La motivación
El cumplimiento de las obligaciones tributarias y el ejercicio de la gestión de los tributos no son tan sencillos como la mayoría de las exigencias propias de la convivencia social. En éstas la sola razón sirve en general para comprender lo que se debe hacer y lo que no. Pero en la tributación la complejidad es tal que es suficiente ver el volumen de los libros que contienen su regulación, mediante leyes, reglamentos, resoluciones e instrucciones, para concluir que se trata de un asunto que exige una sólida preparación incluso para manejarse en ese ámbito. La situación de los administrados es de inquietud, cuando no de inseguridad.
La Administración debe procurar la información y la ayuda necesaria para que los administrados puedan ejercitar sus derechos y cumplir bien sus obligaciones. Y en los actos de la Administración, que no sean de mero trámite (art. 54 Ley 30/1992), se exige que, además de la indicación de su fundamento jurídico, conste una motivación suficiente para el administrado: “La motivación viene a asegurar la seriedad en la formación de la voluntad de la Administración y no es sólo una elemental cortesía sino que constituye una garantía para el administrado que podrá impugnar el acto con posibilidad de criticar las bases en que se apoya” (TS 31-12-88). La jurisprudencia ha acuñado una magnífica definición de motivación: "Igualmente debe protegerse el derecho de los ciudadanos, haciéndoles saber de forma clara, sencilla, precisa e inteligible, sin necesidad de conocimientos específicos, los hechos y elementos adicionales" (TS 28-6-93)
La ausencia de motivación o una motivación insuficiente impide al administrado conocer el porqué de la actuación administrativa para poder alegar lo que crea conveniente y defender su derecho. Ante un acto respecto del que el administrado no puede conocer su porqué sólo cabe intentar adivinarlo, con el riesgo de que las alegaciones sea ineficaces o de que su cumplimiento sea deficiente. A veces, ni siquiera es solución impugnar el acto invocando indefensión, porque puede ocurrir que la repuesta sea que no hay tal indefensión puesto que se ha podido reclamar: “Aunque la motivación es garantía del administrado y de la imparcialidad de la Administración así como de la observancia de las reglas del ejercicio de potestades, se trata de un defecto formal que sólo es relevante si produce indefensión” (AN 8-2-07)
La doctrina de los Tribunales proporciona argumentos útiles para comprender mejor la importancia jurídica de la motivación de los actos de la Administración: “Lo no motivado es ya, por este solo hecho, arbitrario” (TS 29-11-85). “La motivación de los actos tiene como fundamento proteger al administrado contra el arbitrio de la Administración, aportándose las razones en que sus decisiones se basan, a fin de que pueda, con conocimiento de causa, impugnarlas si así lo cree conveniente” (TS 25-2-87). “La falta de motivación no es un defecto formal, sino la ausencia de un requisito estructural que constituye un factor para comprobar el adecuado ejercicio de una potestad” (AN 1-2-07). Y, así, se pueden encontrar otros muchos pronunciamientos que procuran la seguridad jurídica del administrado como requisito necesario para la realización de la Justicia.
(26.11.13)
DE LO HUMANO A LO DIVINO
En aquellos años muchos estudiantes no acababan su esfuerzo intelectual con la obtención del correspondiente título académico. Las oposiciones eran el sistema generalizado de selección para el ingreso no sólo en la función pública, sino también para determinadas actividades, como la banca. Algunos que ya son ancianos aún conservan entre sus recuerdos los cuadernos en los que aparecen anotadas las horas de dedicación a la tarea: diez cada día, durante año y medio, dedicando un cuarto de hora para ver a la novia y descansando los domingos; iniciados los ejercicios de oposición, las horas diarias eran catorce, y así durante seis meses, hasta que se acababa. Se trataba de dar vueltas y vueltas al programa, sin que cada nueva vuelta garantizara el éxito en el empeño. Como un mar sin horizonte seguro. Y con una negrura en lontananza: en la función pública no se podía ingresar después de los treinta y cinco años.
La vida del cristiano es milicia, disciplina, lucha, casi siempre con uno mismo. Y, así, cada día tiene su afán. Se trata de tener la “determinada determinación” de progresar hacia la meta que es alcanzar una vida para siempre en y con Dios. El cristiano conoce de obstáculos, desánimos y caídas y sabe que su carrera consiste en levantarse y continuar animoso porque no está solo, sino que Dios, está a su lado y le ayuda. Los ciclos litúrgicos, desde el Adviento a Cristo Rey del Universo, pueden recordar a las vueltas al programa de los opositores: cada vez se conoce mejor, cada poco se producen olvidos o fallos que se corrigen y que se procura evitar en el futuro con señales nemotécnicas. Pero en el amor siempre hay esperanza. Como dice san Juan de la Cruz: “A la tarde te examinarán en el amor” (Avisos y sentencias, nº 57).Y ese examen se debe superar cada día, en cada ocasión.
