LO TRIBUTARIO (nº 310)
Conocer el IP (2): las valoraciones
No serán muchos los que recuerden que en 1976, a semejanza de la Ordenanza alemana, se elaboró en la DGT un proyecto de ley de valoraciones tributarias que debería aplicarse a todos los efectos fiscales. Se hizo y se archivó. Lo que sí se conoce es que una de las justificaciones del IEP de 1977 fue facilitar el control y la valoración en el concepto “incrementos y disminuciones de patrimonio” que sería novedad en el nuevo IRPF de 1978. Lo que se sabe también es que el IRPF incorpora su propia valoración.
Nada menos que la mitad de los artículos de la Ley 19/1991, LIP, se dedican a regular la base imponible y la valoración de los elementos patrimoniales que determinan su importe. Aunque se trata de una ley que sustituye a la Ley 50/1977, que regulaba el IEP, es casi idéntica. Y, aunque elimina algunas valoraciones complicadas (el método hamburgués, para las cuentas en entidades bancarias y financieras, y su relación con las deudas), mantiene las deficiencias originarias como son: la referencia a valores alternativos con aplicación “del mayor” (inmuebles, depósitos, participaciones en fondos propios de entidades) o a valoraciones en otros impuestos (seguros, rentas, vehículos, derechos reales, concesiones, opciones); y, sobre todo, al mantener valores ciertos, con valores estimados o administrativos.
El artículo 9 LIP establece que la base imponible es el valor del patrimonio neto del sujeto pasivo que resulta de la diferencia entre: a) el valor de los bienes y derechos de que sea titular; y b) tanto las cargas y gravámenes de naturaleza real cuando disminuyen el valor de los bienes y derechos, como las deudas u obligaciones personales. No se deducen las cargas y gravámenes que correspondan a bienes exentos. En la tributación por obligación real (no residentes) sólo son deducibles las cargas y gravámenes que afecten a los bienes y derechos que radiquen en España o puedan ejercitarse o deban cumplirse aquí, así como las deudas por capitales invertidos en tales bienes. Se debe recordar que las deudas no son cargas, tampoco lo es una hipoteca que sólo es una garantía de una deuda personal. Cargas son las pensiones y los censos.
Los artículos 10 a 25 LIP regulan la valoración de los distintos elementos patrimoniales que integran la base imponible: bienes inmuebles; depósitos en cuenta corriente o de ahorro, a la vista o a plazo; valores representativos de la cesión a terceros de capitales propios negociados en mercados organizados; otros valores representativos de la cesión de capitales; valores representativos de la participación en fondos propios de entidades negociados en mercados organizados; demás valores representativos de la participación en fondos propios de entidades; seguros de vida y rentas temporales o vitalicias; joyas, pieles de carácter suntuario y vehículos, embarcaciones y aeronaves; objetos de arte y antigüedades; derechos reales; concesiones administrativas; derechos de la propiedad intelectual o industrial; opciones contractuales; demás bienes y derechos; y las deudas, con exclusión de las avaladas hasta que deba pagarlas el avalista y de la hipoteca que garantiza el precio aplazado en una adquisición.
La base imponible se determina (art. 26 LIP) en estimación directa, aunque cabe la indirecta si se dan las circunstancias que la justifican (art. 50 LGT). Y cabe la tasación pericial contradictoria (art. 27 LIP) en los elementos que la ley señala.
DE LO HUMANO A LO DIVINO
Reclamo comercial: “Día sin IVA”. O no es verdad o es ilegal (art. 88 LIVA); o es una rebaja legalmente arriesgada (arts. 15 y 17,5 LGT) o es un resarcimiento que conlleva tributación (art. 9 LIVA; art. 3 LISyD). A falta de noticias, la mente se entretiene.
Domingo cuarto de Cuaresma. Domingo “Laetare”, como un breve receso en tiempos de penitencia, de sacrificios. La Iglesia, madre, procura a sus hijos esa caricia de esperanza cuando ya se ve la luz de la Pascua. Tiempo para meditar pasajes de alegría:
“¿Quién de vosotros si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo, sale en busca de la que se perdió hasta encontrarla?... Os digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión” (Lc 15, 4-7). Debemos saborear la parábola: el cielo se alegra, Dios, la Virgen María, los santos, los ángeles, se alegran de nuestra conversión. ¡Ánimo!
“¿O qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y barre la casa y busca cuidadosamente hasta encontrarla?... Así os digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lc 15, 8-10). El arrepentimiento y el propósito de procurar no volver a caer son causa de esa alegría: ¡puedo alegrar a los ángeles!
“Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos le dijo a su padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y les repartió los bienes… Cuando aún estaba lejos, le vio su padre y se compadeció. Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y le cubrió de besos… El hijo mayor… se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerle… había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano… estaba perdido y ha sido encontrado” (Lc 15, 11-32). No nos deja acabar: Dios sale a buscarnos, Dios nos abraza y nos besa. Hay fiesta en el cielo.
