LO TRIBUTARIO (nº 426)

La aplicación de los tributos (2): nociones

La incorporación a nuestro ordenamiento jurídico y la regulación de la “aplicación de los tributos” es una novedad introducida por la LGT/2003, como lo fue la desagraciada designación genérica de los administrados como “obligados tributarios” (v. art. 35 LGT), a diferencia de la Administración, a pesar de que también es una “obligada” no sólo administrativa (sometida a la Ley y al Derecho, art. 103 CE y art. 3 Ley 40/2015, RJSP), sino también tributaria (art. 30 LGT), aunque, ciertamente, son diferentes las consecuencias de los incumplimientos de los administrados (sanciones) y de la Administración y sus empleados.

Desde luego, “tributo” es una palabra que procede del latín, aunque el rastreo de su raíz lleve a orígenes tan diversos como la tribu (tribus, us, sust. 4ª d: división territorial), el tribuno (tribunus, i, sust. 2ª d: de la plebe o militar), el tribunal (tribunal, is, sust. 3ª d: estrado de magistrados), contribuir (de tribuo, tribuere 3ª ver. trans: distribuir), lo tribal (tributus, a, um, adj. votación por tribus para elegir a tribunos, ediles y cuestores y aprobar leyes) y tributo (tributum, i, sust, 2ª d, neut). Está en el Derecho Romano la definición de los preceptos jurídicos como: Iuris praecepta sunt haec: honeste vivere, alterum no laedere et suum cuique tribuere (vivir honestamente, no dañar a los demás y dar a cada uno lo que le corresponde; Ulpiano, Digesto) y de Justicia: Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuens (la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno según su derecho, Ulpiano, Digesto).

En la Ciencia de la Hacienda el tributo es el género de los ingresos públicos con coactividad directa (apremio si no se paga) que contiene como especies: los impuestos, las exacciones, las contribuciones especiales y las tasas (v. art. 2 y D. Ad 1ª LGT). Contribuir y contribución son palabras que, en su etimología, ponen de manifiesto la aportación colectiva y la distribución colectiva de costes (v. art. 31 CE) para así financiar los gastos públicos, en aras del bien común, de los intereses generales. En los precedentes históricos los impuestos eran una contribución exigida por los vencedores a los vencidos. Y los tributos eran contribuciones obligatorias exigidas por los soberanos a los súbditos. En la tributación se sitúa uno de los orígenes de las aplicaciones democracias en cuanto que fue una exigencia del pueblo que los tributos exigibles se aprobaran en parlamentos representativos (nobleza, clero y pueblo). Y también se encuentra en la tributación alguna peculiar técnica fiscal, como cuando se exigía a los pueblos comprar sal al soberano y, después, se establecía un impuesto sobre la sal.

En la LGT/1963 no se distinguía entre actividades y actuaciones; en las funciones de la Administración en materia tributaria se señalaba (art. 90) la separación de sus dos “órdenes”: de gestión, para la liquidación y recaudación, y de resolución de reclamaciones. En el primer “orden” no había más que dos procedimientos: el de gestión (arts. 101 a 124), que se iniciaba por declaración, de oficio o por investigación (art. 101) y que terminaba por la liquidación (art. 120), que era definitiva por comprobación, por perención y por prescripción; y el de recaudación en vía ejecutiva de apremio (arts. para 126 a 139). Las competencias de los órganos de gestión atendían: a la función (art. 91: liquidación, recaudación y resolución de reclamaciones), al ámbito territorial (arts. 92 y 93) y al órgano (arts. 94 y 95).

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Campaña de IRPF. Noticia de entrenador que evita la prisión, aceptando la evasión tributaria y pagando. Mera prisión por deudas, sin bien protegido como exige un delito.

Pentecostés. Para muchos es como la Pascua del Espíritu Santo, que llega al acabar los días de celebración de la Pascua de Resurrección. Es una forma de coronar un tiempo especial que empezó hace meses con el Adviento que prepara para la Pascua de Navidad. Ha sido un tiempo de celebrar el amor de Dios que es Amor: amor del Padre en el Hijo que se encarnó en la Virgen María por obra del Espíritu, que vivió entre nosotros, que padeció y murió para redimirnos; y que venció a la muerte con su resurrección; que subió al cielo. Así animados, caminamos con el amor de Dios y en su amor hasta llegar a la morada que está preparada en el cielo y para siempre.

