LO TRIBUTARIO (nº 157)
LGT (2): La interpretación de las normas
Cuando se maneja un material sensible como son las normas jurídicas es conveniente emplear los conceptos con precisión si no se quiere incurrir en errores lamentables. Una cosa es la interpretación de las normas, saber qué quieren decir, y otra cosa es aplicar esas normas. El artículo 3.1 del Código civil, Derecho común, “si se interpreta bien”, establece que las normas se interpretarán según el sentido propio de las palabras: 1) en relación con el contexto; 2) los antecedentes históricos y legislativo; 3) y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas atendiendo fundamentalmente: 3.1) al espíritu y 3.2) finalidad de aquéllas. En cambio la aplicación de las normas es encajar un hecho en una previsión normativa, sin forzarla (fraude de ley: art. 6.4 Cc; abuso de derecho: art. 7.2 Cc) y completándola (integración analógica, art. 4 Cc) sólo cuando así lo permita la ley. En el ámbito tributario se establecen los criterios de interpretación (art. 12.2 LGT) atendiendo a su sentido jurídico, técnico o usual según proceda, salvo que se definan en la norma tributaria.
Las normas se pueden y se deben interpretar por todos los que deban aplicarlas. Deben hacerlo atendiendo a esos criterios de interpretación legalmente establecidos. Lógicamente se puede producir discrepancias razonables que se han de considerar porque sólo el absurdo es rechazable. Por este motivo, aunque todos están obligados a conocer y aplicar las normas que les afectan, nadie puede establecer la interpretación que todos deben hacer de una norma. Ciertamente, las exposiciones de motivos y los preámbulos de las normas contienen un criterio fiable de qué quieren decir; también el debate parlamentario ofrece argumentos de interpretación. En un grado menor, en cuanto que puede ser revisada y cambiar, está la doctrina del Tribunal Supremo. La Administración, sometida a la ley y al derecho (art. 103.1 CE), no puede establecer la interpretación única de la norma. Puede interpretarla obligando a sus órganos a seguir esa interpretación y, desde luego, para los administrados es conveniente conocer ese criterio, más por los principios de buena fe y confianza legítima que por el de seguridad.
La LGT regulaba tanto la facultad exclusiva del Ministro de Hacienda para establecer mediante Orden la interpretación de las normas (art. 12.3), como la competencia para contestar consultas de los administrados que tienen los órganos que iniciativa para elaborar las disposiciones (art. 88.5). La crítica a la “interpretación auténtica” por un sometido a la norma, no afecta ni a la contestación de consultas que puede vincular a los órganos administrativos, ni a la información que debe dar la Administración a los administrados (art. 34.1.a) y ñ), arts. 88.5 y sigs, art. 141.f) LGT) en cuanto que más que de interpretación de la norma se trata de calificación y aplicación a casos concretos. Algo parecido se puede decir respecto de la doctrina reiterada del TEAC en cuanto (art. 239.5 LGT) vincula a los TEAR/TEAL y al resto de la Administración tributaria.
La modificación del artículo 12.3 LGT por la Ley 34/2015 amplía la facultad de dictar disposiciones interpretativas o aclaratorias de las leyes y demás normas en materia tributaria. La citada facultad la tienen el ministro y los órganos que pueden contestar consultas (art. 88.5 LGT), la interpretación vincula a la Administración, se debe publicar en el boletín oficial y cuando la naturaleza de la resolución lo aconseje podrán ser sometidas a información pública. No hace falta mucho esfuerzo argumental para señalar el riesgo de que la vinculación interna se convierta en obligación externa.
Noticia tributaria. Se ha publicado la Ley 42/2015, de 5 de octubre (BOE del 6), de modificación de la LEC, que, entre otros asuntos, generaliza las comunicaciones electrónicas en los procesos, amplía las funciones de los procuradores, unifica la prescripción en obligaciones personales.
DE LO HUMANO A LO DIVINO
Dice la noticia que en 2014 hubo menos denuncias de la Agencia Tributaria por delito contra la Hacienda a causa de la crisis económica. En tiempos de mucha economía sumergida, lo razonable es pensar que hubo menos investigación. Por lo que fuera.
