LO TRIBUTARIO (nº 270)

Por qué el IRPF (9): rendimientos de capital inmobiliario

Si los rendimientos del trabajo son la renta que se deriva de un capital humano, los rendimientos del capital se derivan de bienes, inmuebles o muebles, y derechos. Así, el artículo 21 LIRPF los define como las utilidades o contraprestaciones, cualquiera que sea su denominación y naturaleza, dinerarias o en especie, que provengan, directa o indirectamente, de elementos patrimoniales, bienes o derechos, cuya titularidad corresponda al contribuyente (v. art. 11 LIRPF) y no se hallen afectos a una actividad económica (v. arts. 27 y 29 LIRPF) realizada por él. Y del mismo modo que en los rendimientos del trabajo se decía (art. 17.1 LIRPF) que lo son en cuanto no fueran rendimientos de actividad, aquí se dice: por una parte, que son rendimiento de capital si no son de actividad (elementos patrimoniales afectos a una actividad) y, desde luego (art. 21.2 LIRPF), los inmuebles o los muebles y derechos no afectos a una actividad del contribuyente (v. art. 27.2, presunción para el arrendamiento de inmuebles como actividad); y, por otra parte, que las rentas derivadas de la transmisión de elementos patrimoniales del contribuyente originan ganancias o pérdidas patrimoniales, salvo que la ley del impuesto los califique como rendimientos de capital. Previsiones éstas, y otras (v. art. 33.1, para ganancias, y art. 85.1, para renta imputada en inmuebles), que hacen de los rendimientos de actividad la clave diferenciadora de los componentes de la renta tributable.

Desde un punto de vista fiscal los rendimientos de capital inmobiliario (art. 22 a 24 LIRPF) son el componente de renta peor tratado. Contra la realidad que sitúa ahorros en adquisición de inmuebles para arrendar, aquí los rendimientos de capital inmobiliario se integran en la base imponible general (v. arts. 48) y no en la del ahorro (v. arts. 49) en la están los rendimientos de capital mobiliario y las ganancias patrimoniales, incluso especulativas, con tributación menor (v. arts. 66 y 76). Esa consideración determina que estén sometidos a la escala de tipos progresiva (v. arts. 63 y 74) y que, sin perjuicio de la general para corregir la progresividad en las rentas generadas en más de dos años y hasta el límite legalmente señalado (art. 23.3), sólo se admite una reducción para el rendimiento neto positivo por arrendamiento de inmuebles para vivienda (art. 23.2).

Se considera rendimientos de capital inmobiliario (art. 22 LRPF) los procedentes de la titularidad de bienes inmuebles rústicos y urbanos o derechos reales que recaigan sobre ellos y que se deriven del arrendamiento o de la constitución o cesión de derechos o facultades de uso o disfrute sobre aquéllos cualquiera que sea su denominación o naturaleza. Se computa como “rendimiento íntegro” el importe que por todos los conceptos “deba satisfacer” (aunque no los haya satisfecho) el adquirente, cesionario, arrendatario o subarrendatario, incluido el correspondiente a los bienes cedidos con el inmueble y excluido el IVA o, en su caso, el IGIC.

Para obtener el “rendimiento neto” se restan los gastos que admite la ley (art. 23.1 LIRPF). Estos son: a) los necesarios para obtener los ingresos (intereses por capitales ajenos invertidos, tributos y recargos no estatales, saldos de dudoso cobro, cantidades devengadas por terceros por servicios personales); b) las cantidades destinadas a amortizar los bienes y, en derechos o facultades de uso o disfrute, la depreciación (v. art. 14.3 RIRPF). Al rendimiento neto se aplican las reducciones antes señaladas para arrendamiento de viviendas y rentas generadas en más de dos años.

El artículo 24 LIRPF posibilita una tributación agravada para rendimientos entre parientes (contra art. 14 y 39 CE): si respecto del contribuyente el adquirente, cesionario, arrendatario o subarrendatario es el cónyuge o un pariente, incluidos los afines, hasta el tercer grado inclusive, el rendimiento neto “total” (?) no podrá ser inferior al que resulte de las reglas del artículo 85 LIRPF (renta irreal imputada en inmuebles no cedidos, no afectos, que no constituyan la vivienda habitual)

En los rendimientos de capital inmobiliario se exigen (v. arts. 99, 101.8 LIRPF) pagos a cuenta.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Se lee en un periódico que se está comprobando a los que se acogieron a la amnistía fiscal, que se sigue con el registro de salas de espectáculos y que alguno ha apreciado un ajuste de cuentas en las actuaciones sobre las sociedades de profesionales. En otro periódico se comenta favorablemente la investigación para conocer lo pagado al colegio de los hijos para comprobar la renta de los padres.

