LO TRIBUTARIO (nº 200)

Por qué la LGT (6): potestades y competencias

Los estudiantes de Derecho saben bien la diferencia entre potestad, competencia, derecho y facultad. Y si recuerdan conceptos seculares también sabrán diferenciar con facilidad entre la “potestas”, que encuentra fundamento en el cargo (los tribunos), y la “auctoritas”, que tiene su fundamento en la persona, sus cualidades, su condición familiar (el pater famiae). Potestad equivale a poder, pero es un poder que se debe ejercitar, por lo que se puede identificar con un poder-deber (de ahí que la “desviación de poder” que es un vicio del acto administrativo que determina su anulabilidad –art. 63 Ley 30/1992-, se define como la utilización de una potestad para fines distintos a los procedentes). La “competencia” es la manifestación del ejercicio de potestades; puede ser territorial, orgánica o funcional y delimita el ámbito de actuación y decisión de cada órgano. Son nulos de pleno derecho los actos dictados por órgano manifiestamente incompetente por razón de la materia o del territorio (art. 62 Ley 30/1992; v. art. 84 LGT). La palabra “derecho” puede significar el fundamento legal de una acción u omisión (art. 66 LGT) o una posición en la relación jurídica (frente al deber o la obligación) o un elemento del activo patrimonial (frente a las obligaciones que son pasivo) o una cosa inmaterial (frente a los bienes que son materiales). La “facultad” es (arts.142 LGT) el ejercicio de un derecho en el que está su condición y fundamento.

- En el artículo 4 LGT se regula la potestad tributaria referida al establecimiento, regulación y exigencia de tributos siguiendo una distinción secular. Establece que la potestad originaria para “establecer” tributos corresponde al Estado mediante ley; las Comunidades Autónomas y las entidades locales pueden “establecer y exigir” tributos, pero según lo establecido en la Constitución y las leyes (Ley de financiación de las CCAA, Ley de cesión de impuestos estatales, Ley de Hacienda Local...); las demás entidades de derecho público pueden “exigir” tributos cuando una ley así lo determine.

- En el artículo 5 LGT (mod. Ley 34/2015) se regula la potestad sancionadora. En el ámbito de competencias del Estado, corresponde al Ministerio de Hacienda en tanto no se haya encomendado a otro órgano o entidad (ap. 2); y a las Comunidades Autónomas y entidades locales (ap. 3) con el alcance y en los términos previstos en la normativa que resulte aplicable según su sistema de fuentes. Es interesante advertir que se regula que, en el ámbito de competencias del Estado, la aplicación de los tributos y el ejercicio de la potestad sancionadora (que son competencias) corresponden a la Agencia Estatal de la Administración Tributaria (ap. 2) en los términos previstos en su ley de creación.

- En el artículo 6 LGT se refiere a la potestad reglamentaria (elaboración y aplicación de disposiciones reglamentarias): tanto su ejercicio como los actos de aplicación de los tributos y de imposición de sanciones tienen carácter reglado y son impugnables en vía administrativa y jurisdiccional en los términos establecidos en las leyes. En el Derecho Administrativo Común (Ley 30/1992) se establece que los actos administrativos se presumen válidos y producen efectos desde la fecha en que se dicten, aunque su eficacia puede quedar demorada al tiempo de su notificación o publicación (art. 57.1 y 2) y también que los actos administrativos son inmediatamente ejecutivos (art. 57. 6 y 94) salvo: suspensión, lo establecido para resoluciones sancionadoras, que una disposición establezca lo contrario o necesiten de autorización o aprobación superior.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Preguntaba el fiscal por la contratación de empleados desconocidos y contestaba el acusado que él pensaba que era cosa del asesor tributario para cumplir así con los “baremos fiscales”. Los tributaristas que escuchaban se miraron perplejos. El anciano sonreía pensando en el Fiscal que no repreguntó, en los jueces que no pidieron aclaración, en las acusaciones que guardaron silencio. ¿Delito contra la Hacienda?

El cristiano vive la Cuaresma como hijo de la Iglesia, con la Iglesia, en oración con todos como una sola alma, dando gracias con todos como un solo corazón y con actos de desagravio con todos y por todos. La Cuaresma es un tiempo de conversión, de revisión y de propósitos, pero también de esfuerzo contra la rutina, la pereza, la aridez y aún lo que parece desesperanza. El examen específico para avanzar en la práctica de las virtudes y en la erradicación de vicios e inclinaciones, el examen del día para comprobar el rumbo, la marcha y tomar las medidas necesarias o convenientes, se hacen en Cuaresma con más detalle, con más atención, con más ánimo. El domingo “Laetare” (“Alegraos y gozad con Jerusalén todos los que la amáis”, Is 66,10) es como un oasis en el rigor del tiempo fuerte dedicado en especial a la conversión y la penitencia.

El cristiano no pierde la conciencia de que en su amor al Amor falla a menudo, de que la soberbia empuja para que “el yo” se manifieste y procure ocupar el centro de los deseos y preferencias en la actividad del día, en las decisiones del momento, en las conversaciones incluso las más banales. Pero el cristiano sabe dónde acudir para encontrar consuelo. Y más en este año de la Misericordia.

- Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: - Éste recibe a los pecadores y come con ellos. Entonces les propuso esta parábola. – ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y sale en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, y, al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió”. Os digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión” (Lc 15, 1-7)

Es conveniente recordar lo que contestó Jesús cuando los discípulos le preguntaron “¿Por qué les hablas con parábolas?”. Lo que les dijo vale para todos los que se acercan a ellas sin atender ni entender que por esa vía habla Dios a las almas más allá y más dentro de las palabras que se oyen o escriben. Ningún pastor deja las ovejas en el campo para ir a buscar a una que se perdió, ninguno la pone sobre sus hombros cuando la encuentra, ninguno reúne a sus amigos para celebrar que la ha encontrado. ¿Por una oveja torpe?. Eso sólo lo hace un enamorado, un loco de amor, que ha perdido a la persona amada, que deja lo que sea para ir a buscarla, que al encontrarla quiere decírselo a todo el mundo. Y, así, se entiende muy bien la parábola.

