LO TRIBUTARIO (nº 212)

Por qué la LGT (12): la personalización en la relación tributaria

No es inconveniente recordar de vez en cuando que una cosa es la relación tributaria, la relación jurídica regulada por ley que determina derechos y obligaciones para las partes relacionadas, y otra cosa son los procedimientos tributarios en los que no hay partes en situación de igualdad ni posibilidad de transacción o pacto porque la Administración sólo puede aplicar la ley a la que esta sometida y el administrado sólo debe cumplir lo que le obliga y defenderse ante posibles exigencias excesivas. Relación tributaria hay en los procedimientos (serie reglada de trámites que produce una resolución), pero también en los requerimientos, en las comunicaciones, en las solicitudes.

- La LGT dedica pocos preceptos a la regulación de la personalización de la Administración (art. 84: competencia territorial, art. 142: facultades de la Inspección; art. 162: facultades de la recaudación; art. 229: competencias de los TEA), de modo que hay que estar, como Derecho supletorio (arts. 7.2 y 97 LGT), a lo regulado en la Ley 30/1992, desde la personalidad jurídica única de las Administraciones (art. 3.4), el sometimiento pleno a la Constitución, a la Ley y al Derecho y el respeto a los principios de buena fe y confianza legítima (art. 3.1 y art. 103 CE) y a los criterios de eficiencia y servicio a los ciudadanos en sus relaciones (art. 3.2), hasta la regulación de la competencia (art. 12 y sigs) a las causas de abstención y recusación de las autoridades y el personal (arts. 28 y 29) a la responsabilidad (art. 106 CE) de las Administraciones públicas (arts. 139 a 144), a las autoridades y personal a su servicio (arts. 145 y 146)

- En cambio, respecto de la personalización de los administrados, la LGT contiene la regulación de la capacidad de obrar (art. 44 LGT), de la representación (arts. 45 a 47 LGT) y del domicilio (art.48 LGT) y de los legitimados e interesados en las reclamaciones económico-administrativa (art. 232 LGT).

A efectos tributarios tienen capacidad de obrar, además de las personas que la tengan conforme a Derecho, los menores de edad y los incapacitados en las relaciones tributarias derivadas de actividades cuyo ejercicio les esté permitido sin asistencia de persona que ejerza la patria potestad, tutela, curatela o defensa judicial, salvo los casos de incapacitación de menores que alcanzara el ejercicio y defensa de esos derechos e intereses.

La representación legal de quienes carezcan de capacidad de obrar se efectuará por sus representantes legales; la de las personas jurídicas por los titulares de los órganos de representación; y la de los entes sin personalidad jurídica, el que acredite fehacientemente la representación o el que aparentemente ejerza la gestión o dirección y, en su defecto, cualquiera de los miembros o partícipes. La representación voluntaria debe ser fehaciente cuando se exija, formal en otro caso y presunta en los actos de trámite. La reforma de la Ley 34/2015 ha rebajado las condiciones en este aspecto jurídicamente esencial puesto que se sustituye voluntades con consecuencias tributarias y punitivas y en la defensa de derechos. Para no residentes la exigencia es mayor.

A efectos tributarios se distingue residencia, domicilio y establecimiento. Se regula el domicilio fiscal: para personas físicas, personas jurídicas, entidades sin personalidad jurídica, no residentes. Se debe comunicar y se puede comprobar y modificar.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Transparencia. Delaciones de hechos de hace veinte años, tiempo de Deuda Pública Especial. Se filtra no sólo la inspección tributaria a un expresidente de Gobierno, sino también las fechas de la actuación, el período comprobado y el importe. Acusar y juzgar. Deslealtad, infidelidad. Responsabilidad según para quien.

Pascua de Resurrección. Parece sencillo, pero es la historia del mayor amor que se ha producido y que se pueda producir: Jesús se hizo hombre, vivió como nosotros, sufrió por nosotros, murió en la Cruz y resucitó para nuestra redención y salvación. Él mismo lo había dicho: “Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos” (Jn 15,13). “En realidad, es difícil encontrar alguien que muera por un hombre justo. Quizá alguien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios muestra su amor hacia nosotros porque, siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. (Rm 5, 7-8). Del amor habla el amor. La experiencia de amar, de haber amado, de haber sido amado ayuda a acercarse en la comprensión del Amor de Dios.