“Como mi Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor… Os he dicho esto para mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,9-12). “Os volveré a ver y se os alegrará el corazón, y nadie os quitará vuestra alegría… Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa” (Jn 16,22 y 24). Este es el plan de nuestra vida. Con Jesús, por Jesús, para Jesús. Con la alegría del amor de Dios.
“Volvieron los setenta y dos llenos de alegría… Él les dijo: - Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo… Pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo” (Lc 10,16,17-18 y 20). Enviados por el Padre, llenos del Espíritu Santo, acompañados de Jesús.
“- Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa”. Bajó rápido y lo recibió con alegría (Lc 19,6). Dios en mi casa, en mi alma, en mi quehacer de cada día.
“Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y una gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron” (Mt 28, 5-6. 8-9). Así de sencillo. Jesús nos sale al encuentro y lo amamos aún más.
LA HOJA SEMANAL
(del 27 de marzo al 1 de abril)
Lunes (27)
San Ruperto, obispo (4ª Cuaresma)
Palabras: “Creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino” (Jn 4,50)
Reflexión: Curación del hijo del funcionario real que estaba muriéndose
Propósito, durante el día: Buscar a Jesús. Pedir a Jesús. Confiar en Jesús
Martes (28)
San Sixto III, papa (4ª Cuaresma)
Palabras: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar” (Jn 5,8)
Reflexión: ¿Quieres quedar sano? No peques más
Propósito, durante el día: Dios sabe lo que necesito. Todo es para bien
Miércoles (29)
San Constantino, abad (4ª Cuaresma)
Palabras: “Quien escucha mi palabra y cree al que me envió… (Jn 5,24)
Reflexión: … posee la vida eterna y no se le llamará a juicio”
Propósito, durante el día: Lo que Dios quiera, como quieras, cuando quiera
Jueves (30)
San Juan Clímaco, abad (4ª Cuaresma)
Palabras: “¡Y no queréis venir a mí para tener vida!” (Jn 5,40)
Reflexión: Pedir a Dios que aumente nuestra fe y la haga operativa
Propósito, durante el día: Presencia de Dios, Confianza en Dios. Amar a Dios
Viernes (31)
Santa Cornelia, mártir (4ª Cuaresma)
Palabras: Los judíos trataban de matarlo (Jn 7,1)
Reflexión: Nadie pudo echarle mano, porque aún no había llegado su hora
Propósito, durante el día: Meditar la Pasión. Oración ante el Crucifijo
Sábado (1)
San Macario, abad (4ª Cuaresma)
Palabras: “Jamás ha hablado nadie como ese hombre” (Jn 7,46)
Reflexión: Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima
Propósito, durante el día: Madre, enséñame a escuchar, ayúdame a aprender de Jesús
(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)
Las lecturas del día 26, domingo (4º Cuaresma; ciclo A; “Laetare”) nos señalan la llamada de Dios y la respuesta que debemos: “En aquel momento invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante” (1 Sam 16); “Despierta, tú que duermes… y Cristo será tu luz” (Ef 5); “Soy la luz del mundo” (Jn 9). Dios nos llama a cada uno en las propias circunstancias: sólo hay que vivir con Él. Meter a Dios en nuestra vida, en la familia, en el trabajo. María, Madre amorosa, nos cuida.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “Jesús nos habla como a la samaritana. Cierto, nosotros ya lo conocemos, pero quizá todavía no lo hemos encontrado personalmente. Sabemos quién es Jesús, pero quizá no lo hemos encontrado personalmente, hablando con Él, y no lo hemos reconocido todavía como nuestro Salvador. Este tiempo de Cuaresma es una buena ocasión para acercarse a Él, encontrarlo en la oración en un diálogo de corazón a corazón, hablar con Él, escucharle; es una buena ocasión para ver su rostro también en el rostro de un hermano y de una hermana que sufre. De esta forma podemos renovar en nosotros la gracia del Bautismo, saciar nuestra sed en la fuente de la Palabra de Dios y de su Espíritu Santo; y así descubrir también la alegría de convertirse en artífices de reconciliación e instrumentos de paz en la vida cotidiana.” (Angelus, día 19 de marzo de 2017)
- “La perseverancia podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, “so-portar”, de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y tendremos la tentación de juzgar negativamente y de abandonar todo y todos. La consolación, en cambio, es la gracia de saber percibir y mostrar en cada situación, incluso en las que están mayormente marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios. Ahora san Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos son transmitidas de manera particular por las Escrituras (v. 4), es decir por la Biblia. Efectivamente la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a atenernos a Él, a parecernos cada vez más a Él. En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es verdaderamente “el Dios de la perseverancia y de la consolación” (v. 5), que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir, que es perseverante en el amor con nosotros, ¡no se cansa de amarnos! es perseverante: ¡siempre nos ama! y cuida de nosotros, cubriendo nuestras heridas con la certeza de su bondad y de su misericordia, es decir, nos consuela. Ni siquiera se cansa de consolarnos.” (Audiencia general, día 22 de marzo de 2017)
(26.03.17)
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