LO TRIBUTARIO (nº 590)

Fuentes del Derecho (30): ¿derecho a no aportar lo ya aportado?

Establece el artículo 34.1. LGT que constituye derecho de los administrados tributarios, entre otros, el derecho “a no aportar aquellos documentos ya presentados por ellos mismos y que se encuentren en poder de la Administración actuante siempre que el obligado indique el día y procedimiento en el que los presentó”. Se trata de un precepto diferente, pero inspirado por el mismo motivo que el establecido con carácter general para todos los administrados en el artículo 53.1. d) Ley 39/2015, de Procedimiento Administrativo Común, que regula el derecho a “no presentar datos y documentos no exigidos por las normas aplicables al procedimiento de que se trate, que se encuentren en poder de las Administraciones Públicas o que hayan sido elaboradas por éstas”. Ese “mismo motivo” a que se hace referencia aquí es tanto el principio de evitar costes indirectos al administrado (art. 3.2 LGT), como el principio de facilidad en la obtención de la prueba (art. 217 LEC) que se debe aportar, cuando se trate de ese aspecto del procedimiento. En todo caso, es obligado considerar los términos en que esas regulaciones se producen, sobre todo porque, siendo supletoria la Ley común (DAd 1ª 2 Ley 40/2015), se aplica en lo no regulado en la Ley especial referida a la tributación.

En la LGT: 1) no hay excepción o salvedad respecto al derecho a no presentar lo ya presentado (en la Ley común, en cambio, es obligado aportar, en todo caso, lo que se exija así en el procedimiento de que se trate); 2) la expresión “presentados por ellos mismos” impide la excusa para no aportar lo que hubiera aportado otro aunque se pruebe que así ha sido (en la Ley común, en cambio, basta indicar razonadamente que los datos o documentos están en poder de las Administraciones o que es un documento elaborado por ellas, sean las que sean por el principio de coordinación del ar. 3.1 Ley 40/2015), 3) se exige indicar el día y procedimiento en que se presentó los documentos (no se exige así en la Ley común y, además, la exigida en la LGT parece una previsión inútil porque al acreditar que se aportaron los documentos en esa acreditación constará que se aportó realmente y se podrá deducir en qué procedimiento.

Este derecho de los administrados hay que relacionarlo en el ámbito tributario con la obligación formal regulada en el artículo 29 LGT que exige aportar “libros, registros, documentos o informaciones que el obligado tributario debe conservar en relación con el cumplimiento de las obligaciones tributarias propias o de terceros”, así como cualquier dato, informe, antecedente o justificante con trascendencia tributaria a requerimiento de la Administración. Y hay un derecho a rehusar (art. 99.2 LGT).

La realidad normativa y práctica en las obligaciones tributarias ha superado lo que parecería razonable hasta el extremo que hace agobiantes y excesivas las obligaciones formales consistentes en aportar la documentación, así como en buscar y obtener y elaborar la documentación exigida y según las instrucciones ordenadas. Tan excesivas que en un Estado de Derecho constituirían el paradigma de la desviación de poder (art. 48 Ley 39/2015 PAC) por exceso en el ejercicio de la potestad. Nada que ver con la previsión del artículo 21 RGIT (RD 939/1986) que establecía que sólo había que aportar a las oficinas públicas la documentación de “volumen notoriamente reducido”. Este recuerdo crea tal alboroto en un Taller de tributación que no se sabe si dar gracias por la sobrevivencia fiscal o rezar un responso por el pobre Estado de Derecho que nos dejó.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Un informe de la UDEF en 2016 llevó a la detención de una decena de personas. En 2020 informa la misma AEAT que no se pueden cuantificar los ingresos no declarados.

En esta última semana de esta primera parte del Tiempo Ordinario antes de que empiece la Cuaresma, el cristiano, como los atletas, antes de la prueba decisiva, comprueba su estado de forma físico y mental, porque el esfuerzo que viene debe ser grande y merece la pena a la vista del premio que se gana: “Los que compiten se abstienen de todo, y ello para alcanzar una corona corruptible; nosotros, en cambio, una incorruptible” (1 Co 9,25). “Hermanos, yo no pienso haberlo conseguido aún; pero olvidando lo que queda atrás, una cosa intento: lanzarme hacia lo que tengo por delante, correr hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios nos llama desde lo alto por Cristo Jesús” (Flp 3,13-14)

Es una lucha ascética esperanzada que describe bien san Pablo: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si yo hago lo que no quiero, no soy yo quien lo realiza, sino el pecado que habita en mí… ¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte…? Gracias sean Dadas a Dios por Jesucristo Señor nuestro…” (Rm 7,19.24). “No os ha sobrevenido ninguna tentación que supere lo humano y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación os dará también el modo de poder soportarla con éxito” (1 Co 10, 13). Porque “ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni cualquier criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8,37-39)

En el camino hacia el cielo, en el esforzado maratón para alcanzar el abrazo de Dios y permanecer a su lado para siempre, ayuda recordar las palabras de san Agustín: “Pues, cuando te agradaste a ti mismo, ahí te quedaste. Pues, si dijeras “basta”, en ese momento has perecido. Crece siempre, camina siempre, avanza siempre, no te quedes en el camino, no vuelvas atrás, no te desvíes. Se queda quien no avanza, retrocede quien se vuelve a las cosas que ya había dejado; se desvía quien apostata. Es mejor andar cojo por el camino que correr fuera del camino” (Sermones 169, 18)

Empieza la Cuaresma y el cristiano, que vive en el mundo, “nel bel mezzo della estrada”, se prepara para llevar con garbo desprendimientos, sacrificios, mortificaciones por amor a Dios que es Amor y que, en Jesús crucificado, el Hijo de Dios, nos dio la prueba suprema del amor. Hay textos que ayudan: “Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro; como el Señor nos ha perdonado, hacedlo así también vosotros. Sobre todo, revestíos con la caridad, que es vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo se adueñe de vuestros corazones: a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos…” (Col 3,12-15)

Y siempre alegres: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra comprensión sea patente a todos los hombres. El Señor está cerca. No os preocupéis por nada; al contrario: en toda oración y súplica, presentad a Dios vuestras peticiones con acción de gracias” (Flp 4,4-7).