El cristiano celebra la Pentecostés con palabras de la preciosa secuencia: “Ven, Espíritu divino, / manda tu luz desde el cielo. / Padre, amoroso del pobre; / don, en tus dones, espléndido; / luz que penetra las almas; / fuente del mayo consuelo. / Ven, dulce huésped del alma, / descanso de nuestro esfuerzo, / tregua en el duro trabajo, / brisa en las horas de fuego, / gozo que enjuga las lágrimas / y reconforta en los duelos. / Entra hasta el fondo del alma, / divina luz, y enriquécenos. / Mira el vacío del hombre, / si Tú le faltas por dentro; / mira el poder del pecado, / cuando no envías tu aliento. / Riega la tierra en sequía, / sana el corazón enfermo, / lavas las manchas, / infunde calor de vida en el hielo, / doma el espíritu indómito, / guía al que tuerce el sendero. / Reparte tus siete dones, / según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, / dale al esfuerzo su mérito; / salva al que busca salvarse / y danos tu gozo eterno.”

Al Espíritu Santo le rezamos para ofrecer lo que hacemos, para pedir ayuda y consejo, para superar nuestras debilidades: Veni, Sancte Spiritus, reple tuorum corda fidelium; et tui amoris in eis ignem accende” (Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor). Y le invocamos cada día: “Ure ignis, Sancti Spiritus, renes nostros et cor nostrum” (Enciende con el fuego del Espíritu Santo nuestras entrañas y nuestro corazón).

Y el Espíritu Santo que es “don espléndido en sus dones”, se nos da como Dios que es y con el amor de Dios que es amor. Los cristianos debemos recibir esos dones, ser conscientes del divino regalo y dar gracias por la gracia de Dios, por todos los beneficios recibidos, incluidos los que ignoramos (etiam ignotis): don de sabiduría, don de entendimiento, don de consejo, don de fortaleza, don de ciencia, don de piedad y don de temor de Dios. ¿Somos conscientes de estos regalos? ¿los hacemos vida nuestra? Del Espíritu Santo son los doce frutos: amor, alegría, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad (cf. Ga 5,22-23)

Virgen María, hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo, esposa de Dios Espíritu Santo. Y madre nuestra: “… Sobre todo, amémosla mucho, refugiémonos bajo su manto, obsequiémosla hoy con algún sacrificio: con nuestra oración más fervorosa, con la tentación vencida, el trabajo mejor hecho, el deber mejor cumplido. Llevemos con amor su medalla, vistamos su escapulario, veneremos su imagen bendita, recemos su rosario, las tres avemarías, invoquémosla en los peligros, llamémosla en las tentaciones…” (sabatina de un colegio marista)

LA HOJA SEMANAL
(del 21 al 26 de mayo)

Lunes (21)

San Eugenio de Mazenod, obispo, fundador (7ª TO) (Nª Sª Rocío, Nª Sª de Linarejos)
Palabras: “¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe (Mc 9,23)
Reflexión: Esta especie (de demonio) sólo puede salir con oración
Propósito, durante el día: Fe. Señor, aumenta mi fe; que viva mi fe

Martes (22)

Santa Joaquina Vedruna, fundadora (7ª TO)
Palabras: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos” (Mc 9,35)
Reflexión: Discutían los discípulos quien era el más importante…
Propósito, durante el día: Caridad. Tú que eres amor, dame amor para dar amor

Miércoles (23)

San Desiderio de Langres, obispo (7ª TO)
Palabras: “El que no está contra nosotros, está a favor nuestro” (Mc 9,40)
Reflexión: Aquí hay uno que no es de los nuestros que echa demonios en tu nombre
Propósito, durante el día: Dios mío: que te quiera como tu quieres que te quiera

Jueves (24)

