LO TRIBUTARIO (nº 277)

Por qué el IRPF (12): Ganancias patrimoniales. Valoraciones

Antes de la reforma de 1978 el impuesto “personal” sobre la renta (sobre toda la ganada por cada persona) gravaba la obtenida por los contribuyentes a partir de la sujeción a los impuestos “reales” (cada impuesto sobre cada rendimiento según fuera del trabajo, del capital o de explotación económica). No se tributaba por las plusvalías puestas de manifiesto en enajenaciones de bienes del propio patrimonio. Indirectamente se llegaba a ellas en la comprobación de las situaciones tributarias atendiendo a los “signos externos” (gastos extraordinarios: vehículos, viajes internacionales de recreo...) como presunción de renta ganada.

Con la reforma (Ley 44/1978), se suprimieron los impuestos “reales” (aunque los inmobiliarios pasaron a ser municipales: IBI) y en el concepto único de “renta ganada” a los rendimientos se añadieron las ganancias patrimoniales. Entonces se denominaban “incrementos de patrimonio” porque es un componente de la renta que se manifiesta por dos circunstancias: que se altere la composición del patrimonio (así en la venta de un piso el vendedor ve cómo en su patrimonio antes había inmueble y después hay dinero) y que cambie su valor (atendiendo al valor por el que se adquirió el piso vendido y al “valor” del dinero recibido). El argumento para justificar este procedimiento es que la capacidad económica también se manifiesta en los sucesivos cambios de valor de cada uno de los elementos que integran un patrimonio (un piso nuevo, usado, en urbanización residencial, decaído por la cercanía de nuevas industrias, de nuevos ambientes, recalificado...), de modo que para evitar cálculos anuales, se está a la diferencia de valores al tiempo de la adquisición y al tiempo de la enajenación. En este tratamiento el I. Patrimonio cumple dos funciones: de control de las alteraciones patrimoniales y de aumento de la progresividad del impuesto sobre la renta (sólo se ahorra a partir de cierto nivel de renta) sin llegar a la confiscación.

En la regulación de las ganancias patrimoniales este componente de renta se trata de forma separada e independiente. Así, ganancia (o pérdida) patrimonial es toda variación del valor del patrimonio manifestada en su alteración (por salida de un elemento y entrada de otro, como en la venta o la permuta; por entrada de un bien sin contraprestación, como sería ganar un premio; y también por la salida de un bien: así en una donación para el donante se pone de manifiesto su renta por la diferencia entre el valor de adquisición del bien donado y el valor que tiene al tiempo de la donación), pero esa renta sólo tributa como ganancia si la ley no la califica como rendimiento (art. 33.1 LIRPF). No hay estimación objetiva para las ganancias y pérdidas patrimoniales, sino para los rendimientos (art. 31 LIRPF). En ganancias y pérdidas patrimoniales se regulan supuestos de no sujeción y supuestos de exención (art. 33. 2, 3 y 4 a diferencia de arts. 6 y 7 LIRPF) específicos para este componente de renta. También se regula (art. 38 LIRPF) la exención por reinversión.

Naturalmente, tratándose de una renta manifestada en valores y por diferencias, la ley del impuesto (LIRPF) regula el cálculo de las ganancias o pérdidas (art. 34), según que la transmisión sea a título oneroso (art. 35) o a título lucrativo (art. 36), y establece reglas especiales de valoración (art. 37). En este aspecto es oportuno recordar que la ley del IRPF también regula separadamente la valoración para: la renta que se presume obtenida (arts. 6.5 y 40), las operaciones vinculadas (arts. 41) y la renta obtenida en especie (arts. 42 y 43).

Como un “precepto cierre” (en técnica de tipificación iniciada hace medio siglo equivalente a “esto, esto y todo lo demás”) el artículo 39 LIRPF considera ganancia de patrimonio (no pérdidas) la tenencia, declaración o adquisición de bienes o derechos que no corresponda con la renta o el patrimonio declarados y la inclusión de deudas inexistentes en la declaración por el IRPF o IP o su registro. Contra todo Derecho y con lesión constitucional (art 31 CE), el RDL 12/2012 (DA 1ª) y la Ley 7/2012 (DA 1ª) establecen que hay ganancia por “no declarar en plazo” bienes en el extranjero.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Dice la estadística que la “presión fiscal” en España fue en 2015 del 34,6% en la relación entre los ingresos por impuestos y el Producto Interior Bruto. En Europa la relación fue del 40%. España estaría en el noveno lugar en la zona del euro. Pero lo relevante es el “esfuerzo fiscal”.