El cristiano vive el Evangelio como uno más de los que seguían a Jesús: escuchándole y meditando sus palabras, sus miradas, sus gestos. Y sabe lo que exige ese seguimiento: “El que no está conmigo está contra mÍ, y el que no recoge conmigo, desparrama” (Lc 11,22); y, también, la necesidad de respetar formas distintas en el seguimiento de Jesús: “Entonces dijo Juan: - Maestro hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. Y Jesús le dijo: No se lo prohibáis pues el que no está contra vosotros con vosotros está” (Lc 9,49-50). El cristiano sabe que seguir a Jesús “es fácil, pero no es sencillo”, sólo hay que querer, pero exige continuidad y fidelidad en ese amor: “Esforzaos por entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán” (Lc 13,24); y también: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día, y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará” (Lc 9,23-24). Nos puede animar Santa Teresa de Jesús:“Mas esta fuerza tiene el amor, si es perfecto, que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces” (“Fundaciones” 5,7)
Ser cristiano es un negocio de amor y el Evangelio se refiere a los amores más cercanos para señalar el amor a Dios, que es la sola cosa necesaria (“porro unum est necesarium”, Lc 10,42). Así se entienden bien estas palabras: “ Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre y a su mujer y a sus hijos y s sus hermanos y a sus hermanas, hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser mis discípulo” (Lc 14,26-27); y éstas: “Os aseguro que no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos por causa del reino de Dios, que no reciba mucho más en este mundo (en Mt 19,29: “el ciento por uno”; en Mc 10,30 se añade: “con persecuciones”); y, en el siglo venidero, la vida eterna” (Lc 18, 29-30). El gran negocio, no hay mejor inversión: seguir a Jesús, esforzarnos en ser como Él sería, en hacer lo que Él haría, en no hacer lo que Él no haría.
Cristianismo es amor y para el cristiano, como decía San Agustín, el amor es su peso, por él es llevado a donde debe ser llevado (“Amor meus pondus meum; eo feror, quocumque feror”, Confesiones, 13). La confianza del cristiano está en el amor: “Le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Aquel a quien menos se perdona menos ama” (Lc 7,47); y en la misericordia (“poner el corazón en la miseria”, en lo débil, en lo pequeño) que se derrama en nosotros para que la hagamos llegar a los demás: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y sed perdonados; dad y se os dará; echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante, porque con la misma medida que midáis se os medirá” (Lc 6,36-38). Vivencias de amor que hacían decir a santa Teresa del Niño Jesús: “¡Qué alegría más dulce de pensar que Dios es justo, es decir que tiene en cuenta nuestras debilidades, que conoce perfectamente las fragilidades de nuestra naturaleza! ¿De qué, pues, tendría yo miedo? ¡Ah! El Dios infinitamente justo que se dignó perdonar con tanta bondad todos los pecados del hijo pródigo, ¿no se mostrará también justo conmigo que estoy siempre a su lado?” (“Manuscritos autobiográficos” 8)
LA HOJA SEMANAL
(del 12 a 17 de octubre)
Lunes (12)
Nuestra Señora del Pilar (28ª TO; mes del rosario)
Palabras: “... dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,28)
Reflexión: Escuchar y cumplir. Hay que pararse ahí y quedarse mucho tiempo
Propósito, durante el día: Madre, llévame ante el Padre, pídele por mí y para mí
Martes (13)
San Eduardo, rey (28ª TO; mes del rosario)
Palabras: “Dad limosna de lo de dentro” (Lc 11,41)
Reflexión: Abrir las ventanas del alma. Limpieza general. Arrodillarnos. Cantar
Propósito, durante el día: Ayúdame, Dios mío, a limpiar mi corazón
Miércoles (14)
San Calixto I, papa y mártir (28ª TO; mes del rosario)
Palabras: “Pasáis por alto el derecho y el amor de Dios” (Lc 11,42)
Reflexión: Nuestras excusas, nuestras justificaciones... y el amor de Dios
Propósito, durante el día: Jesús: que tu justicia sea mi justicia y tu amor mi amor
Jueves (15)
Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia (28ª TO, mes del rosario)
Palabras: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,30)
Reflexión: Venid a mi los cansados y agobiados y yo os aliviaré
Propósito, durante el día: Dios mío, tuyo soy, para ti nací, ¿qué quieres de mí?