LA HOJA SEMANAL
(del 24 al 29 de febrero)

Lunes (24)

San Modesto de Tréveris, obispo (7ª TO)
Palabras: “¡Si puedes…! Todo es posible al que tiene fe” (Mc 9,23)
Reflexión: Esta especie (de demonios) sólo puede salir con oración
Propósito, durante el día: Señor, auméntanos la fe

Martes (25)

San Néstor, obispo (7ª TO)
Palabras: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos …” (Mc 9,35)
Reflexión: … y el servidor de todos”
Propósito, durante el día: Señor, que sea servidor, que sea útil, que ayude

Miércoles (26)

De Ceniza (ayuno y abstinencia de carne y caldo de carne)
Palabras: Que tu ayuno lo note no la gente, sino tu Padre …” (Mt 6,18)
Reflexión: … y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”
Propósito, durante el día: Oración, limosna y ayuno. Sacrificios por amor

Jueves (27)

Jueves después de Ceniza (san Gabriel de le Virgen de los Dolores)
Palabras: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, …” (Lc 9,23)
Reflexión: … cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”
Propósito, durante el día: Señor, que arrinconemos “el yo”, que no le escuchemos

Viernes (28)

Viernes después de Ceniza (san Román, abad; abstinencia de carn y caldo de carne)
Palabras: “Un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán” (Mt 9,15)
Reflexión: La Cuaresma como preparación de la Pasión y Muerte de Jesús
Propósito, durante el día: Señor, que te acompañemos en tu preparación para la Cruz

Sábado (29)

Sábado después de Ceniza (san Osvaldo de Worcester, obispo)
Palabras: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores …” (Lc 5,32)
Reflexión: … a que se conviertan”
Propósito, durante el día: Madre: la Cuaresma a tu lado, sin olvidos ni distracciones

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 23, domingo (7º TO, ciclo A; 4º de san José) nos animan a la santidad en la vida corriente, en las ocupaciones ordinarias: “Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lv 29); “Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios” (1 Co 3); “Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5). A mitad de semana, Miércoles de Ceniza: cuarenta días preparándonos para vivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Lo mejor: acompañar a la Madre.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Aceptando la Ley de Dios en el corazón se entiende que los deseos deben ser guiados, porque no se puede tener todo lo que uno desea, y no es bueno ceder a sentimientos egoístas y posesivos. Cuando se acepta la Ley de Dios en el corazón, se comprende que hay que abandonar un estilo de vida de promesas rotas, así como pasar de la prohibición del perjurio a la decisión de no jurar en absoluto, asumiendo la actitud de plena sinceridad con todos.

Y Jesús es consciente de que no es fácil vivir los mandamientos de una manera tan completa. Por eso nos ofrece la ayuda de su amor: vino al mundo no sólo para cumplir la Ley, sino también para darnos su gracia, para que podamos realizar la voluntad de Dios, amándolo a Él y a nuestros hermanos y hermanas. ¡Todo, todo lo podemos hacer con la gracia de Dios! Así, la santidad no es otra cosa que guardar esta gratitud que Dios nos ha dado, esta gracia. Se trata de confiar y encomendarse a Él, a su Gracia, a esa gratitud que nos ha dado y coger la mano que nos tiende constantemente, para que nuestros esfuerzos y nuestro compromiso necesario puedan ser sostenidos por su ayuda, llena de bondad y misericordia.” (Angelus, día 16 de febrero de 2020)

- “Aquí debemos mencionar el pecado de la “ira”, un gesto violento cuyo impulso todos conocemos. ¿Quién no se ha enfadado alguna vez? Todos. Debemos volver al revés la bienaventuranza y preguntarnos: ¿Cuántas cosas hemos destruido con la ira? ¿Cuántas cosas hemos perdido? Un momento de ira puede destruir muchas cosas; se pierde el control y no se valora lo que es realmente importante, y se puede arruinar la relación con un hermano, a veces sin remedio. Por la ira, tantos hermanos no se hablan, se alejan uno del otro. Es lo contrario de la mansedumbre. La mansedumbre reúne, la ira separa.

La mansedumbre, en cambio, conquista muchas cosas. La mansedumbre es capaz de ganar el corazón, salvar amistades y mucho más, porque las personas se enfadan, pero luego se calman, se replantean las cosas y vuelven sobre sus pasos, y así se puede reconstruir con la mansedumbre.

La “tierra” a conquistar con la mansedumbre es la salvación de aquel hermano del que habla el mismo Evangelio de Mateo: “Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” (Mt 18,15). No hay tierra más hermosa que el corazón de los demás, no hay territorio más bello que ganar que la paz reencontrada con un hermano. ¡Y esa es la tierra a heredar con la mansedumbre!” (Audiencia general, 19 de febrero de 2020)

(23.02.20)

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