Adviento. Tiempo de preparación para la Navidad. Tiempo de despejar el alma para que se pueda llenar de los frutos y los dones espirituales que se producen y entregan abundantemente en el misterio de la Encarnación de Dios hecho hombre, contemplado como Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre (Lc 2,5), en una noche de invierno en Belén, en un tiempo cierto e históricamente estimable (Lc 2,1-2). Misterio de amor de Dios: “El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo -no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes- debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su ser, debe “apropiarse” y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo” (san Juan Pablo II, enc. “Redemptor hominis”, 10.a).

Adviento. Tiempo de amor para amar al Amor: “Amo porque amo, amo para amar” (s. Bernardo, Sermón 83)). Tiempo de examen personal (“Hacer a conciencia el examen de conciencia”; v. Bto. Álvaro del Portillo, “Orar” nº 194) de nuestro fallos, de nuestros olvidos, de nuestro exceso de “yo” y tiempo de mirar a Dios, con la confianza del hijo al Padre, y de decirle como san Felipe Neri: “Señor, que no te quiero...”. Señor, que no te quiero tanto como yo quiero quererte.

El cristiano, peregrino entre peregrinos, caminante con todos los habitantes de la tierra, sabe que su andar es un aproximarse al cielo, a las moradas que Dios tiene preparadas: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? … para que donde yo estoy, estéis también vosotros” (Jn 14, 1,2-3). Y en ese caminar, con cansancio, con tropiezos y caídas, pero también con trechos y etapas de paso animoso, con el consuelo del cantar alegre de los que marchan juntos, porque “con-suelo” es remedio de soledad, ánimo compartido.

El cristiano personaje habitual de los pasajes evangélicos los revive en cada lectura y saca provecho de meditar las palabras: “Cuando se hizo de día, salió hacia un lugar solitario y la multitud le buscaba. Llegaron hasta él, e intentaban detenerlo para que no se alejara de ellos” (Lc 4, 42). ¿Y yo, Señor? ¿Noto que me he separado de Ti, que te he olvidado, que vivo como si Tú no estuvieras a mi lado, como si Tú, Dios, no me amaras con el mayor amor? ¿Alejo de mi lo que aparta de Ti? ¿Te busco en el ofrecimiento de cada tarea, en el éxito, en el fracaso, en el trabajo bien acabado, en la palabra, la sonrisa o en el silencio amables para los que están junto a mi? ¿Me uno a Ti en oración?

“Estaba Jesús junto al lago de Generaset y la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. Entonces, subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se apartase un poco de tierra. Y, sentado, enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: - Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Simón le contestó: Maestro, hemos estado bregando durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero sobre tu palabras echaré las redes. Lo hicieron y cogieron gran cantidad de peces...” (Lc 5, 1-5). ¿Y yo, Señor?. Hoy, aquí, a esta hora, cuando oigo que me dices: Duc in altum!, ”Guía mar adentro”, ¿me excuso porque no tengo tiempo, porque tengo otra cosa que hacer, porque estoy cansado, porque no veo resultados? ¿me pongo manos a la obra confiado a tu voluntad?. “Fiat, adimpleatur...”, “Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada, tu justísima y amabilísima voluntad de Dios, sobre todas las cosas. - Amén. - Amén” (san Josemaría Escrivá, “Camino” nº 691)

LA HOJA SEMANAL
(del 28 de noviembre al 3 de diciembre)

Lunes (28)

Santa Catalina Labouré, conf. (1ª Adviento; difuntos)
Palabras: “Voy a curarlo” (Mt 8,7)
Reflexión: El criado del centurión. No soy quien para que entres bajo mi techo
Propósito, durante el día: Eucaristía. Acción de gracias. Acto de fe: Dios en mi; yo en Él

Martes (29)

San Saturnino, obispo (1ª Adviento; difuntos; novena de la Inmaculada)
Palabras: “Lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús” (Lc 10,21)
Reflexión: ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!
Propósito, durante el día: Fe. Dios mío creo que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Miércoles (30)

