco y Lucía, de Fátima, confesores (7ª TO)
Palabras: “Tengo fe, pero dudo; ayúdame” (Mc 9,24)
Reflexión: El padre del muchacho gritó
Propósito, durante el día: Dios mío, aumenta mi fe y que sea el fundamento de mi vida

Martes (21)

San Pedro Damián, obispo y doctor de la Iglesia (7ª TO)
Palabras: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos” (Mc 9,35)
Reflexión: El servidor de todos. Para servir, servir
Propósito, durante el día: Comprensión, colaboración, compasión. Sonreír, callar

Miércoles (22)

La Cátedra del apóstol san Pedro (7ª TO)
Palabras: “Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo” (Mt 16,19)
Reflexión: Y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo
Propósito, durante el día: Amar al Papa. Omnes cum Petro, ad Iesum per Mariam

Jueves (23)

San Policarpo, obispo y mártir (7ª TO)
Palabras: “Vivid en paz unos con otros” (Mc 9,50)
Reflexión: Evitar el infierno donde el gusano no muere y el fuego no se apaga
Propósito, durante el día: Ayúdame, Dios mío, a superar el examen en el amor

Viernes (24)

San Baldomero, confesor (7ª TO)
Palabras: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mc 10,9)
Reflexión: Ya no son dos, sino una sola carne
Propósito, durante el día: Fidelidad a la propia vocación. Lealtad en los compromisos

Sábado (25)

San Valerio, confesor (7ª TO)
Palabras: “Dejad que los niños se acerquen a mí” (Mc 10,14)
Reflexión: De los que son como ellos es el reino de Dios
Propósito, durante el día: Madre, ante Dios, hazme sincero, sencillo y confiado

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 19, domingo (7º TO; ciclo A; 3º domingo san José) nos recuerdan que Dios nos llama a ser santos: “Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lev 19); “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Co 3); “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5). Para ser santo sólo hay que querer serlo, cueste lo que cueste, ponerse en manos de Dios y pedir a Jesús, María y José que nos ayuden.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Por esto la esperanza cristiana es sólida, es por esto que no decepciona. Nunca, decepciona. ¡La esperanza no decepciona! No está fundada sobre eso que nosotros podemos hacer o ser, y tampoco sobre lo que nosotros podemos creer. Su fundamento, es decir el fundamento de la esperanza cristiana, es de lo que más fiel y seguro pueda estar, es decir el amor que Dios mismo siente por cada uno de nosotros. Es fácil decir: Dios nos ama. Todos lo decimos. Pero pensad un poco: cada uno de nosotros es capaz de decir, ¿estoy seguro de que Dios me ama? No es tan fácil decirlo. Pero es verdad. Es un buen ejercicio este, decirse a sí mismo: Dios me ama Esta es la raíz de nuestra seguridad, la raíz de la esperanza. Y el Señor ha derramado abundantemente en nuestros corazones al Espíritu – que es el amor de Dios- como artífice, como garante, precisamente para que pueda alimentar dentro de nosotros la fe y mantener viva esta esperanza. Y esta seguridad: Dios me ama. “¿Pero en este momento feo?” - Dios me ama. “¿Y a mí que he hecho esta cosa fea y mala?” - Dios me ama. Esa seguridad no nos la quita nadie. Y debemos repetirlo como oración: Dios me ama. Estoy seguro de que Dios me ama. Estoy segura de que Dios me ama. Ahora comprendemos por qué el apóstol Pablo nos exhorta a presumir siempre de todo esto. Yo presumo del amor de Dios, porque me ama. La esperanza que se nos ha donado no nos separa de los otros, ni tampoco nos lleva a desacreditarlos o marginarlos. Se trata más bien de un don extraordinario del cual estamos llamado a hacernos “canales”, con humildad y sencillez, para todos. Y entonces nuestro presumir más grande será el de tener como Padre un Dios que no hace preferencias, que no excluye a nadie, pero que abre su casa a todos los seres humanos, empezando por los últimos y los alejados, porque como sus hijos aprendemos a consolarnos y a apoyarnos los unos a los otros. Y no os olvidéis: la esperanza no decepciona.” (Audiencia general, día 15 de febrero de 2017)

(19.02.17)

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