LO TRIBUTARIO (nº 471)
Procedimientos tributarios (4): documentación (2)
Las declaraciones, las autoliquidaciones y las declaraciones-liquidaciones son documentos privados sobre modelos diseñados por la Administración. Su presentación constituye una obligación tributaria; por ese motivo se puede sancionar no presentar declaración en plazo, presentarla con un contenido falso, inexacto o incompleto (arts. 191 a 199 LGT). Son documentos que cumplimentan los administrados y aunque en la LGT/1963 (art. 116) se estableció una presunción de veracidad de los datos declarados, la LGT/2003 (art. 108.4) ha reducido el ámbito de veracidad a sólo el propio declarante (los datos se presumen ciertos para él). Por otra parte, aunque las “declaraciones” son rectificables mediante otras complementarias o sustitutivas (art. 122 LGT), las “autoliquidaciones” sólo se pueden rectificar al alza (mayor ingreso, menor devolución); si fuera a la baja (por error o indebida aplicación de norma) es preciso instar un procedimiento (art. 120.3 LGT y arts. 126 a 129 RD 1065/2007, RAT).
La LGT se olvidó de las “declaraciones-liquidaciones” (p.ej. del IVA), pero, a pesar de la evidente diferencia de contenido (el IVA devengado -art. 21.1 LGT- se autoliquida operación por operación mediante factura; la declaración-liquidación recoge acumulado el IVA devengado y el IVA soportado en un determinado período y la diferencia entre una y otra cantidades es el IVA exigible -art. 21.2 LGT), se tratan como autoliquidaciones. También es conveniente señalar la diferencia entre “autoliquidación” (que realiza el administrado sobre su obligación tributaria) y “liquidación” (que es un acto administrativo, por lo general la resolución de un procedimiento, art. 101 LGT).
Una limitación a las declaraciones se contiene en el artículo 119 LGT: las opciones que se deben ejercitar, solicitar o renunciar mediante la presentación de una declaración no se pueden rectificar con posterioridad a su presentación, salvo que la rectificación se presente en el período reglamentario de declaración. Se trata de una norma “pro Fisco” (sólo para su comodidad en la tramitación de documentos recibidos) y “extra Iustitiam” (porque no pretende que se tribute lo que procede, sino lo más posible). Ni siquiera se permite la rectificación al tiempo de una regularización tributaria llevada a cabo por la Administración aunque sólo ella es la competente para determinar, con presunción de validez, el importe de la deuda tributaria. En todo caso, una opción que “se debe ejercitar, solicitar o renunciar mediante declaración” es un derecho que se integra en el patrimonio jurídico de la persona y no es lo mismo que una alternativa que abraca desde declarar o no, considerar un gasto deducible, compensar o no cuotas deducibles.
Las comunicaciones las puede hacer la Administración (arts. 87 y 99.7 LGT), esencialmente para informar, o el administrado (art. 121 LGT) respecto de los datos con los que la Administración determine la cantidad a devolver. Pero el concepto “comunicaciones” abarca otras obligaciones y contenidos: se regulan infracciones sancionables por incumplir la obligación de comunicar el domicilio fiscal (art. 198 LGT) o la de comunicar correctamente datos al pagador de rentas sometidas a retención o ingreso a cuenta (art. 205 LGT). Se puede incluir como comunicación la obligación de informar de datos tributarios de terceros ya sea por disposición general, ya sea por requerimiento individual (art. 93 LGT). Así, a diferencia de las declaraciones, los datos proporcionados por terceros se presumen ciertos (art. 108.4 LGT) para todos.
DE LO HUMANO A LO DIVINO
También en lo fiscal tiempo de espera inusual. No se sabe nada de la sentencia del TS que contestaba a las tres provocadoras. Y hay dudas sobre la ley de Presupuestos.
