LO TRIBUTARIO (nº 143)

La otra LGT (1): La competencia para liquidar un tributo

Al preparar una reforma de una ley que regula principios y conceptos de utilización general en todos los tributos del sistema, se puede pretender sólo: 1) legislar “a la contra” para evitar interpretaciones de los tribunales que han producido anulaciones de actos administrativos; 2) eliminar obstáculos encontrados en la práctica de la gestión y de la recaudación, modificando el cuadro de derechos y garantías de los contribuyentes y de competencias y facultades de la Administración; 3) obtener una mayor facilidad en el control de cumplimientos, incrementando las obligaciones formales. O se pretende modificar la ley para conseguir un mayor grado de Justicia.

Para pensar en el porqué de las cosas se puede empezar considerando cómo está regulada (art. 26 LGT) la exigencia de intereses de demora. La reflexión puede llevar a plantearse cuestiones diversas: el interés de demora y el interés legal del dinero; las funciones financieras, resarcitorias o indemnizatorias de los intereses de demora; la no exigencia de intereses cuando la Administración incumple la ley en los plazos que señala si así se establece (retrasos en inspecciones, reclamaciones...); la exigencia de intereses aunque, después de haber sido impugnado, haya resultado la anulación del acto y la práctica de otro nuevo; los ingresos extemporáneos espontáneos con recargo sin intereses o también con intereses si es grande el retraso; la infracción tipificada en la regularización voluntaria extemporánea; y el delito contra la Hacienda con su remedio absoluto en caso de regularización espontánea íntegra o con la reducción de pena en caso de ingreso íntegro de lo declarado como total a ingresar.

Pero cualquiera que sea el camino tomado y el asunto sobre el que discurra la reflexión, hay un aspecto esencial, primario, básico, que condiciona todo: la obligación de autoliquidar que la ley impone a todos los contribuyentes en casi todos los tributos del sistema. No se quiere comprender una consideración tan elemental como la que señala que todo contribuyente puede ser obligado a declarar los hechos que conoce porque él los ha realizado y que la obligación de autoliquidar es exorbitante en cuanto exige calificar jurídicamente los hechos y aplicar los conceptos y técnicas tributarios. Si para justificar la aplicación generalizada de las comunicaciones telemáticas, electrónicas e informáticas se ha empleado el argumento de que es de uso habitual por la mayoría de los ciudadanos y empresas, será preciso convenir en que exigir que se autoliquide uno cualquiera de los impuestos, es una obligación que excede en mucho de los conocimientos de la gran mayoría de los ciudadanos y empresas. Con serias dudas se podría asumir que todos los empleados de la Agencia tributaria, todos los jueces, todos los fiscales, todos los profesores, los mejores alumnos y todos los asesores fiscales que ejercen esa profesión, son tan expertos en tributación como para superar un examen no complicado. Eso es comparar unos pocos miles de pseudo-expertos con millones de contribuyentes. Si se piensa en la exigencia de intereses por no ingresar en plazo una deuda tributaria que ha sido determinada por quien es manifiestamente incompetente se llegará al absurdo de partida.

Voz en off. Durante el juicio oral insistía el perito designado por la defensa en el error del “perito de la Hacienda”: era un “rendimiento” y no un “incremento injustificado”, con tributación diferente. La sentencia justificó la inquietud del perito: “sea rendimiento o incremento”, se podía leer.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

La proximidad de las elecciones generales ha adelantado la fecha de tramitación y aprobación de la Ley del Presupuestos para 2016. Enmiendas a la totalidad, miles de enmiendas parciales, como la que propone elevar la tarifa del IRPF “para los ricos”, han tapado otras noticias fiscales, como la que pide reducir el tipo del IVA “cultural”.