El cristiano sabe que es hijo de Dios (1 Jn 3.1), que es un hijo amado con el mayor amor porque Dios es Amor (1 Jn 1,8). El cristiano sabe que vive en un mundo habitado por hijos de Dios y experimenta el deseo y la necesidad de pensar y actuar en favor de todos, de cualquiera, de los que le rodean. Lleno de amor, sumido en el Amor, derrama amor que se expresa en la amabilidad del gesto, en la comprensión, en el escuchar, en el callar, en la paciencia, en pedir perdón y perdonar; en arrinconar el “yo” del que sólo trata con Dios que ve en su interior, para el que no hay nada oculto, porque sabe que Dios lo ama en su debilidad y que le anima a seguir y a levantarse cuando el “yo”, por soberbia, por egoísmo, por comodidad, se impone sobre el amor a Dios y a los otros. El cristiano, hijo entre hijos de Dios, sabe que, como en el amor humano, también en “pequeñeces” está el amor a divino (v. Camino, 824) y también que la “santidad grande” está en cumplir los “deberes pequeños” de cada instante (v. Camino, 817). Cristiano entre multitudes, amando a todos.

- “Cuando terminó Jesús estos discursos, las multitudes quedaron admiradas por su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas” (Mt 7,28-29). Y sigue el Evangelio: “Al bajar del monte le seguía una gran multitud. En esto, se le acercó un leproso, se postró ante él y dijo: - Señor, si quieres, puedes limpiarme. Y extendiendo Jesús la mano, le tocó diciendo: - Quiero, queda limpio. Y al instante quedó limpio de la lepra” (Mt 8,1-3). De este modo, empieza la relación de una serie de milagros. De cada uno se puede sacar una lección personal, empezando por ese “Volo, mundare!” (Quiero, queda limpio) que se puede convertir en una industria humana para mantener el alma en presencia de Dios, para hablar a Dios con confianza porque sabemos que nos ve, que nos oye, que nos ama con el mayor amor: “¡No hay más amor que el Amor!” (Camino, 417). Es así de sencilla y natural la relación con Dios: Señor, ayúdame.

Jesús curó al criado del centurión que yacía “paralítico con dolores muy fuertes”. Sin duda, lo que se recuerda de aquella escena son las palabras del centurión: “No soy digno de que entres en mi casa” (Mt 8,8), que repetimos antes de la Comunión; pero conviene atender también a aquel criado, postrado entre dolores, y a aquel que intercede por él; así, cada uno puede ocupar el papel de uno -necesitado- o de otro -que ayuda, que intercede por aquel- o de los dos: porque necesitamos de Dios, cada día, cada instante, en cada tarea, en cada relación, y porque no podemos ser indiferentes a los que sufren a nuestro alrededor, a los despistados, a los que parecen malos, a los que quieren serlo. Y, luego, Jesús cura a la suegra de Pedro que “se levantó y se puso a servirle” (Mt 8,14-15): no hacen falta más palabras para que cada uno nos apliquemos la lección. Al atardecer, llevaron a Jesús muchos endemoniados y él los “curó a todos” (Mt 8,16-17). Por grande que sea la caída, mucho, infinitamente mayor, es el amor del Amor que perdona. Sólo hay que tomar del amor que recibimos y ponerlo ante Dios: “Si quieres...”

- Al ver Jesús a la multitud que estaba a su alrededor ordenó marchar a la otra orilla (Mt 8,18). Después se subió a una barca y le siguieron sus discípulos. “De repente, se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Se le acercaron para despertarle diciendo: -¡Señor, sálvanos, que perecemos!...” (Mt 8, 23-24). Y Jesús calmó la mar y el viento. Para meditar: la Divina Humanidad de Jesús -cansado, dormía- y la Omnipotencia divina.

“¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?/ ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,/ que a mi puerta, cubierto de rocío,/ pasas las noches del invierno obscuras?” (“A Jesucristo”, Lope de Vega)

LA HOJA SEMANAL
(del 7 al 12 de noviembre)

Lunes (7)

San Ernesto, confesor (32ª TO; difuntos)
Palabras: “Los apóstoles le pidieron al Señor: - Auméntanos la fe” (Lc 17,5)
Reflexión: Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo
Propósito, durante el día: Perdonar de corazón; “quemar la libreta de agravios”

Martes (8)

Los Cuatro Santos Coronados, mártires (32ª TO; difuntos)
Palabras: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10)
Reflexión: No se nos debe agradecimiento porque hacemos lo que debemos hacer
Propósito, durante el día: Ofrecer cada tarea; hacerla y acabarla bien; sin retardos.

