LO TRIBUTARIO (nº 623)

"Ratio decidendi"

En el contenido de las sentencias y resoluciones todo tiene interés. De la jurisprudencia todo se aprovecha, incluso lo que parece que no tiene utilidad. Y, aunque lo relevante que trasciende es el fallo, no se puede dejar de señalar que la falta de relación de las consideraciones y fundamentos de Derecho determina un vicio de “incoherencia” que debería permitir la revisión del error o de la deficiente conclusión.

“Ratio decidendi” quiere decir el fundamento racional por el que se ha debido decidir (razón de lo que debe ser decidido). Una resolución sin fundamento es una “arbitrariedad” constitucionalmente proscrita (art. 9 CE). Un pronunciamiento por el que se resuelve un proceso o un procedimiento debe estar fundamentada en Derecho y así se suele titular el apartado correspondiente posterior a los “Hechos” o “Antecedentes” y anterior al “Fallo” o “Resolución”. La argumentación razonable de la aplicación de los fundamentos jurídicos a los hechos se puede producir mediante “Considerando” (lo que debe ser considerado) que, en su conjunto, determinan la “motivación” de la resolución (para los actos administrativos, en inmejorable definición: “explicación clara, sencilla e inteligible sin necesidad de conocimientos específicos”, TS s. 28.06.93). Y, en cuanto que toda sentencia o resolución debe ser la respuesta jurídica a la pretensión del que ha promovido o es parte interesada en el proceso o en el procedimiento, también se exige la “congruencia” que obliga a considerar y decidir sobre todas las cuestiones planteadas y, en los procedimientos administrativos (arts. 223.4, 237.1 y 239.2 LGT).

La motivación no puede consistir en una mera declaración de conocimiento y menos aún en una manifestación de voluntad que sería una proposición apodíctica, sino que ésta -en su caso- ha de ser la conclusión de una argumentación ajustada al tema o temas en litigio, para que el interesado, destinatario inmediato, pero no único, y los demás, los órganos judiciales superiores y también los ciudadanos, puedan conocer el fundamento, la “ratio decidendi” de las resoluciones (TC 27-3-00). La congruencia se mide por el ajuste entre la parte dispositiva y los términos en que se han formulado las pretensiones (TC 5-5-82).

En la práctica se producen excesos y defectos. Hay larguísimas exposiciones de fundamentos y consideraciones que, en realidad, se limitan a relacionar hechos y antecedentes, a transcribir el contenido de lo alegado por las partes y a copiar textos de preceptos y sentencias, para, al final, llegar a breves conclusiones que ya venían anunciadas o que necesitan de mayor precisión en su fundamento razonable. Y no faltan resoluciones en las que ni siquiera hay fundamentos jurídicos ni consideraciones lógicas porque se remiten a lo que consta en el expediente y se confirma el acto que ha sido objeto de reclamación o recurso. Están justificados los pronunciamientos en los que se transcribe una sentencia anterior sobre el mismo asunto y, a veces, los mismos interesados, porque es obligado, por seguridad jurídica y por el principio de unidad de doctrina. En todo caso, se debe señalar que lo que se puede impugnar es el fallo o la resolución, aunque, lógicamente, en la impugnación se puede y debe exponer las deficiencias en los fundamentos de Derecho y en las consideraciones que han llevado a decidir cómo se ha producido.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Normalidad no es habitualidad, es la cualidad de lo acorde con las normas. Hay normalidad también cuando las normas son gravemente injustas, confiscatorias.

El cristiano que acompasa su vida a la liturgia, conoce en su alma los tiempos que se suceden desde Cristo Rey, allá por el otoño, hasta el Corpus Christi, acabando la primavera. Se han sucedido el Adviento, la Pascua de Navidad, con la Epifanía, y tras pocas semanas con lecturas propias del Tiempo Ordinario, llega la Cuaresma y se alcanza la Pascua de Resurrección; cuarenta días hasta la Ascensión, que son cincuenta hasta Pentecostés y empieza el Tiempo Ordinario. Las solemnidades de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús, en dos domingos y un viernes, evitan “el salto” anímico que supone zambullirse en el Tiempo Ordinario que dura hasta Cristo Rey. El verano es tiempo de cosecha y frutas hasta la vendimia, de vacaciones escolares, de calor en el hemisferio norte. Hay trabajo, pero la vida corriente parece que se ralentiza. Buen tiempo para meditar parábolas, para leer cartas, para recrearse en historias sagradas. El cristiano vive así lo que se comenta en el Evangelio: “La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo” (Mc 12,37)

- “Un hombre daba una gran cena e invitó a muchos. Y envió a su siervo a la hora de la cena para decir a los invitados: “Venid, ya está todo preparado”. Y todos comenzaron a excusarse: El primero le dijo: “He comprado un campo y tengo necesidad de ir a verlo; te ruego que me des por excusado”. Y otro dijo: “Compré dos yuntas de bueyes, y voy a probarlas; te ruego que me des por excusado”. Otro dijo: “Acabo de casarme, y por eso no puedo ir”. Regresó el siervo y contó esto a su señor. Entonces, irritado el amo de la casa, le dijo a su siervo: “Sal ahora mismo a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, a los tullidos, a los ciegos y a los cojos”. Y el siervo dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio”. Entonces dijo el señor a su siervo: “Sal a los caminos y a los cercados y obliga a entrar, para que se llene mi casa. Porque os aseguro que ninguno de aquellos hombres invitados gustará de mi cena” (Lc 14,16-24)

