LO TRIBUTARIO (nº 404)

Conocer el IVA (8): el impuesto exigible

Un recordatorio. Hay tres hechos imponibles: las entregas y servicios de empresarios y profesionales, las adquisiciones intracomunitarias y las importaciones aunque no sea empresario o profesional quien las realice. El impuesto devengado se calcula aplicando a la base imponible un tipo de gravamen de lo que resulta la cuota tributaria originada por cada operación. Esa cuota se repercute a los adquirentes en las entregas y servicios, salvo que esté regulada la inversión del sujeto pasivo, en cuyo caso éste no “se autorrepercute” (se paga a sí mismo), como a veces se dice para que se entienda mejor, sino que asume a su cargo esa obligación tributaria (por lo que no hay repercusión); y lo mismo ocurre con las adquisiciones intracomunitarias en las que el sujeto pasivo es el adquirente (y tampoco hay repercusión); en las importaciones, el importador declara la operación y, por lo general, liquida la aduana que así determina la cuota que debe ingresar el sujeto pasivo (sin repercusión).

Si, simplificando el ejemplo y evitando las muchas posibles excepciones, se imagina un empresario (persona física o jurídica) que realiza las operaciones propias de su actividad, se puede considerar que podrá realizar ventas (entregas) como fabricante o como mayorista que vende a otras empresas o como minorista que vende a consumidores) o instalaciones o reparaciones o estudios e informes (servicios). Por cada operación deberá emitir una factura en la que conste su identificación, la del adquirente, el objeto de la operación y la liquidación del IVA: aplicando a la base imponible (cuando es la contraprestación: algo más que el precio si cobra portes, transporte, envases, embalajes, seguros, intereses por pago aplazado…; algo menos que el precio, si hace un descuento, si aplica una bonificación por el elevado importe o por el número de operaciones…; en otros casos, se está al valor de mercado o al coste) el tipo impositivo que corresponda al objeto de esa operación y así resulta la cuota que se repercute al adquirente que debe pagar el total importe de la factura.

Ese mismo empresario es posible que realice importaciones de bienes (procedentes de fuera de la UE) y en cada una de ellas deberá pagar el IVA que, además de los derechos aduaneros que correspondan, liquide la aduana. También es posible que exporte bienes (con destino fuera de la UE) que comercializa o elabora: ese hecho imponible (entrega) está sujeto pero exento (no hay gravamen). Y cabe que ese empresario compre y reciba bienes procedentes de otro Estado de la UE (adquisición intracomunitaria): no se hará una factura contra sí mismo ni se repercutirá el impuesto así devengado. Las entregas intracomunitarias (transporte a otro Estado de la UE) están sujetas pero exentas. Y de todas estas operaciones deberá guardar el justificante establecido.

En el IVA está establecido que periódicamente (unos cada mes, otros cada trimestre) se declare el importe acumulado de todas las operaciones realizadas en ese tiempo (base imponible, tipo y cuota devengada). Pero lo habitual y lógico es que en ese período el empresario (o el profesional) haya realizado adquisiciones (materias primas, bienes para revender, suministros de agua y energía, servicios de comunicaciones, mantenimiento, reparación y asesoramiento) por las que haya recibido las correspondientes facturas con la liquidación del IVA que se le repercute. El IVA exigible en cada declaración periódica resulta de restar del IVA devengado, el IVA soportado. Más o menos.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Dos noticias. Ante el clamor, la autoridad fiscal da marcha atrás en la quita de las deudas automáticas y propone la quita de intereses. Como si la Hacienda no fuera nuestra. Ante el aumento de impugnaciones otra autoridad tributaria da a conocer que la mayoría de los recursos contra la Administración los gana ésta. Pero lo importante es saber qué pasa como consecuencia de los que pierde y preguntarse por qué ese clima.

Cuaresma. El cristiano sabe que camina hacia el cielo en una romería multitudinaria en la que están, también, los que animan desde el cielo, como hacen los que llegaron a la meta con los que vienen, y los que completan su camino aseando el alma antes de alcanzar la alegría celestial para siempre, porque pueden dar consejos saludables para llegar en las mejores condiciones; y, desde luego, los que marchan a nuestro lado con la seguridad de que el Padre nos espera, de que el Hijo camina a nuestro lado porque Él pasó hace años por esa misma senda y de que el Espíritu Santo no deja de darnos fuerzas, de ayudar a levantarse en las caídas, de aconsejar cómo y por dónde ir seguro. También es conveniente llevar una buena guía para el camino, frecuentemente y, desde luego, estar atentos a sus advertencias y seguir sus recomendaciones.