San Andrés, apóstol (1ª Adviento; difuntos; novena de la Inmaculada)
Palabras: “Me da lástima de la gente porque llevan ya tres días conmigo... (Mt 15,32)
Reflexión: … y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas”
Propósito, durante el día: Confianza. En las dificultades del día, contra la desgana, la pereza

Jueves (1)

San Eloy, obispo (1ª Adviento; novena de la Inmaculada)
Palabras: “No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos... (Mt 7,21)
Reflexión: … sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo
Propósito, durante el día: Amar la voluntad de Dios en el propio estado, en la situación actual

Viernes (2)

Santa Bibiana, mártir (1ª Adviento; novena de la Inmaculada)
Palabras: “Que os suceda conforme a vuestra fe” (Mt 9, 29)
Reflexión: Y se les abrieron los ojos
Propósito, durante el día: Oración de petición: por mi, por mis amigos, por quien lo necesite

Sábado (3)

San Francisco Javier, conf. (1ª Adviento; novena de la Inmaculada)
Palabras: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos” (Mt 9,37)
Reflexión: Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis
Propósito, durante el día: Madre mía, ayúdame a ayudar, a servir, a rezar

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 27, domingo (1º de Adviento; ciclo A; Nª Sª de la Medalla Milagrosa), nos animan a caminar con Dios y hacia Dios: “ven, caminemos a la luz del Señor” (Is 2); “Conduzcámosnos como en pleno día, con dignidad” (Rm 13); “Estad en vela porque no sabéis que día vendrá nuestro Señor” (Mt 24). Adviento es tiempo de esperanza y de preparación del alma para recibir a Dios hecho hombre, niño, por amor, para que podamos estar con Él siempre. Para siempre.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Pienso que alguien podría preguntarme: “Padre, pero yo tengo muchas dudas sobre la fe ¿Qué tengo que hacer? ¿Usted nunca tiene dudas?”. Tengo muchas... ¡Claro que en algunos momentos a todos nos entran dudas! Las dudas que tocan la fe, en sentido positivo, son la señal de que queremos conocer mejor y más a fondo a Dios, Jesús, y el misterio de su amor hacia nosotros. “Pero, yo tengo esta duda: busco, estudio, veo o pido consejo sobre cómo hacer”. ¡Estas son dudas que hacen crecer! Es un bien entonces que nos planteemos preguntas sobre nuestra fe, porque de esa manera estamos impulsados a profundizar en ella. Las dudas, de todos modos, hay que superarlas. Por ello es necesario escuchar la Palabra de Dios, y comprender lo que nos enseña. Una vía importante que ayuda mucho en esto es la de la catequesis, con la cual el anuncio de la fe sale a nuestro encuentro en el aspecto concreto de la vida personal y comunitaria. Y hay, al mismo tiempo, otra senda igualmente importante, la de vivir lo más posible la fe. No hagamos de la fe una teoría abstracta donde las dudas se multipliquen. Hagamos más bien de la fe nuestra vida. Intentemos practicarla a través del servicio a los hermanos, especialmente de los más necesitados. Entonces muchas dudas desaparecen, porque sentimos la presencia de Dios y la verdad del Evangelio en el amor que, sin nuestro mérito, vive en nosotros y compartimos con los demás.” (Audiencia general, día 23 de noviembre de 2016)

- “319. En el matrimonio se vive también el sentido de pertenecer por completo sólo a una persona. Los esposos asumen el desafío y el anhelo de envejecer y desgastarse juntos y así reflejan la fidelidad de Dios. Esta firme decisión, que marca un estilo de vida, es una “exigencia interior del pacto de amor conyugal”, porque “quien no se decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar de veras un solo día”. Pero esto no tendría sentido espiritual si se tratara sólo de una ley vivida con resignación. Es una pertenencia del corazón, allí donde sólo Dios ve (cf. Mt 5,28). Cada mañana, al levantarse, se vuelve a tomar ante Dios esta decisión de fidelidad, pase lo que pase a lo largo de la jornada. Y cada uno, cuando va a dormir, espera levantarse para continuar esta aventura, confiando en la ayuda del Señor. Así, cada cónyuge es para el otro signo e instrumento de la cercanía del Señor, que no nos deja solos: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20)” (Exh. Ap. Postsinodal “Amoris laetitia” “Sobre el amor en la familia”)

(27.11.16)

No hay comentarios:

Publicar un comentario