LO TRIBUTARIO

Recargos e intereses

La Ley General Tributaria, bajo el título “Las obligaciones tributarias accesorias”, regula el interés de demora (art. 26) y los recargos por ingresos extemporáneos cuando se realizan sin requerimiento previo de la Administración (art. 27) y cuando se producen en el “período ejecutivo” (art. 28) que se abre cuando no se ha ingresado durante el llamado “período voluntario” (art. 62). Estas obligaciones “accesorias” se diferencian, por una parte, de la obligación tributaria “principal” (art. 19), ya sean del sujeto pasivo, del sucesor, del responsable tributario, ya sean del obligado (art. 23) a realizar pagos a cuenta del impuesto (pagos fraccionados, retenciones, ingresos a cuenta), ya sea las que se producen entre particulares (art. 24) según la regulación del tributo (repercusiones, retenciones, ingresos a cuenta); y, por otra parte, de las “obligaciones formales” (art. 29) que no tienen carácter pecuniario.

Aunque los recargos pueden ser un mayor importe debido por el tributo cuando así lo establece la ley, aquí se trata de los recargos exigibles en caso de ingreso fuera de plazo tanto cuando se trata de un ingreso espontáneo en período voluntario como cuando se trata de un ingreso durante el período ejecutivo antes de que se notifique la providencia de apremio o después, ya sea dentro del plazo que se señala (recargo de apremio reducido) o después (recargo de apremio). Los recargos no son sanciones ni se exigen por una conducta culposa. Son esencialmente disuasorios (para que se cumplan los plazos establecidos) y en parte resarcitorios del coste administrativo derivado de la extemporaneidad. Por lo general, los recargos son incompatibles con los intereses de demora, salvo en el retraso excesivo de los ingresos espontáneos (art. 27.2) y en la exigencia del recargo de apremio (art.28.5) ordinario.

Los intereses de demora tienen esencialmente una justificación financiera: resarcir al acreedor fiscal por el tiempo en que no ha podido disponer de los ingresos que no se realizaron en el plazo establecido o cuando el administrado ha obtenido indebidamente una devolución. También tiene derecho el administrado a que se le abonen intereses cuando ha realizado un ingreso indebido. El interés de demora es de cuantía superior al interés legal (art. 26.6) cuyo importe se aplica, entre otros, en casos de aplazamiento, fraccionamiento o suspensión de deudas garantizadas.

La exigencia de intereses de demora tiene aspectos cuestionables. Así, no se exigen (art. 26.4) cuando la Administración incumple los plazos máximos que está obligada a cumplir. Si se considera que la Administración “no es” la Hacienda Pública, sino que gestiona los ingresos de ésta, el incumplimiento de aquélla no debería perjudicar a la Hacienda que no debería perder ese importe, sino recuperarlo de su gestor fiscal. Otro aspecto cuestionable se refiere a cuando la exigencia tributaria de la Administración, por ser contraria a Derecho, ha sido anulada por resolución o sentencia, debiendo practicarse una nueva liquidación. La LGT regula también en ese caso la exigencia de intereses (art. 26.5) al administrado porque el ingreso de la tributación debida se produce después del plazo correspondiente. Pero es evidente que el retraso habría sido menor si la Administración hubiera actuado según Derecho. Los pocos y aislados pronunciamientos favorables al contribuyente no han llegado a hacer doctrina.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

La pretensión de toda organización es que se realice bien su función. La “eficacia” mide la consecución de los objetivos. La “eficiencia” se refiere a la adecuada utilización de recursos para conseguir una actuación eficaz procurando no incurrir en costes excesivos o inútiles. En la gestión de los tributos el control de cumplimientos es un elemento esencial para conseguir la eficacia. Los incentivos para realizar bien esa tarea se deben referir al número de actuaciones realizadas, a los asuntos tramitados y a los pendientes, al tiempo empleado y a la calidad de los resultados. Hubo un tiempo en que los incentivos eran una participación en la cuotas regularizadas. Después, la participación fue en las sanciones impuestas. En el intento de mejorar, los incentivos se refirieron a lo descubierto, lo no declarado, y, en segundas comprobaciones, a la mejora de cumplimiento como consecuencia de anteriores actuaciones. Luego, los incentivos se referían a la consecución de los objetivos señalados globalmente para un tiempo determinado a cada unidad de control: no logrados, conseguidos o superados. Después, los objetivos se señalaron para cada actuación individual adelantando los resultados previstos. En todo caso, en cualquier organización, pública o privada, los incentivos para obtener ingresos deben atender al trabajo bien hecho y evitar determinaciones que pueden originar ofertas o pretensiones indebidas, resultados improcedentes o aceptaciones de conveniencia.

