LO TRIBUTARIO (nº 666)
“Fraus legis. Fraus lege”
Los tributaristas que se iniciaron en la profesión
estudiando la Ley General Tributaria de 1963 descubrieron la bella construcción
jurídica del fraude de ley tributario (art. 24 LGT/1963) que, a semejanza del
fraude de ley que regula el artículo 6 del Código civil, supone, en esencia, la
aplicación de una norma indebida, de “cobertura”, en vez de la procedente,
“defraudada”. Y, naturalmente, esa irregularidad se corrige aplicando la norma
debida. Como se explicaba: hay fraude cuando se pasea por la playa en un día de
verano con sol bajo un paraguas negro y cuando se camina bajo un aguacero con
una leve sombrilla de colores; el remedio: sustituir el paraguas (norma de
cobertura) por la sombrilla (norma defraudada) y a la inversa bajo el aguacero.
El fraude de ley tributario consistía en aplicar a un hecho imponible una norma
indebida en vez de la procedente con el propósito de tributar menos. La
corrección: aplicar la norma procedente, sin tocar los hechos, ni cambiar los
actos o negocios. Fue lo que no entendieron los refractarios al Derecho: se
aplicó por referencia a la base imponible en vez de al hecho imponible, se manejaban
normas de cobertura o defraudadas que no regulaban el hecho imponible, se
confundió un invento preciso y precioso con el abuso de derecho, que se regula
en el artículo 7 del Código civil y, en la desnaturalización del fraude de ley,
se ha llegado a mantener que los hechos (no el Derecho) propios del abuso, eran
la evolución natural que debía llevar a su desaparición. El fraude de ley ya no
está en la LGT/2003.
Ese era el fraude de ley, el “fraus legis”. Siempre
referido a normas indebidas que se aplican para evitar aplicar las procedentes.
Y, en este proceder, “fraus legis” cometían los administrados y el legislador,
como cuando aprobaba “leyes de acompañamiento” para evitar las limitaciones
constitucionales (art. 134.7 CE) al contenido de las leyes de presupuestos. Ese
es el “fraus legis” que se comete con las habilitaciones reglamentarias que
permiten regular por decreto lo que exige ser aprobado por ley. En un taller de
tributación se multiplican los ejemplos de “fraus legis” (“legis”, genitivo, de
“lex”).
El “fraus lege” (“lege”, ablativo, “contra la ley”,
“fraude a la ley”) es un incumplimiento de la ley con engaño (“fraus”,
sustantivo femenino: engaño). Se trata de emplear medios, de maquinar
operaciones no sólo para incumplir la ley, sino para impedir o dificultar que
se descubra el incumplimiento. Dejar de pagar impuestos, pagar de menos, es
incumplir la ley y si hay culpa probada, incluso por negligencia, procede
sanción. Pero defraudar, “fraus lege”, exige malicia (dolo). La LGT/2003 (art.
184.3) regula los medios fraudulentos y distingue el engaño de la ocultación
(art. 184.2). Y, en ese proceder fraudulento contra la ley, se puede incurrir
tanto por los que deben tributar lo procedente y no lo hacen, como por los que
deben exigir una tributación justa acorde con ley y no lo hacen así (“No
exijáis más de lo señalado”, Lc 3,12-14). El Catecismo se refiere al “fraude”
fiscal (nº 1916, 2409, 2534 CIC) y al fraude empresarial (nº 2286).
El fraude todo lo vicia: “Fraus omnia viciatur”. El
fraude no aprovecha a nadie (“Fraus nemine prodest”) y la ley debe corregir su
utilización. Y para los obsesos es: “Fraus nunquam praesumitur” (“el fraude
nunca se presume”, sino que debe ser probado). Y la anécdota histórica: “Fraus
inter proximos facile paesumitur”: el fraude se presume fácilmente entre
parientes, entre cercanos, entre prójimos. En el Taller, risas.
DE LO HUMANO A LO DIVINO
Leer las cifras de la previsión de ingresos y gastos
públicos en los Presupuestos Generales del Estado para 2021 parece una
ensoñación o es una pesadilla cuando se piensa de dónde saldrá la recaudación
para financiar (art. 31 CE) tan enorme gasto.
