LO TRIBUTARIO
Dilaciones y paralizaciones en el procedimiento inspector
Una cosa es el tiempo de inseguridad jurídica que se abre para el contribuyente que está obligado a practicar una autoliquidación hasta que la Administración la comprueba de forma definitiva o hasta que prescribe el derecho a determinar la deuda tributaria; y otra cosa es considerar el tiempo que puede durar un procedimiento de comprobación que es un aspecto en el que a la inseguridad se unen los costes y la presión fiscal indirecta que conlleva una “comprobación abierta”. También en este asunto tuvo influencia la Constitución de 1978 y motivó que en el Derecho Administrativo común (Ley 30/1992, art. 42) se considerara preciso señalar plazos de terminación de los procedimientos y que se extendiera semejante previsión a las actuaciones y procedimientos tributarios, aunque en esta regulación (RD 803/1993) se señalara también actuaciones “sin plazo de terminación”, entre las que se incluyeron las actuaciones inspectoras.
En el reglamento de la Inspección (RD 939/1986) ya se había previsto que las actuaciones inspectoras sólo durarían los “días precisos”, así como los efectos de paralizaciones por más de seis meses. La Ley 1/1998, de Derechos y Garantías de los Contribuyentes, después de señalar (art. 13) que una de las causas de terminación de los procedimientos era la caducidad, reguló plazos de duración para cada procedimiento: seis meses para los de Gestión (art. 23); el de apremio: cuatro años (art. 23.3); las actuaciones de inspección: doce meses ampliable en otros doce (art. 29); el sancionador: seis meses (art. 34). Pero la doctrina del TS señaló que el incumplimiento de esos plazos no determinaba la caducidad porque la ley no lo dijo así en cada procedimiento. La LGT regula el plazo de duración de los procedimientos, en general (art. 104) y la caducidad en cada uno de los que regula. Así, para el de Inspección se señala (art. 150) doce meses ampliables en otros doce, pero sin que el incumplimiento determine la caducidad.
La consecuencia de esta regulación ha sido que, en el procedimiento de Inspección (art. 150.1 LGT por referencia al art. 104 LGT), sea un asunto de frecuente consideración por los Tribunales los efectos de las dilaciones. Parece que “la paralización” de actuaciones se debería referir a esa incidencia durante el procedimiento, ya fuera imputable a la Inspección (relevante si es por más de seis meses), ya fuera imputable al inspeccionado (ausencias, aplazamientos); y que la “dilación” se debe referir al tiempo de resolución (cuando se demuestra que no se ha podido producir en plazo por causa imputable al inspeccionado). La habitual referencia a “dilaciones” (desatención de requerimientos) durante las actuaciones complica la utilización de los términos.
Los Tribunales ha procurado sentar criterios: 1) No cabe apreciar dilación por no haber renunciado a aportar el libro mayor que no era obligatorio, y que después se aportó, ni por no explicar la calificación urbanística, que luego fue irrelevante para liquidar, porque si la aportación es incompleta lo debe señalar la Inspección y porque no hay dilación si las actuaciones pueden continuar con normalidad (TS 14-10-13). 2) El requerimiento de información a las autoridades fiscales portuguesas no determinó dilación al haber seguido las actuaciones del procedimiento (AN 31-10-13). 3) Hubo prescripción por exceso de duración porque no son computables las dilaciones porque no se motivan, una a una, en el acto de liquidación y porque no se produjo retraso o entorpecimiento en el curso del procedimiento que se desarrolló con normalidad (AN 31-10-13)
DE LO HUMANO A LO DIVINO
“¡Buscad el verbo!”, era la frase del profesor de latín, después de repetir una y otra vez el orden a seguir en las traducciones: “primero la conjunción; sujeto y sus complementos; sigue el verbo con los suyos, como lo son los adverbios; dativo y acusativo; y, después, los indirectos”. Aún no habían llegado los alumnos a los gerundivos (“parandarum navium”) o a las oraciones de acusativo (“credo Deum esse sanctus”), pero ya estaban avisados de que en los textos latinos los verbos van al final de la frase y proporcionan elementos claves para el análisis gramatical y la traducción. Y ya no caían en la trampa de traducir o de construir mal el verbo “edere” (“esse”), “comer”, irregular y transitivo, de conjugación similar a “sum, es, esse, fui”, “ser”.., predicativo. “¡Buscad el motivo!”, dicen los detectives. “¡La economía!”, fue el aviso electoral en 1992. “¡Lee el Preámbulo de la ley!”, busca el porqué de la norma, dale un sentido racional, interpreta las palabras (art. 12.2 LGT) según el diccionario, según su concepto técnico, según su situación sistemática, según la evolución histórica. Es el consejo al tributarista.
