LO TRIBUTARIO (nº 314)

Comprender el Impuesto de Sucesiones y Donaciones

Posiblemente se trata del impuesto directo más antiguo de los que se conocen. Con referencias en códigos antiquísimos y con regulación en el Derecho romano, su justificación ha encontrado toda clase de justificaciones. Así, además de la evidente manifestación directa de una capacidad económica para contribuir (art. 31 CE) de quien recibe una herencia o una donación, se ha podido considerar que es un impuesto justo porque asegura la redistribución de la riqueza (lo que como es natural también se produce con la muerte), tanto que, con tipos muy elevados, en pocos años y con herencias sucesivas, podría hacer públicas toda la riqueza privada. También se defendió que, si el Estado con su política de Fomento y Seguridad ha contribuido a que se forme la masa hereditaria, es lógico que se llame también a heredar; o que con este impuesto el Estado recupera lo no cobrado por los fraudes en vida del fallecido. En nuestros días, se considera confiscatorio porque con el ISyD se reitera el gravamen sobre la misma renta ganada (IRPF) y ahorrada (IP), sin hablar de tributos locales (IBI, Plusvalía municipal).

El ISyD, en sí mismo, es confiscatorio si se considera que lo recibido por donación, herencia o legado no siendo renta (porque la renta es el fruto de un capital material o humano), se trata como si lo fuera (hasta el extremo que en el IRPF se regula la no sujeción de lo sujeto al ISyD). Es bastante considerar el tratamiento con el que se protege la sucesión universal de sociedades cuando los sucesores “continúan” la actividad (no sujeción en el IRPF de disoluciones y divisiones patrimoniales, diferimiento en el IS, no sujeción en el IVA), para justificar la improcedencia de exigir el ISyD. Incluso la reducción en este impuesto por la sucesión de empresas dificulta que se pueda encontrar justificación para la exigencia fiscal respecto de otros bienes.

Si estas consideraciones permiten justificar la no exigencia del ISyD aprobada en algunas Comunidades Autónomas al menos para donaciones y herencias en caso de parentesco cercano, sigue sin explicación convincente la agravación del impuesto atendiendo al patrimonio preexistente en el adquirente. Su única justificación es de naturaleza política: evitar que se perpetúen las posiciones sociales de riqueza. Pero esa finalidad no tiene justificación fiscal en un impuesto que se exige según una escala de tipos progresiva. Agravar la progresividad es la perversión fiscal que se produjo cuando se ha aplicado durante años, sin réplica jurídica, el gravamen sobre la cuota del IRPF.

La crítica social generalizada, como es lógico no está basada en esas consideraciones científicas o técnicas. Es más sencilla en su exposición: hay personas que tienen que renunciar a la herencia a la vista de que lo que tienen que tributar es más que el valor de lo heredado. Aunque no faltan los que defienden la pervivencia del ISyD porque son “los ricos” los que se encuentran en esa situación, otros consideran que es un problema menor porque, en los parentescos próximos y para viviendas y empresas, se reduce o desaparece la tributación en muchos ámbitos autonómicos. Unas Comunidades están por la supresión, otras por la vigencia; otras piden al Estado que suprima y compense.

Cedidos a las Comunidades Autónomas, tanto el ISyD, como el ITP, se exigen atendiendo al “valor real” que es un valor “irreal” (ajeno, contrario a la realidad), una estimación administrativa (art. 57 LGT), creciente aunque el precio de mercado baje.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Se dice que hay inquietud en las “sicav” que ven fallido el intento de elusión mediante fusión con fondos de inversión. Además de que se debería haber declarado una imposibilidad jurídica, se ha considerado que hace tributar por las ganancias. Y también está la ineludible comunicación de socios, la posible exigencia de una participación mínima de cada uno y el riesgo de que los que sólo eran nombres se personifiquen.

¡Aleluya! ¡Ha resucitado! Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe (1Co 15,17). En la Pascua de Resurrección, el cristiano vive una alegría de persona joven: la risa franca y sincera de los que han visto realizada su ilusión y su corazón está lleno de nuevas metas y tiene ánimo para procurar alcanzarlas.

“Pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé, compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y, muy de mañana, al día siguiente del sábado, llegaron al sepulcro cuando ya estaba saliendo el sol. Y se decían unas a otras: - ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada al sepulcro? Y al mirar vieron que la piedra había sido removida, a pesar de que era muy grande. Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y se quedaron muy asustadas. Él les dice: -No os asustéis; buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron. Pero marcharos y decid a sus discípulos y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea: allí le veréis, como os dijo” (Mc 16,1-7)

“Ellas partieron al instante del sepulcro con gran temor y una gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús le salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron” (Mt 28,8-9)

“Entonces ellas se acordaron de sus palabras. Y al regresar del sepulcro anunciaron todo esto a los once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana, María la de Santiago; también las otras que estaban con ellas contaban estas cosas a los apóstoles. Y les pareció como un desvarío lo que contaban y no les creían” (Lc 24,8-11)

“Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y legó antes al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Y los discípulos se marcharon de nuevo a casa” (Jn 20,3-10)

“María estaba fuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y vio a dos ángeles de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido colocado el cuerpo de Jesús. Ellos dijeron: -Mujer, ¿por qué lloras? -Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto -les respondió. Dicho esto se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: -Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella pensando que era el hortelano, le dijo: -Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dijo: -¡María! Ella volviéndose, exclamó en hebreo: -Rabbuni! – que quiere decir maestro (Jn 20,11-16)

LA HOJA SEMANAL
(del 17 al 22 de abril)

Lunes (17)

Santa Catalina Tekakwitha, laica (de la Octava de Pascua)
Palabras: De pronto Jesús les salió al encuentro (Mt 28,9)
Reflexión: Le abrazaron los pies. “No tengáis miedo”
Propósito, durante el día: Que Te encuentre. Que no me separe de Ti

Martes (18)

San Perfecto de Córdoba, presbítero (de la Octava de Pascua)
Palabras: “- ¡María!”. Ella se vuelve y le dice: -Maestro” (Jn 20,16)
Reflexión: Ha visto al Señor y me ha dicho esto
Propósito, durante el día: Testimonio. Pedir ayuda a Dios y a nuestra Madre

Miércoles (19)

San León IX, papa (de la Octava de Pascua)
Palabras: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? (Lc 24,17)
Reflexión: Nosotros esperábamos… Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto
Propósito, durante el día: Reconocer a Jesús. No hacer un Dios a mi voluntad.

Jueves (20)

Santa Inés de Montepulciano, virgen (de la Octava de Pascua)
Palabras: “Mirad mis manos y mis pies: soy una persona” (Lc 24,39)
Reflexión: ¿Tenéis ahí algo de comer? Le dieron un trozo de pez asado
Propósito, durante el día: Jesús en lo cotidiano. Hablar de Él a los otros

Viernes (21)

San Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia (de la Octava de Pascua)
Palabras: “¡Es el Señor!” (Jn 21,7)
Reflexión: Al oír que era el Señor, Pedro se ató la túnica y se echó al agua
Propósito, durante el día: Jesús en lo cotidiano. Hablar con Jesús. Seguir su consejo

Sábado (22)

Santos Sotero y Cayo, presbíteros (de la Octava de Pascua)
Palabras: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio” (Mc 16,15)
Reflexión: Se apareció a María Magdalena, luego a dos que iban a Emaús, y a los Once
Propósito, durante el día: Madre, ayúdame a cumplir la voluntad de Jesús

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 16, domingo (de Pascua de Resurrección) nos llaman a la renovación pascual: “Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver” (Hch 10); “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allí arriba” (Col 3); “Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos” (Jn 20). Es tiempo de compromiso, de propósitos concretos y sinceros, de cambiar lo que sea preciso porque Dios quiere que sea santo: testigo del Amor, procurando amor en todo.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Pero este Jesús, que justamente según las Escrituras entra de esa manera en la Ciudad Santa, no es un iluso que siembra falsas ilusiones, un profeta “new age”, un vendedor de humo, todo lo contrario: es un Mesías bien definido, con la fisonomía concreta del siervo, el siervo de Dios y del hombre que va a la pasión; es el gran Paciente del dolor humano.

Así, al mismo tiempo que también nosotros festejamos a nuestro Rey, pensamos en el sufrimiento que él tendrá que sufrir en esta Semana. Pensamos en las calumnias, los ultrajes, los engaños, las traiciones, el abandono, el juicio inicuo, los golpes, los azotes, la corona de espinas... y en definitiva al “via crucis”, hasta la crucifixión.

Él lo dijo claramente a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Mt 16,24). Él nunca prometió honores y triunfos. Los Evangelios son muy claros. Siempre advirtió a sus amigos que el camino era ese, y que la victoria final pasaría a través de la pasión y de la cruz. Y lo mismo vale para nosotros. Para seguir fielmente a Jesús, pedimos la gracia de hacerlo no de palabra sino con los hechos, y de llevar nuestra cruz con paciencia, de no rechazarla, ni deshacerse de ella, sino que, mirándolo a él, aceptémosla y llevémosla día a día.” (Homilía, domingo de Ramos, día 9 de abril de 2017)

(16.04.17)

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