- “Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá odio a uno y amor a otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mt 6,24). “No todo el que me dice: “Señor, Señor” entrará en el reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). “por lo tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca y cayó la lluvia y llegaron las riadas y soplaron los vientos: irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca” (Mt 7, 24-25). Podría ser la primera página de las instrucciones al caminante para la marcha hacia el cielo. Hay que decidir con determinación dónde vamos, pata no distraer el camino y evitar el riesgo de perdernos o caer y hacernos daño. Hay que mirar hacia adelante, no salirse del camino ni, mucho menor, pararse o retroceder: es el cielo donde Dios, que es amor y que es Padre, nos espera y no deja de mirar para ver como avanzamos para salir a nuestro encuentro, abrazarnos y cubrirnos de besos, como hizo el padre misericordioso al volver el hijo pródigo (Lc 15,20)

- “No juzguéis para no ser juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis se os juzgará y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo? O ¿cómo vas a decir a tu hermano: Deja que saque la mota de tu ojo”, cuando tú tienes una viga en el tuyo? Hipócrita: saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo la mota del ojo de tu hermano” (Mt 7,1-5). Esa es la mejor forma de caminar hacia el cielo: formando comunidad con los santos que están cielo y los que van decididos a conseguirlo, sin divisiones, sin críticas, sin rivalidad, evitando que sea “el yo” el jefe de la expedición.

- “Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos…” (Mt 7,12). “Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada por ello; y será grande vuestra recompensa… Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,35-36). Todo el camino se resume en eso: en amar. Recibir el amor de Dios, que es Amor, y derramar de ese amor a los demás.

LA HOJA SEMANAL
(del 26 de febrero al 3 de marzo)

Lunes (26)

San Alejandro de Alejandría, obispo (2ª Cuaresma)
Palabras: “No juzguéis y no seréis juzgados… (Lc 6,37)
Reflexión: … no condenéis y no seréis condenados…”
Propósito, durante el día: Pedir perdón, perdonar; comprender; no criticar

Martes (27)

San Gabriel de la Dolorosa (2ª Cuaresma)
Palabras: “El que se enaltece, será humillado… (Mt 23,12)
Reflexión: … y el que se humilla, será ensalzado”
Propósito, durante el día: Amabilidad, ayudar; acallar el “yo”

Miércoles (28)

San Román, abad (2ª Cuaresma)
Palabras: “El que quiera ser grande entre vosotros… (Mt 20,26)
Reflexión: … que sea vuestro servidor…”
Propósito, durante el día: Disponible para todos, darme sin esperar nada

Jueves (1)

San Felix III, papa (2ª Cuaresma)
Palabras: “Dijo Jesús a los fariseos: - Había un hombre rico…” (Lc 16,19)
Reflexión: … Y un mendigo llamado Lázaro, echado en su portal…
Propósito, durante el día: Desasimiento; nada como propio; compartir

Viernes (2)

El Cristo de Medinaceli (2ª Cuaresma; abstinencia de carne y caldo de carne)
Palabras: “Había un propietario que plantó una viña…” (Mt 21,33)
Reflexión: Los labradores querían quedarse con ella y mataron al hijo, heredero
Propósito, durante el día: Meditar la Pasión, vivir la Cruz. Sacrificios, negarme

Sábado (3)

Santos Emeterio y Celedonio, mártires (2ª Cuaresma)
Palabras: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna…” (Lc 15,12)
Reflexión: Todavía estaba lejos; el padre lo vio y se conmovió y echó a correr hacia él
Propósito durante el día: Madre mía, enséñame a amar por entero y sin condiciones

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 25, domingo (2º Cuaresma; ciclo B; 4º de san José) nos llenan de esperanza en el amor de Dios: “Por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré” (Gn 22); “El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? (Rm 8); “Maestro, qué bien se está aquí” (Mc 9). En la Cuaresma nos preparamos para vivir devotamente la Pasión y Muerte de Jesús y también su Resurrección. Tiempo de amar más y mejor. De pedir a María que nos ayude

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “La Cuaresma es tiempo rico para desenmascarar éstas y otras tentaciones y dejar que nuestro corazón vuelva a latir al palpitar del Corazón de Jesús. Toda esta liturgia está impregnada con ese sentir y podríamos decir que se hace eco en tres palabras que se nos ofrecen para volver a “recalentar el corazón creyente”: Detente, mira y vuelve.

