LO TRIBUTARIO (nº 428)
La aplicación de los tributos (3): la organización y los medios
Hace medio siglo lo que ahora se regula como “aplicación de los tributos” se estructuraba en el Ministerio de Hacienda distribuyendo los centros directivos según sus funciones y competencias, según el contenido y según la especialización. Así, respecto de los tributos y en cuanto a la “gestión”, había dos direcciones generales: la de impuestos directos y la de impuestos indirectos; en cambio, la “recaudación” directa e indirecta (a través de recaudadores y Diputaciones provinciales) se realizaba por la dirección general del Tesoro. De estos centros directivos centrales dependían los correspondientes servicios territoriales para la gestión (Administradores de Impuestos Directos y de Impuestos Indirectos) competentes para liquidar y para la recaudación (tesorerías). Los cuerpos especiales (inspectores técnicos fiscales del Estado; intendentes al servicio de la Hacienda; inspectores diplomados de los tributos; ingenieros al servicio de la Hacienda; arquitectos de Hacienda…) nutrían de personal altamente cualificado y rigurosamente seleccionado tanto a los puestos de dirección como a las tareas de inspección, investigación y comprobación, valoraciones e informes, haciendo, en su caso, las correspondientes propuestas de liquidación. Los tribunales económico administrativos (provinciales y central) y los jurados tributarios (para cuestiones de hecho) realizaban la revisión tributaria.
Fue en 1973 cuando se produjo la primera crisis del sistema anterior como consecuencia de una cuestión de competencias respecto de las estimaciones objetivas y dio origen al cambio en los centros directivos (DG Impuestos y DG de Administración Territorial; en mayo de 1974, para mejorar un curriculum personal: DG de Política Tributaria y la Inspección Central; polivalencia). Todo volvió a su cauce en 1975 con un decreto de inolvidable préambulo. En septiembre de 1977, por decreto-ley, se fusionaron los cuerpos inspectores en uno (Cuerpo de Inspectores Financieros y Tributarios) sin distinción de la especialidad académica y profesional de sus conocimientos y, mediante concurso de méritos, se distribuyeron sus miembros en tres categorías (250 miembros para cada una de las dos primeras, directivos y especializados, y el resto para la tercera, técnicos). Una sentencia estimatoria de un recurso promovido por una asociación profesional (su presidente estaba en la primera categoría) acabó con tan desafortunada división. Poco antes se inició y culminó una evolución paralela: creada la Inspección Auxiliar (para apoyo material no especializado en la gestión tributaria), se consolidó con la creación del Cuerpo de Gestión con distintas especialidades (subinspectores, contadores…); y su preparación profesional y eficacia llevó a la situación actual.
Se reformó la revisión económico-administrativa: desparecieron los Jurados Tributarios (1984) y los TEA (1981), que pasaron a ser regionales (y el TEAC), ganaron en la independencia en su composición, en la categoría de sus miembros y en su localización y organización. En 1990, en norma jurídicamente insuficiente, se creó la Agencia Estatal de la Administración Tributaria, con justificación basada tanto en la necesidad de más recursos económicos y de medios para garantizar la máxima eficacia, como en la rápida tramitación y disposición de los gastos. Se subsanó la deficiencia normativa y se amplió el objetivo, incluyendo los servicios de gestión e inspección en la Agencia que se financia con una dotación presupuestaria relacionada con la recaudación tributaria.
DE LO HUMANO A LO DIVINO
Campaña de IRPF. Dice un alto empleado público que aunque se han reducido a 226 los delitos fiscales denunciados en 2011, en cambio las sentencias favorables para el Fisco han pasado del 57% de hace siete años al 75% de 2017. Es de suponer que no lamenta que se hayan producido menos delitos; y tampoco que encuentre relación entre número de empleados y delitos denunciados. Alguien debe advertir, a los “osados incultos”, de que decir “presunto delito” o “presunto delincuente” no quiere decir “hipotético” ni equivale a “posible”: la presunción es un medio de prueba. O sea, que decir “presunto autor” quiere decir “autor salvo prueba en contrario”. Y, en este juego de pruebas, prevalece la presunción de inocencia (art. 24 CE), que sólo decae ante la culpa probada.
El cristiano vive anticipadamente la plenitud del gozo cuando celebra la Santísima Trinidad. Y presta más atención a lo que dice cada vez que se santigua “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y cuando reza: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”. Y, viviendo con más intensidad ese amor a la Trinidad, descubrimos textos que escuchamos frecuentemente sin pensar que proclamamos el misterio. Como en el final del “Gloria”: “… Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros: porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú Señor; sólo Tú altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre”.