Adviento. El cristiano vive este tiempo fuerte de
introspección, de propósitos, de esfuerzo por empezar, por mejorar, con
humildad porque se conoce en sus debilidades y con la confianza puesta en Dios
porque sabe que es Amor. El Adviento es un tiempo de preparación para
acontecimientos cercanos porque se aproxima la Navidad y para el tiempo futuro,
inmediato o no, del nacimiento a la vida eterna, para siempre, sin fin. Como en
la Cuaresma, que es otro tiempo fuerte, en los días del Aviento la oración se
hace más intensa, más íntima, más enamorada (“Que te quiera, que te quiera
mucho, que te quiera más, que te quiera como Tú quieres que te quiera”), el
sacrificio se hace ineludible (“El que quiera seguirme que se niegue a sí
mismo, que tome su cruz y me siga”) y amable (“Ningún día sin cruz; cada día
con su cruz”). Adviento tiempo de espera y preparación para recibir al Niño
Jesús, para dar el paso de la vida a la Vida.
La segunda semana de Adviento podría ser la semana de
la confianza: “Aquí está vuestro Dios. Mirad el Señor Dios llega con poder y su
brazo manda. Mirad viene con su salario y su recompensa le precede. Como un
pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos
y hace recostar a las que están criando… El da fuerza al cansado, acrecienta el
vigor del inválido; se cansan los muchachos, se fatigan los jóvenes tropiezan y
vacilan, pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como
las águilas, corren si cansarse, marchan sin fatigarse” (Is 40,10-11.29-31).
“Nosotros confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una
tierra nueva en que habite la justicia” (2 Pe 3,13). “Vendrá el Señor y con él
todos sus santos, aquel día brillará una gran luz” (Za 14,5).
Adviento.
Tiempo de trabajar, de procurar hacer bien lo que se debe hacer. Tiempo de
ayudar, tiempo de perdonar y de pedir perdón. Si en la parábola de los talentos
y en la de las minas se animaba a hacer rendir todas las cualidades y los dones
que Dios nos ha regalado, aunque no tuviéramos éxito en nuestro hacer, en esta
otra parábola se nos anima a hacer servir las cosas terrenas para mejorar en el
camino hacia el cielo, a vivir la vida ordinaria sabiendo que se acaba y que lo
importante es el futuro para siempre. “Había un hombre rico, que tenía un
administrador al que acusaron ante el amo de malversar la hacienda. Le llamó y
le dijo: “¿Qué es esto que oigo de ti? Dame cuentas de tu administración porque
ya no podrás seguir administrando”. Y dijo para sí el administrador: “¿Qué voy
a hacer, ya que mi señor me quita la administración? Cavar no puedo, mendigar
me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que me reciban en sus casas cuando me
despidan de la administración”. Y, convocando uno a uno a los deudores de su
amo, le dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?” Él respondió: “Cien
medidas de aceite”. Y le dijo: “Toma tu recibo, aprisa, siéntate y escribe
cincuenta”. Después le dijo a otro: “¿Y tú cuanto debes?” Él respondió: “Cien
cargas de trigo”. Y le dijo: “Toma tu recibo y escribe ochenta”. El amo alabó
al administrador infiel por haber actuado sagazmente, porque los hijos de este
mundo son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz” (Lc 16,1-9). No se
alaba la deslealtad, ni la astucia desalmada. El cristiano da trascendencia celestial
a lo terreno: las obras de misericordia.