Toda una carta de amor de Dios que es amor: Él, Dios, nos invita y nosotros ponemos excusas. Nos llama para que vayamos con Él, a disfrutar de la cercanía y la alegría de Dios, pero no vamos. Dios no se conforma y si empezó invitando a los amigos, nos busca ahora a los que estamos en lo nuestro, en nuestro trabajo diario, en esa tarea cotidiana que procuramos hacer bien, pero que no siempre nos sale bien porque somos “pobres, tullidos, ciego y cojos”, limitados, distraídos, ambiciosos. Aún queda sitio en el cielo y Dios quiere “que todos se salven” (cf. 1Tm 2,4). Y nos busca más lejos de las ciudades: en los caminos y cercados. Allí, de camino o en la tarea diaria, estamos más desanimados, más cansados, más desilusionados. Pero el deseo de Dios se hace fuerza para llevarnos al cielo, junto a Él y para siempre. “Obliga a entrar” le dice al siervo, a nuestro ángel de la guarda: “compelle intrare” leemos en latín, “ut impleatur domus mea”, para que se llene mi casa. ¿Podremos resistirnos a ir, a entrar, a quedarnos?

Qué oportunidad para recordar el final del precioso soneto: “¡Cuántas veces el ángel me decía: / “Alma asómate ahora a la ventana, / verás con cuanto amor llamar porfía”. ¡Y cuántas, hermosura soberana, / “Mañana abriremos·, respondía, / para lo mismo responder mañana” (Lope de Vega)

LA HOJA SEMANAL
(del 22 al 27 de junio)

Lunes (22)

Santos Juan Fisher, obispo, y Tomás Moro (12ª TO)
Palabras: “No juzguéis y no os juzgarán” (Mt 7,1)
Reflexión: … La medida que uséis, la usarán con vosotros
Propósito, durante el día: Ahogar el mal con abundancia de bien

Martes (23)

San Josefo Cafasso, presbítero (12ª TO)
Palabras: “Tratad a los demás como queráis que ellos os traten” (Mt 7,12)
Reflexión: … Entrad por la puerta estrecha
Propósito, durante el día: Hágase, cúmplase sea alabada la voluntad de Dios

Miércoles (24)

La Natividad de san Juan Bautista
Palabras: “La mano del Señor estaba con él” (Lc 1,66)
Reflexión: … El niño iba creciendo y su carácter se afianzaba
Propósito, durante el día: Conviene que yo mengüe; que desaparezca

Jueves (25)

San Máximo de Turín, obispo (12ª TO)
Palabras: “No todo el que me dice: “Señor, Señor” … (Mt 7,21)
Reflexión: … entrará en el reino de los cielos”
Propósito, durante el día: Padre nuestro, santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad

Viernes (26)

San Josemaría Escrivá de Balaguer, presbítero y fundador del Opus Dei
Palabras: “Rema mar adentro y echad las redes para pescar …” (Lc 5,4)
Reflexión: Por tu palabra echaré las redes … reventaba la red
Propósito, durante el día: Como ellos, Señor, dejándolo todo, quiero seguirte

Sábado (27)

Nª Sª del Perpetuo Socorro (san Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Ig.)
Palabras: “Curó a todos los enfermos” (Mt 8,16)
Reflexión: Tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades
Propósito, durante el día: ¡Madre!, ¡Madre de Dios y Madre mía!

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 21, domingo (12º TO; ciclo A; san Luis Gonzaga) rebosan palabras de confianza en Dios: “Señor … que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón” (Jr 20); “La gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud” (Rm 5); “No tengáis miedo … Si uno se pone mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo” (Mt 10). Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros? Madre, tenme a tu lado.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Jesús está presente en el sacramento de la Eucaristía para ser nuestro alimento, para ser asimilado y convertirse en nosotros en esa fuerza renovadora que nos devuelve la energía y devuelve el deseo de retomar el camino después de cada pausa o después de cada caída. Pero esto requiere nuestro asentimiento, nuestra voluntad de dejarnos transformar, nuestra forma de pensar y actuar; de lo contrario las celebraciones eucarísticas en las que participamos se reducen a ritos vacíos y formales. Y muchas veces se va a misa porque se tiene que ir, como un acto social, respetuoso, pero social. El misterio, sin embargo, es otra cosa: es Jesús presente que viene a alimentarnos.” (Angelus, día 14 de junio de 2020)

- “Moisés nos anima a rezar con el mismo ardor que Jesús, a interceder por el mundo, a recordar que este, a pesar de sus fragilidades, pertenece siempre a Dios. Todos pertenecen a Dios. Los peores pecadores, la gente más malvada, los dirigentes más corruptos son hijos de Dios y Jesús siente esto e intercede por todos. Y el mundo vive y prospera gracias a la bendición del justo, a la oración de piedad, a esta oración de piedad, el santo, el justo, el intercesor, el sacerdote, el obispo, el Papa, el laico, cualquier bautizado eleva incesantemente por los hombres, en todo lugar y en todo tiempo de la historia. Pensemos en Moisés, el intercesor. Y cuando nos entren las ganas de condenar a alguien y nos enfademos por dentro —enfadarse hace bien, pero condenar no hace bien— intercedamos por él: esto nos ayudará mucho.” (Audiencia general, 17 de junio de 2020)

(21.06.20)

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