LO TRIBUTARIO (nº 670)

“Nulla poena sine lege”

El principio “Nulla poena sine lege” (“Ninguna pena, sin ley”; Ulpìano, Digesto 50.16.131.1) que es el fundamento del Derecho sancionador en un Estado de Derecho, se suele completar con otros dos: “Nulla poena sine crimine” (“Ninguna sanción sin infracción”) y “Nullum crimen sine poena legalis (“Ninguna infracción sin pena establecida en la ley), es decir: no cabe sancionar si no hay un hecho probado que constituye una infracción tipificada en la ley y a la que corresponde una sanción establecida por ley. Se podría completar las referencias con el principio: “Nulla poena sine iudicio” (“No cabe sanción, sin juicio”). Y en el conjunto: “Nullum crimen, nulla poena sine lege penali, praevia, stricta et scripta” (“Ninguna infracción, ninguna sanción sin una ley sancionadora previa, concreta y publicada”). En resumen, se trata de expresiones del principio de legalidad en el Derecho sancionador. Expresiones que tienen su reflejo en preceptos constitucionales (art. 25 CE: 1. Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquel momento”) y, desde luego, legales (en el Código penal, por ejemplo: arts. 1.1, 2.1 y 3; en el ámbito administrativo: arts. 25 a 31 Ley 40/2015, LRJSP). Y también se hace referencia a este principio esencial: en la declaración Universal de Derechos Humanos (art. 11.2) de 1948, en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales (art. 7) de 1950 y en el Pacto Internacional de Derechos Públicos y Civiles (art. 15) de 1966. En el ámbito tributario se regula el principio de legalidad en la regulación de infracciones y sanciones (art. 8 g) LGT); en la aplicación, los de legalidad, tipicidad, responsabilidad, proporcionalidad y no concurrencia; y también el de impugnabilidad (art. 6 y 212 LGT) de las resoluciones sancionadores. En la LGT se regula para cada infracción, separadamente, la tipificación y la sanción (arts. 191 a 206 bis LGT) y el procedimiento sancionador (arts. 207 a 211 LGT). La responsabilidad objetiva ha llevado a los estándares sancionadores. Lamentable.   

Es difícil asimilar los conceptos y comprender su aplicación: antijuridicidad (lesión de un bien jurídicamente protegido), tipificación legal (con su elemento objetivo que describe el hecho y su imprescindible elemento subjetivo que exige la intención de infringir), existencia y prueba de la culpa (en todos sus grados, desde el dolo a la culpa por negligencia, incluso simple), sanción legalmente establecida (por lo general sólo pecuniaria, pero se regulan también otras). No se prohíbe (v. art. 180 LGT) la concurrencia de sanciones (más de una infracción y sanción correspondientes a un mismo hecho) Lo más preocupante es la deficiente prueba de la culpa (Hay voluntad porque podía haber actuado de otro modo. Las normas son claras).

No se puede acabar sin abrir la llaga del principio de proporcionalidad depreciado y despreciado, mal tratado y maltratado: “Poena debet omni delicto conveniens” (“La sanción en toda infracción debe ser proporcionada”; v. art. 4 CP), la pena que “conviene” con el delito, que quiere decir que “viene con”, que es adecuada, que es la apropiada. En nuestra jurisprudencia tributaria, con amparo constitucional, se mantiene que el legislador es libre para fijar las penas y que, fijada una, no cabe invocar, debatir ni aplicar el principio de proporcionalidad. “Dadme el frasco de lágrimas”, decía Nerón.     

DE LO HUMANO A LO DIVINO

En tiempos de eutanasia fiscal es oportuno recordar lo que ya fue un descubrimiento hace cuarenta años: lo importante es el procedimiento y explicarlo bien a los jueces.

Adviento y Navidad. Esta semana reúne la preparación y el acontecimiento. Con el segundo domingo de Adviento, acabó la consideración de la segunda venida, al final del tiempo, y se pregona: “Mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa le preceder; como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres” (Is 40, 9-11); y proclamábamos: “Confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia” (2 Pe 3,13). En el tercer domingo, próxima ya la llegada del Niño Dios a este mundo, el corazón y el alma se llenaron de alegría. Y en el cuarto domingo, cuando la Virgen encinta está a pocos días de dar a luz, escapa del alma el salmo: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré su fidelidad por todas las edades” (salmo 88). Y rezamos a la Virgen, nuestra Madre: “Llena de gracia. Bendita entre todas las mujeres. Santa María, Madre de Dios”.

Adviento. Tiempo de preparación y tiempo de estar en vela. para cuando llegue el momento. Como en la parábola: “Entones el Reino de los cielos será como diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Ya está aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro!” Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas.  Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan”. Pero las prudentes les respondieron: “Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y nosotras”. Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos! Pero él les respondió: “En verdad os digo que no os conozco” (Mt 25,1-12). Palabras para meditar: les entró sueño a todas y se durmieron; se levantaron todas y aderezaron sus lámparas; las que estaban preparadas entraron a las bodas; y se cerró la puerta.     

En la transición de la Nochebuena, en ese breve instante entre la oscuridad y la aurora, serán muchos los cristianos que recuerden, sacándolo de su terrible contexto, el bellísimo pasaje: “Cuando un sereno silencio lo envolvía todo y la noche estaba a la mitad de su curso, tu omnipotente Palabra, desde el Cielo, desde los tronos reales … se lanzó sobre aquella tierra desolada” (Sb 18,14-15). Y el profeta lo anticipa: “El propio Señor os da un signo: Mirad, la virgen está encinta y dará a luz un hijo a quien pondrán por nombre Enmanuel” (Is. 7,14). Jesús con nosotros, ahora y siempre.

“Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta” (Lc 2,3-5). Y, con la sencillez de lo santo, el Nacimiento se nos narra así: “Y cuando ellos se encontraban allí, le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento” (Lc 2,3-7)

LA HOJA SEMANAL

(del 21 al 26 de diciembre)

Lunes (21)

San Pedro Canisio S.I., presbítero y doctor de la Iglesia (Feria de Adviento)
Palabras: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,42)
Reflexión: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Propósito, durante el día: Rezar despacio y meditar el “Ave María”

Martes (22)

Santa Francisca Javiera Cabrini, virgen y fundadora (Feria de Adviento)
Palabras: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1,47)
Reflexión: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí”
Propósito, durante el día: Repetir “Ruega por nosotros ahora y en nuestra muerte”

Miércoles (23)

San Juan de Kety, presbítero (Feria de Adviento)
Palabras: “A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz a un hijo” (Lc 1,57)
Reflexión: La madre: No, se va a llamar Juan. El padre escribió: Juan es su nombre
Propósito, durante el día: Meditar “No había lugar para ellos en el aposento”

Jueves (24)

Los santos antepasados de Jesús (Feria de Adviento. Esta noche es Nochebuena)
Palabras: “Irás delante del Señor a preparar sus caminos, … (Lc 1,76)
Reflexión: … anunciando al pueblo la salvación, el perdón de sus pecados”
Propósito, durante el día: Eucaristía: Dios se hizo hombre; se ha quedado entre nosotros

Viernes (25)

Natividad del Señor
Palabras: “Vino a su casa y los suyos no lo recibieron…” (Jn 1,11)
Reflexión: A los que lo recibieron les da poder para ser hijos de Dios
Propósito, durante el día: Rezar, meditar ante el belén. Jesusito de mi vida…

Sábado (26)

San Esteban, protomártir
Palabras: “El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros” (Mt 10,20)
Reflexión: Os entregarán, os azotarán y os harán comparecer por mi causa
Propósito, durante el día: María, Madre de Dios, Madre mía, ruega por nosotros

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 20, domingo (4º de Adviento, ciclo B; santo Domingo de Silos), nos recuerdan el designio divino de la salvación para todos desde el principio: “Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá para siempre” (Sam 7); “Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos” (Rm 16); “Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y reino no tendrá fin”  

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “La alegría es esto: orientar hacia Jesús. Y la alegría debe ser la característica de nuestra fe. También en los momentos oscuros, esa alegría interior de saber que el Señor está conmigo, que el Señor está con nosotros, que el Señor ha resucitado. ¡El Señor! ¡El Señor! ¡El Señor! Este es el centro de nuestra vida, este es el centro de nuestra alegría. Pensad bien hoy: ¿Cómo me comporto yo? ¿Soy una persona alegre que sabe transmitir la alegría de ser cristiano, o soy siempre como esas personas tristes que, como he dicho antes, parece que están en un funeral? Si yo no tengo la alegría de mi fe, no podré dar testimonio y los demás dirán: “Si la fe es así de triste, mejor no tenerla”. (Angelus, día 13 de diciembre de 2020)

- “A la oración le importa el hombre. Simplemente el hombre. Quien no ama al hermano no reza seriamente. Se puede decir: en espíritu de odio no se puede rezar; en espíritu de indiferencia no se puede rezar. La oración solamente se da en espíritu de amor. Quien no ama finge rezar, o él cree que reza, pero no reza, porque falta precisamente el espíritu que es el amor. En la Iglesia, quien conoce la tristeza o la alegría del otro va más en profundidad de quien indaga los “sistemas máximos”. Por este motivo hay una experiencia del humano en cada oración, porque las personas, aunque puedan cometer errores, no deben ser nunca rechazadas o descartadas.” Audiencia general, día 16 de diciembre de 2020)

- “181.Todos los compromisos que brotan de la Doctrina Social de la Iglesia “provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40). Esto supone reconocer que “el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor”. Por esa razón, el amor no sólo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino también en “las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (Enc. “Fratelli tutti”)

- “Con corazón de padre: así José amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios “el hijo de José”. Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para entender qué tipo de padre fuese y la misión que la Providencia le confió.

Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mt 13,55), desposado con María (cf. Mt 1,18; Lc 1,27); un “hombre justo” (Mt 1,19), siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley (cf. Lc 2,22.27.39) y a través de los cuatro sueños que tuvo (cf. Mt 1,20; 2,13.19.22). Después de un largo y duro viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un pesebre, porque en otro sitio «no había lugar para ellos» (Lc 2,7). Fue testigo de la adoración de los pastores (cf. Lc 2,8-20) y de los Magos (cf. Mt 2,1-12), que representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos. Tuvo la valentía de asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel: “Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). Como se sabe, en los pueblos antiguos poner un nombre a una persona o a una cosa significaba adquirir la pertenencia, como hizo Adán en el relato del Génesis (cf. 2,19-20).” (“Cart Ap. “Patris corde”, 8.12.20)

Con los mejores deseos en la Navidad para todos los lectores del blog (20.12.20) 

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