Algunos descubrieron un día las continuas invocaciones al Padre en la misa: “Orad hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso”; en los diferentes prefacios la atención amorosa se fija en las palabras: “Verdaderamente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro”. En los diferentes textos de la Plegaria Eucarística se invoca al Padre. Así en la III: “Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas las criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde sale el sol hasta el ocaso”. Y, en la exhortación final: “Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén”
Desde luego, el cristiano proclama su fe y manifiesta que cree en la Santísima Trinidad cuando reza el “Credo”: “Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos… Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una mismo adoración y gloria…” (niceno-constantinopolitano). Más breve, en el símbolo apostólico. No son pocos los que, además de la frecuente profesión de fe en el Credo, meditada o proclamada, disfrutan y confirman el gozo de su fe con el “Símbolo atanasiano” y el alma canta: “Quicumque vult salvus esse, ante omnia opus est…”
Mes de mayo, mes de María, nuestra Madre: “Si la Virgen nos sostiene, no caeremos; si Ella nos ampara, no perecemos; si la Virgen ruega por nosotros, nos salvaremos. ¡Oh, María, sin pecado concebida! Ruega por nosotros” (sabatina de un colegio marista)
LA HOJA SEMANAL
(del 28 de mayo al 2 de junio)
Lunes (28)
San Germán de París, obispo (8ª TO)
Palabras: “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja…” (Mc 10,25)
Reflexión: … que a un rico entrar en el reino de Dios”
Propósito, durante el día: Desprendimiento. Nada como propio y para siempre
Martes (29)
Santa Úrsula Ledóchowska, virgen (8ª TO)
Palabras: “Quien deje casa, o hermanos … por mí y por el Evangelio…” (Mc 10,29)
Reflexión: Recibirá ahora cien veces más con persecuciones y, luego, la vida eterna
Propósito, durante el día: Desprendimiento. Amar sólo por amor del Amor
Miércoles (30)
San Fernando III, rey (8ª TO)
Palabras: “El que quiera ser primero, sea esclavo de todos” (Mc 10,44)
Reflexión: Santiago y Juan piden sentarse junto a Jesús en la gloria
Propósito, durante el día. Desprendimiento de reconocimientos, alabanzas, elogios
Jueves (31)
La Visitación de la Virgen María (8ª TO)
Palabras: María se quedó con Isabel unos tres meses…” (Lc 1,56)
Reflexión: María fue aprisa a visitar a Isabel embarazada, aunque era de avanzada edad
Propósito, durante el día: María, cuida a las madres jóvenes y cuida a los ancianos
Viernes (1)
San Justino, mártir (8ª TO; Nª Sª de la Luz)
Palabras: “Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros” (Mc 11,25)
Reflexión: Para que también vuestro Padre del cielo os perdone
Propósito, durante el día: Madre del Amor Hermoso, dame dolor de amor
Sábado (2)
Santos Marcelino, presbítero, y Pedro, exorcista, mártires (8ª TO)
Palabras: “¿Con qué autoridad haces esto?” (Mc 11,28)
Reflexión: Preguntan los sacerdotes, escribas y ancianos. Jesús les deja sin palabras
Propósito, durante el día: Madre mía, ayúdame a seguir fielmente a Jesús
(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)
Las lecturas del día 27, domingo (Santísima Trinidad, ciclo B) nos unen a la Trinidad Santísima y un solo Dios: “el Señor es el único Dios, allá en el cielo y aquí abajo en la tierra” (Dt 4); “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son los hijos de Dios” (Rm 8); “Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28). Dios es nuestro Padre, que Jesús es Dios y hombre como nosotros y que el Espíritu Santo es Dios y nuestro valedor. Si Dios está conmigo ¿quién contra mí?
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “Desde aquel día de Pentecostés, y hasta el fin de los tiempos, esta santidad, cuya plenitud es Cristo, se entrega a todos aquellos que se abren a la acción del Espíritu Santo, y se esfuerzan en serle dóciles. Es el Espíritu el que hace experimentar una alegría plena. El Espíritu Santo, viniendo a nosotros, vence la sequedad, abre los corazones a la esperanza, estimula y favorece la maduración interna en la relación con Dios y el prójimo.” (Regina, día 20 de mayo de 2018)
- “Si en cada sacramento obra el Espíritu, está de modo especial en la confirmación, ya que «los fieles reciben como Don al Espíritu Santo» (Pablo VI, Cost. ap. “Divinae consortium naturae”). Y en el momento de hacer la unción, el obispo dice esta palabra: “Recibe al Espíritu Santo que te ha sido dado como don”: es el gran don de Dios, el Espíritu Santo. Y todos nosotros tenemos al Espíritu dentro. El Espíritu está en nuestro corazón, en nuestra alma. Y el Espíritu nos guía en la vida para que nos convirtamos en la sal correcta y en la luz correcta para los hombres. Si en el bautismo es el Espíritu Santo quien se sumerge en Cristo, en la confirmación es Cristo quien nos colma de su Espíritu, consagrándonos como sus testigos, partícipes del mismo principio de vida y de misión, según el designio del Padre celestial. El testimonio prestado por los que se confirman manifiesta la recepción del Espíritu Santo y la docilidad a su inspiración creativa.
Yo me pregunto: ¿Cómo se ve que hemos recibido el Don del Espíritu? Si cumplimos las obras del Espíritu, si pronunciamos palabras enseñadas por el Espíritu (cf. 1 Corintios 2, 13). El testimonio cristiano consiste en hacer solo y todo aquello que el Espíritu de Cristo nos pide, concediéndonos la fuerza de cumplirlo.” (Audiencia general, día 23 de mayo de 2018)
- “63. Puede haber muchas teorías sobre lo que es la santidad, abundantes explicaciones y distinciones. Esa reflexión podría ser útil, pero nada es más iluminador que volver a las palabras de Jesús y recoger su modo de transmitir la verdad. Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: “¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?”, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.”
“Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”
69. Esta pobreza de espíritu está muy relacionada con aquella «santa indiferencia» que proponía san Ignacio de Loyola, en la cual alcanzamos una hermosa libertad interior: “Es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás”.
70. … Ser pobre en el corazón, esto es santidad.” (Exh. Ap. “Gaudete et exsultate”)
(27.05.18)
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