LO TRIBUTARIO (nº 367)
Los impuestos indirectos (1):concepto
En las reflexiones sobre los conceptos tributarios conviene recordar aspectos elementales. Así la distinción entre “tributo” (género) e “impuesto” (especie, junto a las tasas, las contribuciones especiales y las exacciones fiscales). Y, también, la clasificación de los tributos en directos e indirectos, según que se exijan sobre una manifestación “directa” de la capacidad económica del contribuyente (la renta que se gana, el patrimonio que se tiene) o sobre su manifestación “indirecta” (la renta que se gasta). En todo caso, no se debe olvidar que la tributación, en su origen, era una exigencia coactiva sobre extranjeros y, desde luego, sobre los vencidos. Las referencias evangélicas al pago al César (impuestos romanos) o a la exención de los “hijos de Israel” (tributo para sostenimiento del Templo), confirman esa consideración.
Con esa base de referencia, se puede recordar también que la imposición directa tiene sus antecedentes en los impuestos sobre las herencias, y, casi simultáneamente, los impuestos sobre el patrimonio manifestado en la titularidad sobre terrenos y sobre la renta de artesanos y comerciantes. La imposición indirecta encuentra sus orígenes en los derechos de aduana, exigidos por la introducción en las ciudades de géneros y mercancías, y en la tributación de comerciantes que vendían en ferias y mercados.
- Precisamente esa referencia histórica sirve para comprender también por qué son impuestos indirectos. Tratándose de impuestos exigibles por la “renta gastada”, no se cobraban a cada comprador de los productos “importados” o “vendidos”, sino al que introducía los bienes en las ciudades o al vendedor, sin que quepa duda de que éstos se resarcían subiendo los precios que pagaban los compradores. Esa es la exigencia “indirecta” de los impuestos sobre la renta gastada en la adquisición de bienes y servicios.
Ese resarcimiento de la “carga fiscal” es el que se estudia como efecto “traslación” (en la Ciencia de la Hacienda) y como “repercusión” (en el Derecho Tributario). En la LGT/2003, novedosamente, se incluyó, junto con la obligación principal (pago de la deuda tributaria, art. 19), las obligaciones accesorias (recargos, de extemporaneidad y de apremio, e intereses de demora, arts. 25 a 28) y las formales (facturas, declarar, registrar, contabilizar…, art. 29), las obligaciones de realizar pagos a cuenta, hacer ingresos a cuenta, de retener y de “repercutir” (arts, 23 y 24) con las correlativas de soportar la retención o la repercusión.
Aunque sea un criterio de clasificación “menor”, puede ser interesante recordar que, históricamente, se consideró tributos “directos” sólo aquéllos en los que estaban preseñalados los contribuyentes con sus nombres y localización, que así aparecían en las “relaciones de contribuyentes” con las que actuaban los recaudadores, a diferencia de los demás tributos en los que la condición de contribuyente “se adquiría” por hechos sucedidos (tener, ganar, gastar). Poco que ver aquel criterio con las obligaciones censales (y su proyección en el NIF) que actualmente se exigen y que son la base para formar y actualizar la impresionante base de datos de la Administración y para asegurar un control del cumplimiento de las obligaciones tributarias ya sea mediante verificación, comprobación limitada o inspección (arts. 131, 136, 145 LGT).
DE LO HUMANO A LO DIVINO
La noticia debe ser inexacta: inspeccionada la situación del contribuyente, firmada el acta en conformidad con la deuda exigida y liquidada ésta, se pretender regularizar otra vez y más porque antes no se conocía otras rentas ahora descubiertas. La seguridad jurídica no podría soportar algo así. Y, ya en “el nuevo Derecho”, conviene recapacitar sobre si toda acción ilícita es manifestación de la libertad de pensamiento y expresión. Así, el defraudador a la Hacienda Pública estaría manifestando una ideología personal. Sería difícil entender que las medidas de cautela o represión que se toman son por expresar su idea de la convivencia. Y está, también, la novedad del “no lo haré más”.
El cristiano sabe que se acerca el final del año litúrgico. Es un tiempo favorable para el examen personal sobre la vida pasada, de los últimos doce meses, y para ir preparando el ánimo para los propósitos que permitirán corregir fallos, caídas, olvidos. Es un examen de amor y por amor. “No fuera malo”, en expresión norteña, trasladar esa revisión a nuestro quehacer ordinario: sobre el amor a nuestra familia, sobre el amor con los amigos, sobre el amor con los compañeros de trabajo, con los dependientes; y con loe enemigos; y también en la indiferencia por lo que ocurre en el mundo, lejos de nosotros, pero de lo que tenemos noticia por catástrofes, epidemias, guerras, terrorismo: muertos, enfermos, heridos, los injustamente perseguidos. Se trata de procurar y sentir “dolor de amor”, dolor de corazón porque amo poco, porque amo mal, por amar mi “yo”
- La liturgia nos regala lecturas consoladoras. Sobre la muerte de los que han querido ser buenos: “a la hora de la cuenta resplandecerán como chispas que prenden en un cañaveral” porque los que confían en Dios “comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado; porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos” (cf. Sb 3,9). Sobre la esperanza en el encuentro con Dios: “¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor… veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán” (Jb 19.23-26). Sobre lo que encontraremos: “El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros… Aquel día se dirá: Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación” (cf. Is 25,9)
- San Pablo nos afirma en la confianza: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será, acaso, Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vendemos fácilmente por Aquél que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 31-35.37-39). La seguridad del amor de Dios: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida ¿quién me hará temblar?” (salmo 26.1).