Viernes (16)
Santa Margarita María de Alacoque, virgen (28ª TO; mes del rosario)
Palabras: “No tengáis miedo” (Lc 12,7)
Reflexión: Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados
Propósito, durante el día: Todo es para bien. Todo es gracia.
Sábado (17)
San Ignacio de Antioquia, obispo y mártir (28ª TO; mes del rosario)
Palabras: “El Espíritu Santo os enseñará qué tenéis que decir” (Lc 12,12)
Reflexión: Cuando tengáis que defenderos por ser cristianos
Propósito, durante el día: Madre mía, enséñame a amar con el amor de Dios
(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)
Las lecturas del domingo 11 (28º TO, ciclo B) nos hablan de la mirada de Dios: sobre la sabiduría “Me propuse tenerla por luz” (Sb 7); sobre la palabra de Dios: “Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas” (Hb 4); sobre el encuentro con Jesús: “Se le quedó mirando con cariño” (Mc 10). Sentirnos iluminados, patentes ante Dios que nos mira con cariño, debería ser suficiente para vivir con Él, en Él, por Él. Sínodo de la Familia: oración continua, ruego intenso: ¡luz!
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “Hace pocos días comenzó el Sínodo de los obispos sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. La familia que camina por la vía del Señor es fundamental en el testimonio del amor de Dios y merece por ello toda la dedicación de la que la Iglesia es capaz. El Sínodo está llamado a interpretar, hoy, esta atención y este cuidado de la Iglesia. Acompañemos todo el itinerario sinodal sobre todo con nuestra oración y nuestra atención. Y en este período las catequesis serán reflexiones inspiradas por algunos aspectos de la relación —que bien podemos decir indisoluble— entre la Iglesia y la familia, con el horizonte abierto al bien de la entera comunidad humana. Una mirada atenta a la vida cotidiana de los hombres y mujeres de hoy muestra inmediatamente la necesidad que hay por todos lados de una robusta inyección de “espíritu familiar”. De hecho, el estilo de las relaciones —civiles, económicas, jurídicas, profesionales, de ciudadanía— aparece muy racional, formal, organizado, pero también muy “deshidratado”, árido, anónimo. A veces se vuelve insoportable. Aún queriendo ser inclusivo en sus formas, en la realidad abandona a la soledad y al descarte un número cada vez mayor de personas.
Por esto, la familia abre para toda la sociedad una perspectiva mucho más humana: abre los ojos de los hijos sobre la vida —y no solo la mirada, sino también todos los demás sentidos— representando una visión de la relación humana edificada sobre la libre alianza de amor. La familia introduce a la necesidad de las uniones de fidelidad, sinceridad, confianza, cooperación, respeto; anima a proyectar un mundo habitable y a creer en las relaciones de confianza, también en condiciones difíciles; enseña a honrar la palabra dada, el respeto por las personas, el compartir los límites personales y de los demás.
“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mc 10,9). Es una exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado autentico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios. De hecho, sólo a la luz de la locura de la gratuidad del amor pascual de Jesús será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único y “usque ad mortem”. Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su creatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a este proyecto paraliza el corazón humano.
Paradójicamente también el hombre de hoy –que con frecuencia ridiculiza este plan– permanece atraído y fascinado por todo amor auténtico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total. En efecto «ahora que hemos probado plenamente las promesas de la libertad ilimitada, empezamos a entender de nuevo la expresión “la tristeza de este mundo”. Los placeres prohibidos perdieron su atractivo cuando han dejado de ser prohibidos. Aunque tiendan a lo extremo y se renueven al infinito, resultan insípidos porque son cosas finitas, y nosotros, en cambio, tenemos sed de infinito» (Joseph Ratzinger, “Auf Christus schauen. Einübung in Glaube”, Hoffnung, Liebe, Freiburg 1989, p. 73).” (Homilía en la misa de apertura del Sínodo, en la Basílica Vaticana el día 4 de octubre de 2015)
- “Pero, ¡atención! Dios es amor y se participa de su obra cuando se ama con Él y como Él. Con tal finalidad —dice san Pablo— el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (cf. Rm 5, 5). Y este es también el amor donado a los esposos en el sacramento del matrimonio. Es el amor que alimenta su relación a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles. Es el amor que suscita el deseo de generar hijos, de esperarlos, acogerlos, criarlos, educarlos.” (Audiencia general, el día 7 de octubre de 2015)
(11.X.2015)
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