Las planificación de tareas, las agendas –de “agere”: en el gerundio del verbo, “lo que debe ser hecho”-, se han incorporado a la vida ordinaria moderna no sólo en el ámbito profesional, sino también en la vida ordinaria, llegando a los afectos: aniversarios, santos y cumpleaños, felicitaciones, visitas, vacaciones, viajes. Incluso, en la vida familiar, se programan las comidas de la semana, las compras de temporada. Una vida ordenada, sin obsesiones y asumiendo que se producirán imprevistos y que se deben acoger con tranquilidad, proporciona una cierta paz de ánimo saludable. Lo que ahora se llaman “protocolos” programan actuaciones concretas. Las llamadas “rutinas”, aunque sean lo ordinario de cada día, no por eso son intrascendentes: para determinadas profesiones estar al día en las normas aprobadas, seguir la jurisprudencia de los tribunales, tener noticia inmediata de trámites y plazos señalados, es el método adecuado para hacer bien lo que se debe hacer.

Acabar un año, empezar un año nuevo, es tiempo adecuado para examinar lo que se ha hecho bien, lo que se puede mejorar y lo que se debe evitar. En el amor, en la amistad, constituye un acto de amor repasar los fallos, los descuidos, los olvidos, y hacer propósito para mejorar la relación, para hacer feliz a quien queremos. En el amor a Dios, que está continuamente pendiente de nosotros, establecer un plan de vida con tiempos dedicados a estar con Él, a ofrecerle el día, a agradecerle sus cuidados cada noche, es una forma de reconocer nuestras debilidades. Es expresión manifiesta de que no se quiere que nada pueda distraer de lo que verdaderamente importa. “Dios mío, yo me fío de Ti, pero no de mi”. Y la petición es de ayuda para amar más y mejor.

El enamorado de Dios no necesita de incentivos. Como dice el final del conocido soneto: “No me tienes que dar porque te quiera, / pues aunque lo espero no esperara/ lo mismo que te quiero te quisiera”. Como dice san Gregorio Magno: “El que ama a Dios se contenta con agradarle, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor” (Sermón 92)

LA HOJA SEMANAL
(del día 30 de diciembre de 2013 al día 4 de enero de 2014)

Lunes (día 30)

San Sabino, obispo (Octava de Navidad)
Las palabras: “El niño iba creciendo y robusteciéndose” (Lc 2,40)
La reflexión: Se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba
Propósito, durante el día: Mimar al Niño, estar con la Madre, acompañar a san José

Martes (31)

San Silvestre I, Papa (Octava de Navidad)
Las palabras: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11)
La reflexión: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros
Propósito, durante el día: Agradecer el año pasado. Ofrecer el nuevo año.

Miércoles (1)

Santa María, Madre de Dios (Octava de Navidad)
Las palabras: “Y María conservaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2,19)
La reflexión: La adoración de los pastores. Fueron “presurosos”
Propósito, durante el día: La Madre de Dios es mi madre. ¡Somos hijos de Dios!

Jueves (2)

San Basilio Magno y san Gregorio Nacianceno, obispos y doctores (T. Navidad)
Las palabras: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis” (Jn 1,26)
La reflexión: Dios con nosotros.
Propósito, durante el día: Vivir la presencia de Dios en nosotros, a nuestro lado.

Viernes (3)

Santísimo Nombre de Jesús (Tiempo de Navidad)
Las palabras: “He dado testimonio de que es Hijo de Dios” (Jn 1,34)
La reflexión: Yo lo conocía. Yo lo he visto.
Propósito, durante el día: Dios mío, ¿te parece bien?. Dios mío, gracias. ¡Te quiero!

Sábado (4)

Santa Genoveva Torres, fundadora (Tiempo de Navidad)
Las palabras: “Y se quedaron con él aquél día” (Jn 1, 39)
La reflexión: La llamada de Jesús. Quedarse con Él. La hora inolvidable.
Propósito, durante el día: Atención a Dios que nos habla, que nos anima.

(Cada uno decide la reflexión y el propósito que considera convenientes)

El domingo 29 se celebra la Sagrada Familia con un buen guión: el amor en la familia (Si 3); las virtudes a ejercitar: misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión (Col 3); y los esposos atentos a la voluntad de Dios (Mt 2). Y, ahora, los propósitos.


PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

“La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque (Ex. Ap. “Gaudete in Domino” de Pablo VI, 1975). Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mi vida son los de las personas muy pobres que tienen poco a qué a aferrarse. También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo. De maneras variadas, estas alegrías beben en la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifestó en Jesucristo. No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: < No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva> (Encic. “Deus caritas est”, 2005)” (Ex. Ap. “Evangeñii Gaudium”, “La alegría del Evangelio”, 2013, nº 7)


“También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. (1 Jn 2,11). Pueblo en camino, sobre todo pueblo peregrino que no quiere ser un pueblo errante...

... Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio. Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez mas: (Lc 2,10). Como dijeron los ángeles a los pastores: . Y también yo repito a todos: . Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la misericordia. Nuestro Padre nos perdona siempre. Y Él es nuestra paz. Amén.” (Homilía en la misa de medianoche en la Solemnidad del Nacimiento del Señor, Basílica vaticana, 24 de diciembre de 2013)

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