“Yo lo miro y Él me mira”. “Dios es todo y lo primero. Dios es lo que yo más quiero”.
LA HOJA SEMANAL
(del 13 al 18 de noviembre)
Lunes (13)
San Estanislao de Kostka, confesor (32ª TO)
Palabras: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza…” (Lc 17,6)
Reflexión: Auméntanos la fe
Propósito, durante el día: Presencia. Creo que estás aquí, que me ves, que me oyes
Martes (14)
San José Pignatelli S.I. (32ª TO)
Palabras: “Somos inútiles siervos …” (Lc 17,10)
Reflexión: “Lo que teníamos que hacer, lo hemos hecho”
Propósito, durante el día: Gracias por la vocación. Gracias, perdón y ayúdame
Miércoles (15)
San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia (32ª TO)
Palabras: “Los otros nueve dónde están?” (Lc 17,17)
Reflexión: Fueron curados diez leprosos. Sólo volvió a agradecer uno, samaritano
Propósito, durante el día: Acción de gracias. Continua: en todo, por todo
Jueves (16)
Santa Margarita de Escocia, reina, esposa y madre (32ª TO)
Palabras: “El reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17,21)
Reflexión: Con Jesucristo el Reino ya ha llegado
Propósito, durante el día: Padrenuestro: venga a nosotros tu reino
Viernes (17)
Santa Isabel de Hungría (32ª TO)
Palabras: “El que pretenda guardarse su vida, la perderá; …” (Lc 17,33)
Reflexión: “… y el que la pierda la recobrará”
Propósito, durante el día: Entrega. Tuyo soy, para Ti nací, ¿qué quieres de mí?
Sábado (18)
Dedicación de las basílicas de san Pedro y san Pablo
Palabras: “Se les acercó Jesús, andando sobre el agua” (Mt 14,25)
Reflexión: Pedro bajó de la barca y echó a andar… Le entró miedo y empezó a hundirse
Propósito, durante el día: De tu mano, Madre, sin miedo hasta el cielo
(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)
Las lecturas del día 12, domingo (32º TO; ciclo A) nos traen palabras de esperanza: la sabiduría “va de un lado a otro buscando a los que la merecen” (Sb 6); “a los que han muerto “Dios, por medio de Jesús, los llevará con él” (1Tes 4); “llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas” (Mt 25). Es tiempo de estar preparados, de vivir la alegría del viaje de fin de curso, mientras nos esforzamos en sacar buenas notas en las tareas de cada día. La Madre, san José, el cielo, nos ayudan.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “Nosotros discípulos de Jesús no debemos buscar título de honor, de autoridad o de supremacía. Yo os digo que a mí personalmente me duele ver a personas que psicológicamente viven corriendo detrás de la vanidad de las condecoraciones. Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos hacer esto, ya que entre nosotros debe haber una actitud sencilla y fraterna.
Todos somos hermanos y no debemos de ninguna manera dominar a los otros y mirarlos desde arriba. No. Todos somos hermanos. Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros; la modestia es esencial para una existencia que quiere ser conforme a la enseñanza de Jesús, que es manso y humilde de corazón y ha venido no para ser servido sino para servir.” (Angelus, día 5 de noviembre de 2017)
- “La eucaristía es un suceso maravilloso en el cual Jesucristo, nuestra vida, se hace presente. Participar en la misa “es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre por la salvación del mundo” (“Homilía en la santa misa”, Casa S. Marta, 10 de febrero de 2014). El Señor está ahí con nosotros, presente. Muchas veces nosotros vamos ahí, miramos las cosas, hablamos entre nosotros mientras el sacerdote celebra la eucaristía... y no celebramos cerca de Él. ¡Pero es el Señor! Si hoy viniera aquí el presidente de la República o alguna persona muy importante del mundo, seguro que todos estaríamos cerca de él, querríamos saludarlo. Pero pienso: cuando tú vas a misa, ¡ahí está el Señor! Y tú estás distraído. ¡Es el Señor! Debemos pensar en esto. “Padre, es que las misas son aburridas” —“pero ¿qué dices, el Señor es aburrido?” —“No, no, la misa no, los sacerdotes” —“Ah, que se conviertan los sacerdotes, ¡pero es el Señor quien está allí!”. ¿Entendido? No lo olvidéis. Participar en la misa es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Intentemos ahora plantearnos algunas preguntas sencillas. Por ejemplo, ¿por qué se hace la señal de la cruz y el acto penitencial al principio de la misa? Y aquí quisiera hacer un paréntesis. ¿Vosotros habéis visto cómo se hacen los niños la señal de la cruz? Tú no sabes qué hacen, si la señal de la cruz o un dibujo. Hacen así (hace un gesto confuso). Es necesario enseñar a los niños a hacer bien la señal de la cruz. Así empieza la misa, así empieza la vida, así empieza la jornada. Esto quiere decir que nosotros somos redimidos con la cruz del Señor. Mirad a los niños y enseñadles a hacer bien la señal de la cruz. Y estas lecturas, en la misa, ¿por qué están ahí? ¿Por qué se leen el domingo tres lecturas y los otros días dos? ¿Por qué están ahí, qué significa la lectura de la misa? ¿Por qué se leen y qué tiene que ver? O ¿por qué en un determinado momento el sacerdote que preside la celebración dice: “levantemos el corazón”? No dice: “¡Levantemos nuestros móviles para hacer una fotografía!”. ¡No, es algo feo! ...” (Audiencia general, día 8 de noviembre de 2017)
(12.11.17)
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