El cristiano puede encontrar referencias familiares que le ayuden a meditar sobre el amor. En el Antiguo Testamento, como: “¿Es que puede una mujer olvidarse de su hijo de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré!” (Is 49,15). Es un precioso texto que se expone con alguna de las dos versiones (“aunque ella”; “aunque ellas”), pero que con la referencia plural, referida a las entrañas y no a la mujer, parece que gana no sólo en literalidad, sino también en intensidad de sentimiento. Y en el Nuevo Testamento, como: “¿Quién de entre vosotros, si un hijo suyo le pide un pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez le da una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará cosas buenas a los que se lo piden?” (Mt 7, 9-11; Lc 11,11-13, añade: “¿O si le pide un huevo le dará un escorpión?”). Incluso con la alusión al Padre Bueno y a los humanos que podemos ser padres “malos”, el texto se refiere a que los padres quieren lo bueno para los hijos y no les dan lo que es malo.

Porque Dios es el Amor al que debemos un amor por encima de cualquier otro: “Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10, 37). Porque, como en el amor humano uno es feliz haciendo feliz al otro, el amor al Amor es conformar nuestra vida a lo que sabemos que le agrada: “Aún estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban fuera intentando hablar con él. Alguien le dijo entonces: - Mira, tu madre y tus hermanos están ahí fuera intentando hablar contigo. Pero él respondió al que se lo decía: - ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?.Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12, 49-50; v. Mc 3, 31-35; Lc 8, 19-21). Y, naturalmente, Dios, el Amor, a quien así le ama le regala el amor eterno, para siempre: “Y todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos, o campos, por causa de mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna” (Mt 19,29; v. Mc 10, 29-30 que añade “con persecuciones”; Lc 18, 29-39)

Y acabar así: “Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: - Mujer, aquí tienes a tu hijo. Después le dice al discípulo: - Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19, 26-27)

LA HOJA SEMANAL
(del 18 al 23 de abril)

Lunes (18)

San Perfecto de Córdoba, presbítero (4ª de Pascua)
Palabras: “Camina delante de ellas y las ovejas atienden a su voz” (Jn 10,4)
Reflexión: Y él va llamando por sus nombre a sus ovejas
Propósito, durante el día: Presencia de Dios. Creo que estás aquí. Me ves. Me oyes

Martes (19)

Santa Emma, viuda (4ª de Pascua)
Palabras: “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30)
Reflexión: Mi Padre me ha dado mis ovejas, nadie puede arrebatarlas de su mano
Propósito, durante el día: Trinidad Santísima. Dios Amor. Padre, Hermano, Defensor

Miércoles (20)

Santa Inés de Montepulciano, virgen (4ª Pascua)
Palabras: “Yo hablo como me ha encargado el Padre” (Jn 12,50)
Reflexión: El que rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue
Propósito, durante el día: Trinidad Santísima. Inundarse de amor. Sumirse en el Amor

Jueves (21)

San Anselmo de Canterbury, obispo y doctor de la Iglesia (4ª Pascua)
Palabras: “El que a mi me recibe, recibe al que me ha enviado” (Jn 13,20)
Reflexión: Yo sé bien a quienes he elegido. Pero alguno es traidor
Propósito, durante el día: Trinidad Santísima. Dios conmigo. Yo en Dios

Viernes (22)

Santos Sotero y Cayo, presbíteros (4ª Pascua)
Palabras: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6)
Reflexión: En la casa de mi padre hay muchas moradas. Os prepararé sitio
Propósito, durante el día: Trinidad Santísima. Con Dios, en Dios, para siempre

Sábado (23)

San Jorge, mártir (4ª Pascua)
Palabras: “Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré” (Jn 14,14)
Reflexión: Creedme yo estoy en el Padre y el Padre en mí
Propósito, durante el día: Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa del Espíritu

(la reflexión y el propósito los determina cada uno, claro)