¡Buscad a Cristo!, es la llamada también a los cristianos que hayan podido alejar a Jesús de sus vidas, abandonarlo, olvidarlo en un rincón del alma. Él está siempre a nuestro lado y quiere que contemos con Él en todo y para todo. “Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20). Cristo nos llama: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28). Como escribía san Pedro: “Descargad sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros” (I P 5,7). Y, desde luego, nunca nos olvida: “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas?. Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Is 49,15)
La fe acogida en Dios, que es Amor y nos ama, lleva de la mano el corazón de los amados. El enamoramiento humano se queda muy corto, infinitamente lejos, en la comparación con el amor divino, pero permite hacer más comprensible el sentido de las palabras que se puedan emplear para decir cómo amar a Dios: tenerlo presente en el pensamiento, qué decirle, cómo mirarlo. De continuo, sin descanso y sin cansancio. No se trata de dejar de hacer lo que se deba, se trata de hacerlo bien con Él y por Él. La vida ordinaria se convierte en oración porque se sabe que Dios está a nuestro lado. Así nacen solos los actos de acción de gracias por lo que sale bien aunque sea una minucia, los actos de petición para que salga bien aunque sea el trabajo ordinario o la relación de convivencia habitual, los actos de intercesión para que les vaya bien a otros, los actos de abandono con la confianza del hijo en el padre que le ampara cuando las cosas no salen como se esperaba o como se deseaba o cuando no se entiende el porqué.
Con ese sentido divino que se encuentra en lo ordinario todos los actos de la vida son oración. Y los actos de oración se hacen sencillos porque son actos de amor a Dios que nos ama. En las oraciones aprendidas desde niños cada vez se encuentra un sentido nuevo a las palabras de siempre. En la oración espontánea las palabras son declaraciones de amor, preguntas, planteamientos, dichos con la seguridad de que Dios los escucha. Y cuando no nos salen las palabras, sirven igual los silencios, porque sabemos que Dios nos ve y lee en nuestro interior. “Dios me mira. Yo lo miro”.
(13.12.13)
LA HOJA SEMANAL
(del 16 al 21 de diciembre de 2013)
Lunes (16)
Santa Adelaida, emperatriz
Las palabras: “Se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos” (Mt 21,23)
La reflexión: Las preguntas capciosas a Cristo. La sabiduría divina
Propósito, durante el día: Sinceridad, sencillez, en la conversación con Dios
Martes (17)
Santa Yolanda, priora (Feria de Adviento)
Las palabras: “Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán” (Mt 1,1)
La reflexión: Dios hecho hombre. Nacido de mujer. Con antepasados.
Propósito, durante el día: ¡Tú como yo!. Yo quiero ser como tú me quieres
Miércoles (18)
La Expectación del Parto. Nª Sª de la Esperanza. La Virgen de la O (Feria de Ad)
Las palabras: “Resultó que ella esperaba un hijo” (Mt 1,18)
La reflexión: La Madre de Dios. El Espíritu Santo. El ángel. San José
Propósito, durante el día: Acompañar a la Madre. Preparar el alma
Jueves (19)
San Nemesio, mártir (Feria de Adviento)
Las palabras: “¿Cómo estaré seguro de eso?” (Lc 1,18)
La reflexión: Zacarías no entendía cómo su esposa anciana podría tener un hijo
Propósito, durante el día: Amar la voluntad de Dios, sin pruebas ni seguridades
Viernes (20)
Santo Domingo de Silos, obispo (Feria de Adviento)
Las palabras: “Alégrate, llena de gracia” (Lc 1,28)
La reflexión: La escucha en la oración. El abandono a la voluntad de Dios
Propósito, durante el día: Más cerca de María, maestra de oración y entrega
Sábado (21)
San Pedro Canisio SI, presbítero y doctor de la Iglesia (Feria de Adviento)
Las palabras: “Bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,42)
La reflexión: María se puso en camino y fue aprisa a la montaña
Propósito, durante el día: Solicitud en la ayuda a los demás, pronto, sin excusas
(La reflexión y el propósito, claro, los decide cada uno)
Las antífonas de la tercera semana de Adviento se llenan de alegría ante la proximidad del Nacimiento: Estad siempre alegres (domingo, “Gaudete”). Mirad a nuestro salvador que viene: no temáis (lunes). Exúltate, cielo; alégrate, tierra, porque viene el Señor (día 17). El Mesías anunciado vendrá como Rey (día 18). El que viene llegará sin retraso y ya no habrá temor (día 19). Todos verán la salvación de Dios (día 20); Tendremos a Dios con nosotros (día 21). El propósito de la semana no puede ser otro que vivir y comunicar alegría porque Dios se ha hecho hombre y está con nosotros
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
“El Señor se entregó y sigue entregándose a nosotros para colmarnos de toda la misericordia y la gracia del Padre. Por lo tanto, podemos convertirnos, en cierto sentido, en jueces de nosotros mismos, autocondenándonos a la exclusión de la comunión con Dios y con los hermanos. No nos cansemos, por lo tanto de vigilar sobre nuestros pensamientos y nuestras actitudes, para pregustar ya desde ahora el calor y el esplendor del rostro de Dios –y esto será bellísimo-, que en la vida eterna contemplaremos en toda su plenitud. Adelante, pensando en este juicio que comienza ahora, ya ha comenzado. Adelante, haciendo que nuestro corazón se abra a Jesús y a su salvación; adelante sin miedo, porque el amor de Jesús es más grande y si nosotros pedimos perdón por nuestros pecados Él nos perdona. Jesús es así. Adelante, entonces, con esta certeza que nos conducirá a la gloria del cielo.” (Audiencia general, del 11 de diciembre de 2013)
“153. En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: “Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta de este texto? ¿Por qué esto no me interesa?”, o bien: “¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?”. Cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una decisión demasiado grande, que no estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso más, pero no exige una respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace posible. Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr.” (de la Exhortación Apostólica “ Evangelii Gaudium”, de 24 de noviembre de 2013)
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