Cristo Rey del Universo. Última semana del año litúrgico. El cristiano aprovecha la solemnidad para repasar textos evangélicos y para meditar sobre ellos. También es ocasión apropiada para recordar que proclamamos como Rey a Cristo en nuestras oraciones habituales. Entre todas, la primera, el “Padrenuestro”, la oración que Jesús nos enseñó y que, en una de sus siete peticiones, dice: “Venga a nosotros tu Reino”. Y, casi de inmediato, viene a la cabeza aquel aviso progresivo: “El Reino de los Cielos está al llegar” (Mt 4,17 y 10,7), “El reino de Dios ha llegado a vosotros” (Mt 12,28), “El Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lc 17,21). Con esta doble referencia, a Cristo, Rey del Universo y al Reino de Dios, de los Cielos, podemos hacer del hoy el futuro al que aspiramos: “En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria…” (san Josemaría, “Amar al mundo apasionadamente”)
- Consejos de santidad. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los cielos… Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia porque suyo es el Reino de los Cielos” (Mt 5,3.10). Sobre los mandamientos: “El que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,19), “En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos: Pues todo el que es humilde como este niño, ése es el mayo en el Reino de los cielos” (Mt 18,2-4). Amor al Papa: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos” (Mt 16,18-19)
- Santidad en la vida ordinaria. “A todo el que oye la palabra del Reino y no entiende, viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón” (Mt 13,19). “El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue” (Mt 13,24-25). “El Reino de los Cielos es como un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo; es, sin duda, la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la mayor de las hortalizas” (Mt 13,31-32). “El Reino de los Cielos es como la levadura que tomó una mujer y la mezcló en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo (Mt 13,33). “El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, en su alegría, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo” (Mt 13,44). “Asimismo, el Reino de los Cielos es como un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende cuanto tiene y la compra” (Mt 13, 45-46). “Asimismo, el Reino de los Cielos es como una reda barredera que se echa en el mar y recoge toda clase de cosas. Y cuando está llena la arrastran a la orilla y se sientan para echar lo bueno en cestos, y lo malo tirarlo” (Mt 13,47-48). “El Reino de los Cielos es como un hombre dueño de una propiedad que salió al amanecer a contratar obreros para su viña” (Mt 20,1). El Reino de los Cielos es como un hombre que celebró las bodas de su hijo” (Mt 22,2). El Reino de los Cielos será como diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a recibir el esposo” (Mt 25,1). Y esto sólo con textos de Mateo. Cada uno un asunto para meditar.
LA HOJA SEMANAL
(del 26 de noviembre al 1 de diciembre)
Lunes (26)
San Juan Berchmans, religioso (34ª TO; mes de los difuntos)
Palabras: “Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie” (Lc 21,3)
Reflexión: Ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir
Propósito, durante el día: Todo es tuyo, Señor, dispón según tu voluntad
Martes (27)
San Facundo, mártir (34ª TO; mes de los difuntos)
Palabras: “Llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra” (Lc 21,6)
Reflexión: Pero el final no vendrá en seguida
Propósito, durante el día: Jesús, sé para mí siempre Jesús
Miércoles (28)
Santa Teodora, abadesa (34ª TO; mes de los difuntos)
Palabras: “Con vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19)
Reflexión: “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”
Propósito, durante el día: Dios mío, nada temo, porque Tú vas conmigo
Jueves (29)
San Saturnino, obispo (34ª TO; mes de los difuntos)
Palabras: “Cuando empiece a suceder esto: levantaos, alzad la cabeza; … (Lc 21,28)
Reflexión: … se acerca vuestra liberación”
Propósito, durante el día: Contigo, Dios mío, ahora y para siempre
Viernes (30)
San Andrés, apóstol (34ª TO; mes de los difuntos)
Palabras: “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron” (Mt 4,20)
Reflexión: Vio a dos hermanos, Simón y Andrés que estaban echando el copo en el lago
Propósito, durante el día: Haz que te quiera, Dios mío, como Tú quieres que te quiera