Miércoles (9)

La Dedicación de la Basílica de Letrán (32ª TO; Nª Sª Almudena; difuntos)
Palabras: “No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios” (Lc 17,18)
Reflexión: Curación de diez leprosos; agradecimiento sólo del samaritano
Propósito, durante el día: Dar gracias a Dios: por lo bueno, por lo que aún no entiendo

Jueves (10)

San León Magno, papa y doctor de la Iglesia (32ª TO; difuntos)
Palabras: “El reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17,21)
Reflexión: “Venga a nosotros tu reino”
Propósito, durante el día: Padrenuestro. Rezarlo despacio, meditar las siete peticiones

Viernes (11)

San Martín de Tours, obispo (32ª TO; difuntos)
Palabras: “El que pretenda guardarse su vida la perderá” (Lc 17,33)
Reflexión: El que la pierda, el que se entrega con amor a la voluntad de Dios, la recobrará
Propósito, durante el día: Jaculatoria: Todo lo recibí de Ti; a Ti lo torno; dispón de mí

Sábado (12)

San Josafat, obispo y mártir (32ª TO; difuntos)
Palabras: “Les hará justicia sin tardar” (Lc 18,8)
Reflexión: Dios, hará justicia a sus elegidos que le piden día y noche
Propósito, durante el día: Madre mía, mientras mi vida alentare todo mi amor para ti

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 6, domingo (32º TO, ciclo C) nos recuerdan que resucitaremos: “nos resucitará para la vida eterna” (2 M); “nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza” (2 Tes); “No es Dios de muertos, sino de vivos” (Lc 20). Se acerca el fin del año litúrgico. Pedimos a María, nuestra Madre, que nos ayude a preparar y a superar el examen de amor. Que nos recomiende.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Las bienaventuranzas son de alguna manera el “carné de identidad“ del cristiano, que lo identifica como seguidor de Jesús. Estamos llamados a ser bienaventurados, seguidores de Jesús, afrontando los dolores y angustias de nuestra época con el espíritu y el amor de Jesús. Así, podríamos señalar nuevas situaciones para vivirlas con el espíritu renovado y siempre actual: Bienaventurados los que soportan con fe los males que otros les infligen y perdonan de corazón; bienaventurados los que miran a los ojos a los descartados y marginados mostrándoles cercanía; bienaventurados los que reconocen a Dios en cada persona y luchan para que otros también lo descubran; bienaventurados los que protegen y cuidan la casa común; bienaventurados los que renuncian al propio bienestar por el bien de otros; bienaventurados los que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos... Todos ellos son portadores de la misericordia y ternura de Dios, y recibirán ciertamente de él la recompensa merecida.” (Homilía en la misa celebrada en el Swedbank Stadion, de Malmoe, en Suecia, el 1 de noviembre de 2016)


- “Job estaba en la oscuridad. Estaba a la puerta de la muerte. Y en aquel momento de angustia y de sufrimiento, Job proclama la esperanza, “¡Yo sé que mi redentor está vivo y que, Él, el último, se alzará sobre el polvo! … Yo lo veré por mí mismo, y mis ojos lo contemplarán y no otro.” (Jb 19, 15,27). La Conmemoración de los difuntos tiene este doble sentido. Un sentimiento de tristeza: un cementerio es triste, nos recuerda a nuestros seres queridos que se han ido, nos recuerda también el futuro, la muerte; pero en esta tristeza, llevamos flores como un signo de esperanza, también, se puede decir, de fiesta, pero más adelante, no ahora. Y la tristeza se mezcla con la esperanza. Y esto es lo que todos sentimos hoy, en esta celebración: la memoria de nuestros seres queridos, ante sus restos, y la esperanza.” (Homilía en la misa en el Cementerio de Porta Prima, el día 2 de noviembre de 2016) (trad. propia)

- “275. En este tiempo, en el que reinan la ansiedad y la prisa tecnológica, una tarea importantísima de las familias es educar para la capacidad de esperar. No se trata de prohibir a los chicos que jueguen con los dispositivos electrónicos, sino de encontrar la forma de generar en ellos la capacidad de diferenciar las diversas lógicas y de no aplicar la velocidad digital a todos los ámbitos de la vida. La postergación no es negar el deseo sino diferir su satisfacción. Cuando los niños o los adolescentes no son educados para aceptar que algunas cosas deben esperar, se convierten en atropelladores, que someten todo a la satisfacción de sus necesidades inmediatas y crecen con el vicio del “quiero y tengo”. Este es un gran engaño que no favorece la libertad, sino que la enferma. En cambio, cuando se educa para aprender a posponer algunas cosas y para esperar el momento adecuado, se enseña lo que es ser dueño de sí mismo, autónomo ante sus propios impulsos. Así, cuando el niño experimenta que puede hacerse cargo de sí mismo, se enriquece su autoestima. A su vez, esto le enseña a respetar la libertad de los demás. Por supuesto que esto no implica exigirles a los niños que actúen como adultos, pero tampoco cabe menospreciar su capacidad de crecer en la maduración de una libertad responsable. En una familia sana, este aprendizaje se produce de manera ordinaria por las exigencias de la convivencia.” (Exh. Ap. Postsinodal “Amoris laetitia” “Sobr el amor en la familia”)

(6.11.16)

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