Las lecturas del día 17, domingo (4º de Pascua, ciclo C), nos hacen mirar a la protección amorosa de Dios: “Los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo” (Hech 13); “Y Dios enjuga las lágrimas de sus ojos” (Ap 7); “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10). Amor del Amor. Misericordia.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “A veces esta Palabra es dolorosa porque incide sobre hipocresías, desenmascara las falsas excusas, pone al descubierto las verdades escondidas; pero al mismo tiempo ilumina y purifica, da fuerza y esperanza, es un reconstituyente valioso en nuestro camino de fe. La Eucaristía, por su parte, nos nutre de la vida misma de Jesús y, como un remedio muy potente, de modo misterioso renueva continuamente la gracia de nuestro Bautismo. Acercándonos a la Eucaristía nosotros nos nutrimos del Cuerpo y la Sangre de Jesús, y sin embargo, viniendo a nosotros, ¡es Jesús que nos une a su Cuerpo!” (Audiencia general, el día 13 de abril de 2016)

- “20. No será inútil en este contexto recordar la relación existente entre “justicia” y “misericordia”. No son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor. La justicia es un concepto fundamental para la sociedad civil cuando, normalmente, se hace referencia a un orden jurídico a través del cual se aplica la ley. Con la justicia se entiende también que a cada uno se debe dar lo que le es debido. En la Biblia, muchas veces se hace referencia a la justicia divina y a Dios como juez.

Generalmente es entendida como la observación integral de la ley y como el comportamiento de todo buen israelita conforme a los mandamientos dados por Dios. Esta visión, sin embargo, ha conducido no pocas veces a caer en el legalismo, falsificando su sentido originario y oscureciendo el profundo valor que la justicia tiene. Para superar la perspectiva legalista, sería necesario recordar que en la Sagrada Escritura la justicia es concebida esencialmente como un abandonarse confiado en la voluntad de Dios.

Por su parte, Jesús habla muchas veces de la importancia de la fe, más bien que de la observancia de la ley. Es en este sentido que debemos comprender sus palabras cuando estando a la mesa con Mateo y otros publicanos y pecadores, dice a los fariseos que le replicaban: “Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9,13). Ante la visión de una justicia como mera observancia de la ley que juzga, dividiendo las personas en justos y pecadores, Jesús se inclina a mostrar el gran don de la misericordia que busca a los pecadores para ofrecerles el perdón y la salvación. Se comprende por qué, en presencia de una perspectiva tan liberadora y fuente de renovación, Jesús haya sido rechazado por los fariseos y por los doctores de la ley. Estos, para ser fieles a la ley, ponían solo pesos sobre las espaldas de las personas, pero así frustraban la misericordia del Padre. El reclamo a observar la ley no puede obstaculizar la atención a las necesidades que tocan la dignidad de las personas.

Al respecto es muy significativa la referencia que Jesús hace al profeta Oseas –“yo quiero amor, no sacrificio” (6, 6). Jesús afirma que de ahora en adelante la regla de vida de sus discípulos deberá ser la que da el primado a la misericordia, como Él mismo testimonia compartiendo la mesa con los pecadores. La misericordia, una vez más, se revela como dimensión fundamental de la misión de Jesús. Ella es un verdadero reto para sus interlocutores que se detienen en el respeto formal de la ley. Jesús, en cambio, va más allá de la ley; su compartir con aquellos que la ley consideraba pecadores permite comprender hasta dónde llega su misericordia.

También el Apóstol Pablo hizo un recorrido parecido. Antes de encontrar a Jesús en el camino a Damasco, su vida estaba dedicada a perseguir de manera irreprensible la justicia de la ley (cfr Flp 3,6). La conversión a Cristo lo condujo a ampliar su visión precedente al punto que en la carta a los Gálatas afirma: “Hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley” (2,16). Su comprensión de la justicia ha cambiado ahora radicalmente. Pablo pone en primer lugar la fe y no más la ley. No es la observancia de la ley lo que salva, sino la fe en Jesucristo, que con su muerte y resurrección trae la salvación junto con la misericordia que justifica. La justicia de Dios se convierte ahora en liberación para cuantos están oprimidos por la esclavitud del pecado y sus consecuencias. La justicia de Dios es su perdón (cfr Sal 51,11-16). (Bula “Misericordiae Vultus”, de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia)

(17.04.16)

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