Sábado (1)
San Eloy, obispo (34ª TO; mes de los difuntos)
Palabras: “Estad siempre despiertos” (Lc 21,36)
Reflexión: Pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir
Propósito, durante el día: Madre mía, no te alejes; tu vista de mí no apartes
(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)
Las lecturas del día 25, domingo (Cristo, Rey del Universo; ciclo B) nos acercan a Dios, Todopoderoso y Eterno, para que no nos separemos nunca de Él: “Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin” (Dn 7); “Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso” (Ap 1); “Tú lo dices, soy rey. Para esto nací y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18). Tiempo de pedir a la Madre para vivir con el Rey siempre.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “La historia de la humanidad, como la historia personal de cada uno de nosotros, no puede entenderse como una simple sucesión de palabras y hechos que no tienen sentido. Tampoco se puede interpretar a la luz de una visión fatalista, como si todo estuviera ya preestablecido de acuerdo con un destino que resta todo espacio de libertad, impidiendo tomar decisiones que son el resultado de una elección verdadera. En el Evangelio de hoy, más bien, Jesús dice que la historia de los pueblos y de los individuos tiene una meta y una meta que debe alcanzarse: el encuentro definitivo con el Señor. No sabemos el tiempo ni las formas en que sucederá; el Señor ha reiterado que “nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo ni el Hijo” (v. 32). Todo se guarda en el secreto del misterio del Padre. Sin embargo, sabemos un principio fundamental con el que debemos enfrentarnos: “El cielo y la tierra pasarán, dice Jesús, pero mis palabras no pasarán" (v. 31). El verdadero punto crucial es este. En ese día, cada uno de nosotros tendrá que entender si la Palabra del Hijo de Dios ha iluminado su existencia personal, o si le ha dado la espalda, prefiriendo confiar en sus propias palabras. Será más que nunca el momento en el que nos abandonemos definitivamente al amor del Padre y nos confiemos a su misericordia.
¡Nadie puede escapar de este momento, ninguno de nosotros! La astucia, que a menudo utilizamos en nuestro comportamiento para avalar la imagen que queremos ofrecer, será inútil; de la misma manera, el poder del dinero y de los medios económicos con los que pretendemos, con presunción, que compramos todo y a todos, ya no se podrá utilizar. No tendremos con nosotros nada más que lo que hemos logrado en esta vida creyendo en su Palabra: el todo y la nada de lo que hemos vivido o dejado de hacer. Solo llevaremos con nosotros lo que hemos dado.” (Angelus, día 18 de noviembre de 2018)
- “El Decálogo se muestra lúcido y profundo en este aspecto: el punto de llegada –el último mandamiento– de este viaje es el corazón, y si éste, si el corazón, no se libera, el resto sirve de poco. Este es el reto: liberar el corazón de todas estas cosas malvadas y feas. Los preceptos de Dios pueden reducirse a ser solo la hermosa fachada de una vida que sigue siendo una existencia de esclavos y no de hijos. A menudo, detrás de la máscara farisaica de la sofocante corrección, se esconde algo feo y sin resolver.
En cambio, debemos dejarnos desenmascarar por estos mandatos sobre el deseo, porque nos muestran nuestra pobreza, para llevarnos a una santa humillación. Cada uno de nosotros puede preguntarse: Pero ¿qué deseos feos siento a menudo? ¿La envidia, la codicia, el chismorreo? Todas estas cosas vienen desde dentro. Cada uno puede preguntárselo y le sentará bien. El hombre necesita esta bendita humillación, esa por la que descubre que no puede liberarse por sí mismo, esa por la que clama a Dios para que lo salve. San Pablo lo explica de una manera insuperable, refiriéndose al mandamiento de “no desear” (cf. Rom 7, 7-24).
Es vano pensar en poder corregirse sin el don del Espíritu Santo. Es vano pensar en purificar nuestro corazón solo con un esfuerzo titánico de nuestra voluntad: eso no es posible. Debemos abrirnos a la relación con Dios, en verdad y en libertad: solo de esta manera nuestras fatigas pueden dar frutos, porque es el Espíritu Santo el que nos lleva adelante.” (Audiencia general, día 21 de noviembre de 2018)
(25.11.18)
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