Detente un poco de esa agitación, y de correr sin sentido, que llena el alma con la amargura de sentir que nunca se llega a ningún lado. Detente de ese mandamiento de vivir acelerado que dispersa, divide y termina destruyendo el tiempo de la familia, el tiempo de la amistad, el tiempo de los hijos, el tiempo de los abuelos, el tiempo de la gratuidad… el tiempo de Dios. Detente un poco delante de la necesidad de aparecer y ser visto por todos, de estar continuamente en “cartelera”, que hace olvidar el valor de la intimidad y el recogimiento. Detente un poco ante la mirada altanera, el comentario fugaz y despreciante que nace del olvido de la ternura, de la piedad y la reverencia para encontrar a los otros, especialmente a quienes son vulnerables, heridos e incluso inmersos en el pecado y el error. Detente un poco ante la compulsión de querer controlar todo, saberlo todo, devastar todo; que nace del olvido de la gratitud frente al don de la vida y a tanto bien recibido. Detente un poco ante el ruido ensordecedor que atrofia y aturde nuestros oídos y nos hace olvidar del poder fecundo y creador del silencio. Detente un poco ante la actitud de fomentar sentimientos estériles, infecundos, que brotan del encierro y la auto-compasión y llevan al olvido de ir al encuentro de los otros para compartir las cargas y sufrimientos. Detente ante la vacuidad de lo instantáneo, momentáneo y fugaz que nos priva de las raíces, de los lazos, del valor de los procesos y de sabernos siempre en camino. ¡Detente para mirar y contemplar!

Mira los signos que impiden apagar la caridad, que mantienen viva la llama de la fe y la esperanza. Rostros vivos de la ternura y la bondad operante de Dios en medio nuestro. Mira el rostro de nuestras familias que siguen apostando día a día, con mucho esfuerzo para sacar la vida adelante y, entre tantas premuras y penurias, no dejan todos los intentos de hacer de sus hogares una escuela de amor. Mira el rostro interpelante de nuestros niños y jóvenes cargados de futuro y esperanza, cargados de mañana y posibilidad, que exigen dedicación y protección. Brotes vivientes del amor y de la vida que siempre se abren paso en medio de nuestros cálculos mezquinos y egoístas. Mira el rostro surcado por el paso del tiempo de nuestros ancianos; rostros portadores de la memoria viva de nuestros pueblos. Rostros de la sabiduría operante de Dios. Mira el rostro de nuestros enfermos y de tantos que se hacen cargo de ellos; rostros que en su vulnerabilidad y en el servicio nos recuerdan que el valor de cada persona no puede ser jamás reducido a una cuestión de cálculo o de utilidad. Mira el rostro arrepentido de tantos que intentan revertir sus errores y equivocaciones y, desde sus miserias y dolores, luchan por transformar las situaciones y salir adelante.

Mira y contempla el rostro del Amor crucificado, que hoy desde la cruz sigue siendo portador de esperanza; mano tendida para aquellos que se sienten crucificados, que experimentan en su vida el peso de sus fracasos, desengaños y desilusión. Mira y contempla el rostro concreto de Cristo crucificado por amor a todos y sin exclusión. ¿A todos? Sí, a todos. Mirar su rostro es la invitación esperanzadora de este tiempo de Cuaresma para vencer los demonios de la desconfianza, la apatía y la resignación. Rostro que nos invita a exclamar: ¡El Reino de Dios es posible!

Detente, mira y vuelve. Vuelve a la casa de tu Padre. ¡Vuelve!, sin miedo, a los brazos anhelantes y expectantes de tu Padre rico en misericordia (cf. Ef 2,4) que te espera. ¡Vuelve!, sin miedo, este es el tiempo oportuno para volver a casa; a la casa del Padre mío y Padre vuestro (cf. Jn 20,17). Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón… Permanecer en el camino del mal es sólo fuente de ilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto y nuestro corazón bien lo sabe. Dios no se cansa ni se cansará de tender la mano (cf. Bula “Misericordiae vultus”, 19). ¡Vuelve!, sin miedo, a participar de la fiesta de los perdonados. ¡Vuelve!, sin miedo, a experimentar la ternura sanadora y reconciliadora de Dios. Deja que el Señor sane las heridas del pecado y cumpla la profecía hecha a nuestros padres: “Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 36,26). ¡Detente, mira y vuelve! (homilía en la misa, bendición e imposición de la ceniza en la basílica de Santa Sabina, de Roma, el día 14 de febrero de 2018)

(25.02.18)

No hay comentarios:

Publicar un comentario