Reflexionar sobre ese asunto debe llevar a “repasar la materia” desde los conceptos más elementales. La vida en familia, la vida en el trabajo, ofrecen muchos puntos de referencia para comprobar cómo se viven la amabilidad, la comprensión, la paciencia, la prudencia; el ejercicio de la colaboración, sonreír, poner buena cara; y los detalles: procurando hacer lo que agrada a los demás y evitar lo que puede molestar, señalando lo bueno de los otros y moderando la crítica, sabiendo callar, evitando disputas, eliminado rencores y listas de agravios, pidiendo perdón y perdonando. El cristiano debe vivir la caridad como señala san Pablo: “La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se compadece en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co 13, 4-7). Ese sí que es un programa de vida.
Y, además de a los cercanos, es necesario amar a los que tratamos sólo ocasionalmente, a los que no conocemos, pero de los que tenemos noticia de su sufrimiento o de sus desánimos, a los que no participan de nuestras ideas, a los que no nos aprecian. Para todos debe estar dispuesta y activa nuestra buena voluntad, porque el mandato de amor de Jesús va más allá del amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos, pues debemos amarlos como Dios nos ama. Así se puede conocer cómo debe vivir un cristiano.
(30.11.13)
LA HOJA SEMANAL
(del 2 al 7 de diciembre de 2013). Primera semana de Adviento
Lunes (2)
Santa Bárbara, mártir
Las palabras: “No soy digno de que entres bajo mi techo” (Mt 8,8)
La reflexión: “Voy yo a curarlo”... Jesús quedó admirado por su fe.
Propósito, durante el día: Vivir en presencia de Dios, sentirlo a nuestro lado
Martes (3)
San Francisco Javier S.I., presbítero
Las palabras: “Lleno de la alegría del Espíritu Santo” (Lc 10,21)
La reflexión: Conocer al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo. El don de la fe revelada.
Propósito, durante el día: La alegría de la fe. Hijos de Dios
Miércoles (4)
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia
Las palabras: “Me da lástima esta gente” (Mt 15,32)
La reflexión: Dios que cuida de nosotros. La gracia sobreabundante
Propósito, durante el día: Vivir en la confianza en Dios. Amar su voluntad.
Jueves (5)
San Sabas, obispo
Las palabras: “No todo el que dice
La reflexión: Cumplir la voluntad de Dios
Propósito, durante el día: Como niños pequeños seguros de la mano del padre.
Viernes (6)
San Nicolás, obispo
Las palabras: “Pero ellos hablaron de él por toda la comarca” (Mt 9,31)
La reflexión: Los dos ciegos que seguían a Jesús: ¡Ten compasión de nosotros!
Propósito, durante el día: Vivir junto a Dios, pedir su ayuda, darle gracias .
Sábado (7)
San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia
Las palabras: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mt 10,8)
La reflexión: Jesús se compadecía de la gente. La mies es mucha...
Propósito, durante el día: Vivir el amor de Dios, cuidar los detalles con todos.
(Cada uno, si lo prefiere, hace su propia reflexión y decide el propósito más adecuado)
Las antífonas de las misas de Adviento ayudan a vivir este tiempo de preparación a la Navidad. En esta semana: Dios mío en ti confío (domingo). No temáis, viene el Salvador (lunes). Vendrá el Señor y con Él todos sus santos (martes). Iluminará lo que esconden las tinieblas (miércoles). Tú, Señor, estás cerca (jueves). Viene el Señor a visitarnos con la paz y para comunicarnos la vida eterna (viernes). Ven, Señor: que brille tu rostro y nos salve (sábado)
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
“Nuestro Padre es un buscador paciente. Él nos precede y nos espera siempre. No se cansa de esperarnos, no se aleja de nosotros, sino que tiene la paciencia de esperar el momento favorable del encuentro con cada uno de nosotros. Y cuando tiene lugar el encuentro, nunca es un encuentro apresurado, porque Dios desea permanecer largo rato con nosotros para sostenernos, para consolarnos, para donarnos su alegría. Dios se apresura para encontrarnos, pero nunca tiene prisa para dejarnos. Permanece con nosotros. Como nosotros le anhelamos y le deseamos, así también Él tiene deseo de estar con nosotros, porque nosotros pertenecemos a Él, somos
“Si mi vida fue un camino con el Señor, un camino de confianza en su inmensa misericordia, estaré preparado para aceptar el momento último de mi vida terrena como el definitivo abandono confiado en sus manos acogedoras, a la espera de contemplar cara a cara su rostro. Esto es lo más hermoso que nos puede suceder: contemplar cara a cara el rostro maravilloso del Señor, verlo como Él es, lleno de luz, lleno de amor, lleno de ternura. Nosotros vayamos hasta este punto: contemplar al Señor.” (Audiencia general, día 27 de noviembre de 2013)
“1. LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.” (Primer párrafo de la Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium”, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, dada en Roma, junto a San Pedro, en la clausura del Año de la fe, el 24 de noviembre de 2013)
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