LA HOJA SEMANAL
Lunes (7)
San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia (2ª Adviento; Novena Inmaculada)
Palabras: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa” (Lc 5,24)
Reflexión: “Viendo la fe que tenían”
Propósito, durante el día: Jesús, el Buen Amigo, gracias por los amigos que nos das
Martes (8)
La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen
Palabras: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38)
Reflexión: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”
Propósito, durante el día: Mientras mi vida alentare, todo mi amor para ti
Miércoles (9)
San Juan Diego Cuauhtlatoatzin (2ª Adviento)
Palabras: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29)
Reflexión: “Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”
Propósito, durante el día: Señor, te ofrezco mis oraciones, mis obras y sufrimientos
Jueves (10)
Nª Sª de Loreto (Santa Eulalia de Mérida; 2ª Adviento)
Palabras: “Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús” (Lc 1,31)
Reflexión: La virgen de llamaba María
Propósito, durante el día: Todo a Jesús por María; todo a María para Jesús
Viernes (11)
San Dámaso I, papa (Sta. María de las Maravillas, fund.; 2ª de Adv; día de penitencia)
Palabras: “¿A quién se parece esta generación?” (Mt 11,16)
Reflexión: “Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios”
Propósito, durante el día: Señor, toma mi haber y poseer. Tú me lo has dado todo
Sábado (12)
San Alejandro y compañeros mártires (2ª Adviento)
Palabras: “El Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos” (Mt 17,12)
Reflexión: Los discípulos habían preguntado por el precursor. Juan ya había venido
Propósito, durante el día: María, Madre mía, consuelo del mortal, ampárame y guíame
(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)
Las lecturas del día 6, domingo (2º Adviento, ciclo B;
san Nicolás) llaman a la esperanza: “Consolad, consolad a mi pueblo -dice
vuestro Dios- hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su
servicio, y está pagado su crimen” (Is 40); “Lo que ocurre es que tienen mucha
paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se
conviertan” (2 Pe 3); “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos” (Mc
1). El Hijo va a nacer. El Espíritu lo ha hecho. El Padre nos espera.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “El Adviento es una llamada incesante a la esperanza: nos
recuerda que Dios está presente en la historia para conducirla a su fin último
para conducirla a su plenitud, que es el Señor, el Señor Jesucristo. Dios está
presente en la historia de la humanidad, es el “Dios con nosotros”, Dios no
está lejos, siempre está con nosotros, hasta el punto que muchas veces llama a
las puertas de nuestro corazón. Dios camina a nuestro lado para sostenernos. El
Señor no nos abandona; nos acompaña en nuestros eventos existenciales para
ayudarnos a descubrir el sentido del camino, el significado del cotidiano, para
infundirnos valentía en las pruebas y en el dolor. En medio de las tempestades
de la vida, Dios siempre nos tiende la mano y nos libra de las amenazas. ¡Esto
es bonito! En el libro del Deuteronomio hay un pasaje muy bonito, que el
profeta dice al pueblo: “Pensad, ¿qué pueblo tiene a sus dioses cerca de sí
como tú me tienes a mí cerca?”. Ninguno, solamente nosotros tenemos esta gracia
de tener a Dios cerca de nosotros. Nosotros esperamos a Dios, esperamos que se
manifieste, ¡pero también Él espera que nosotros nos manifestemos a Él!”
(Angelus, 29 de noviembre de 2020)
- “No podemos
solo bendecir a este Dios que nos bendice, debemos bendecir todo en Él, toda la
gente, bendecir a Dios y bendecir a los hermanos, bendecir el mundo: esta es la
raíz de la mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse bendecidos y la
capacidad de bendecir. Si todos nosotros hiciéramos así, seguramente no
existirían las guerras. Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la
bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y a nosotros nos queda tan
solo la alegría de bendecirlo y la alegría de darle gracias, y de aprender de
Él a no maldecir, sino bendecir. Y aquí solamente una palabra para la
gente que está acostumbrada a maldecir, la gente que tiene siempre en la boca,
también en el corazón, una palabra fea, una maldición. Cada uno de nosotros
puede pensar: ¿yo tengo esta costumbre de maldecir así? Y pedir al Señor la
gracia de cambiar esta costumbre para que nosotros tengamos un corazón
bendecido y de un corazón bendecido no puede salir una maldición. Que el Señor
nos enseñe a no maldecir nunca sino a bendecir.” (Audiencia general, día 2 de
diciembre de 2020)
- “162. El gran tema
es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo—
es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha
puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la
mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello
insisto en que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución
provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre
permitirles una vida digna a través del trabajo”. Por más que cambien los
mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr
que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de
aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque “no existe peor pobreza que
aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”. En una
sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la
vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce
para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse
a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el
perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo.” (Enc.
Fratelli tutti”)
(6.12.20)
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