Jesucristo, sumo y eterno sacerdote (Nª Sª de la Estrada, María Auxiliadora)
Palabras: “… infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga” (Mc 9,48)
Reflexión: Un vaso de agua no quedará sin recompensa; gravedad del escándalo
Propósito, durante el día: Guarda del corazón, de la vista, de la lengua…

Viernes (25)

San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia (7ª TO)
Palabras: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mc 10,9)
Reflexión: Si se divorcia y se casa con otro, comete adulterio
Propósito, durante el día: Rezar por los casados. Rezar por la fidelidad

Sábado (26)

San Felipe Neri, presbítero y fundador (7ª TO)
Palabras: “De los que son como ellos es el reino de Dios” (Mc 10,14)
Reflexión: El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él
Propósito, durante el día: Madre mía, de tu mano, con Jesús, hasta el cielo

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 20, domingo (de Pentecostés) nos llenan el alma de alegría: “Se llenaron todos de Espíritu Santo” (Hech 2); “Nadie puede decir “Jesús es Señor” si no es bajo la acción del Espíritu Santo” (1 Co 12); “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20). La Pentecostés es solemnidad para redescubrir al Gran Desconocido, a nuestro Abogado, nuestro Consejero, nuestro Consuelo, al Espíritu Santo que es Dios con el Padre y con el Hijo, que es amor en el amor trinitario. Alegre festividad que nos anima a ser santos.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión, es decir, buscadores de Cristo a lo largo de los caminos de nuestro tiempo, llevando su palabra de salvación hasta los confines de la tierra. En este itinerario encontramos a Cristo mismo en nuestros hermanos, especialmente en los más pobres, en aquellos que sufren en carne propia la dura y mortificante experiencia de las viejas y nuevas pobrezas. Como al inicio Cristo Resucitado envió a sus discípulos con la fuerza del Espíritu Santo, así hoy Él nos envía a todos nosotros, con la misma fuerza, para poner signos concretos y visibles de esperanza. Porque Jesús nos da la esperanza, se fue al cielo y abrió las puertas del cielo y la esperanza de que lleguemos allí.” (Regina, 13 de mayo de 2018)

- “La celebración del bautismo se concluye con la oración del Padre Nuestro, propia de la comunidad de los hijos de Dios. De hecho, los niños renacidos en el bautismo recibirán la plenitud del don del Espíritu en la confirmación y participarán en la eucaristía, aprendiendo qué significa dirigirse a Dios llamándole “Padre”.

Al finalizar estas catequesis sobre el bautismo, repito a cada uno de vosotros la invitación que expresé así en la exhortación apostólica “Gaudete et exsultate”: “Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Gálatas 5, 22-23)” (n. 15). (Audiencia general, día 16 de mayo de 2018)

- “56. Solamente a partir del don de Dios, libremente acogido y humildemente recibido, podemos cooperar con nuestros esfuerzos para dejarnos transformar más y más. Lo primero es pertenecer a Dios. Se trata de ofrecernos a él que nos primerea, de entregarle nuestras capacidades, nuestro empeño, nuestra lucha contra el mal y nuestra creatividad, para que su don gratuito crezca y se desarrolle en nosotros: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Rm 12,1). Por otra parte, la Iglesia siempre enseñó que solo la caridad hace posible el crecimiento en la vida de la gracia, porque si no tengo caridad, no soy nada (cf. 1 Co 13,2)

… 57. Todavía hay cristianos que se empeñan en seguir otro camino: el de la justificación por las propias fuerzas, el de la adoración de la voluntad humana y de la propia capacidad, que se traduce en una autocomplacencia egocéntrica y elitista privada del verdadero amor. Se manifiesta en muchas actitudes aparentemente distintas: la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, la vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, el embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial. En esto algunos cristianos gastan sus energías y su tiempo, en lugar de dejarse llevar por el Espíritu en el camino del amor, de apasionarse por comunicar la hermosura y la alegría del Evangelio y de buscar a los perdidos en esas inmensas multitudes sedientas de Cristo. (Exh. Ap. “Gaudete et exsultate”)

(20.05.18)

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