Es el Amor de Dios. Cantar de los salmos: “Ten misericordia de mí, Dios mío, según tu bondad; según tu inmensa compasión borra mi delito. Lávame por completo de mi culpa, y purifícame de mi pecado... Crea en mí, Dios mío, un corazón puro y renueva en mi interior un espíritu firme... Devuélveme el gozo de tu salvación.” (salmo 51)

LA HOJA SEMANAL
(del 7 al 12 de marzo)

Lunes (7)

Santas Perpetua y Felicidad, mártires (4ª Cuaresma)
Palabras: “El hombre creyó en la palabra de Jesús...” (Jn 4,50)
Reflexión: ... y se puso en camino”
Propósito, durante el día: Confianza. Dios conmigo, yo con Él

Martes (8)

San Juan de Dios, confesor (4ª Cuaresma)
Palabras: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar” (Jn 5,8)
Reflexión: Más tarde lo encuentra Jesús y le dice no peques más
Propósito, durante el día: Ánimo en las caídas. La alegría del perdón

Miércoles (9)

Santa Francisca Romana, religiosa (4ª Cuaresma)
Palabras: “Los que hayan hecho el bien saldrán para la resurrección” (Jn 5,29)
Reflexión: Quien escucha la Palabra y cree, posee la vida eterna
Propósito, durante el día: Meditar en las postrimerías. La muerte puerta del cielo

Jueves (10)

San Alejandro, mártir (4ª Cuaresma)
Palabras: “¡Y no queréis venir a mí para tener vida!” (Jn 5,40)
Reflexión: La llamada de Dios en la vida ordinaria, en el propio estado
Propósito, durante el día: Dios mío, toda la gloria para Ti. Todo lo mío es tuyo

Viernes (11)

Santa Áurea (Oria), abadesa (4ª Cuaresma; abstinencia)
Palabras: “Nadie le pudo echar mano...” (Jn 7,30)
Reflexión: ... porque todavía no había llegado su hora
Propósito, durante el día: En la vida interior, en la convivencia: todo por y para Dios

Sábado (12)

San Inocencio, papa y mártir (4ª Cuaresma)
Palabras: “Jamás ha hablado nadie como este hombre” (Jn 7,46)
Reflexión: Y se volvieron cada uno (los fariseos) a su casa
Propósito, durante el día: Madre mía, enséñame a escuchar, enséñame a amar

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del domingo día 6 (4º Cuaresma, ciclo C, “Laetare”; 6º de san José), llaman a la alegría: “Celebraron la Pascua en la estepa de Jericó” (Jos 5), “El que es de Cristo es una criatura nueva” (2 Co 5), “Su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr se le echó al cuelo y se puso a besarlo” (Lc 15). Domingo de la renovación: el final de la travesía del desierto de nuestros errores, de nuestros fallos y olvidos culpables; la criatura nueva reconciliada con Dios, sin ataduras ni rémoras, fortalecida por la gracia. Año de la Misericordia de Dios que nos espera y nos ve cuando aún estamos lejos, que corre a abrazarnos.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “La invencible paciencia de Jesús. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis pensado también en su obstinada preocupación por los pecadores? ¡Cómo es que aún vivimos con impaciencia en relación a nosotros mismos! Nunca es demasiado tarde para convertirse, ¡nunca! Hasta el último momento: la paciencia de Dios nos espera.” (Angelus, día 28 de febrero de 2016)

- “Y este es Dios: ¡jamás, jamás reniega de nosotros! Dice siempre: “Hijo, ven”. Y este es el amor de nuestro Padre; esta es la misericordia de Dios. Tener un padre así nos da esperanza, nos da confianza. Esta pertenencia debería ser vivida en la confianza y en la obediencia, con la consciencia de que todo es don que viene del amor del Padre. Y, en cambio, he aquí la vanidad, la necedad y la idolatría.” (Audiencia general, el 2 de marzo de 2016)

- “14. La ”peregrinación” es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es “viator”, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada. También para llegar a la Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación. Esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio. La peregrinación, entonces, sea estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros.

El Señor Jesús indica las etapas de la peregrinación mediante la cual es posible alcanzar esta meta: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque seréis medidos con la medida que midáis” (Lc 6,37-38). Dice, ante todo, no “juzgar” y no “condenar”. Si no se quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez del propio hermano. Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la superficie, mientras el Padre mira el interior. ¡Cuánto mal hacen las palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y envidia! Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerlo al descrédito, a comprometer su reputación y a dejarlo a merced del chisme. No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo. Sin embargo, esto no es todavía suficiente para manifestar la misericordia. Jesús pide también “perdonar” y “dar”. Ser instrumentos del perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios. Ser generosos con todos sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con magnanimidad.

Así entonces, “misericordiosos como el Padre” es el “lema” del Año Santo. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Viene en nuestra ayuda cuando lo invocamos. Es bello que la oración cotidiana de la Iglesia inicie con estas palabras: “Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme” (Sal 70,2). El auxilio que invocamos es ya el primer paso de la misericordia de Dios hacia nosotros. Él viene a salvarnos de la condición de debilidad en la que vivimos. Y su auxilio consiste en permitirnos captar su presencia y cercanía. Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos.” (Bula “Misericordiae Vultus”, de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia)

(6.03.16)

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