Nunc coepi!, “Ahora empiezo”, se dice a sí mismo el cristiano muchas veces al día, incluso durante los actos y tareas ordinarias, cuando cae en la cuenta de en qué está, de qué ha pasado, de lo que viene y, aprovecha para dar gracias a Dios, para lamentar los propios fallos, para pedir ayuda, luces; también al principio de cada día, en el repaso rápido de asuntos relevantes, de propósitos, y al final del día, en un examen de conciencia “a conciencia” para el que hay que reservar el tiempo oportuno y las condiciones adecuadas y en el que no debe faltar un propósito para el día siguiente. “Ahora empiezo”, se repite el cristiano en las caídas, porque santo no es el que no cae, sino el que se levanta. “Ahora empiezo”, se anima el cristiano después de un resplandor divino inesperado, de un rato de silencio que parecía inútil, de una palabra escuchada, leída o escrita sin haber pensado que Dios también así se dirige al corazón. “Ahora empiezo” se asegura a sí mismo el cristiano, aceptando el propio compromiso, después de haber vivido -luchando, fallando, levantándose- horas de retiro o días de ejercicios espirituales o los tiempos fuertes de la liturgia, Adviento y Cuaresma. “Ahora empiezo”, se dice el cristiano cuando, acabadas las vacaciones, mira el panorama de un larguísimo curso que empieza sin que sea vea el final, aunque se sabe que está allí, detrás del horizonte. Empezar algo cuando cuesta empezar todo. Es la misma sensación que cuando se empezaba la construcción de una catedral gótica desbrozando el terreno. Pero el cristiano se anima con las palabras de la santa: “Si Teresa de Jesús y tres ducados es como nada, Teresa de Jesús, tres ducados y Dios es todo” (Leyenda Áurea Teresiana). Y con las palabras de san Pablo: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Flp 4,13)

El cristiano sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8 y 16); que cristianismo es recibir el amor de Dios que nos rebosa y dar de ese amor a todos, para todos (“Amamos a Dios y al prójimo con la misma caridad”, s. Agustín “Trat. Sma. Tri, 7); y que “al atardecer nos examinarán del amor” (S. Juan de la Cruz, “Avisos y sentencias” n. 57). Debe ser suficiente esa reflexión para sentirse con ánimo para marcar las señales del camino convirtiendo las bienaventuranzas en normas de vida. Pobreza de espíritu, sacando del corazón la soberbia, la ambición, la avaricia, porque nuestro tesoro es vivir con Dios para siempre. Dolerse con los que sufren, asumir las propias contrariedades. Mantener el ánimo sereno y vivir la humildad, porque sabemos de nuestra debilidad y que Dios está con nosotros. Actuar con justicia y caridad: impedirlas, luchar contra ellas o sufrir con las injusticias, rezar para su remedio. Tener el corazón en los necesitados de ayuda física o espiritual, vivir la misericordia, comprendiendo, perdonando, pidiendo perdón. Actuar con limpieza de corazón, sin hipocresía, evitando la murmuración y la calumnia, eliminando egoísmo y el egocentrismo. Procurando la pacífica convivencia en todos los ambientes, ejercitando la virtud de callar. Recordando en la adversidad, en la injusticia, en el dolor, que “para los que aman a Dios todo es para bien” (Rm 8,28)

Para los que se quedan en el principio, hay que recordarles lo que sigue: “Ama y haz lo que quieras; si te callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; ten la raíz del amor en el fondo de tu corazón: de esta raíz sólo puede salir lo que es bueno (san Agustín, “Com. 1 Ep. s, Jn”, 7)

LA HOJA SEMANAL
(del 31 de agosto al 5 de septiembre)

Lunes (31)

San Ramón Nonato, confesor (22ª TO)
Palabras: Lo empujaron fuera del pueblo… (Lc 4,29)
Reflexión: Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba
Propósito, durante el día: Conformado con Jesús, pegado a la orla de su manto

Martes (1)

San Simeón el Estilita el Viejo (22ª TO)
Palabras: Noticias de él iban llegando a todos los lugares (Lc 4,37)
Reflexión: ¿Qué tiene su palabra?, comentaban estupefactos todos
Propósito, durante el día: Atento a tu palabra. Confiado en tu silencio

Miércoles (2)

San Antolín, mártir (22ª TO)
Palabras: Al hacerse de día salió a un lugar solitario (Lc 4,42)
Reflexión: La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo
Propósito, durante el día: Que te busque, que te encuentre, que te renga en mí

Jueves (3)

San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia (22ª TO)
Palabras: “Rema mar adentro” (Lc 5,4)
Reflexión: Por tu palabra, echaré las redes
Propósito, durante el día: Encomendar cada tarea, cada persona

Viernes (4)

Santa Rosa de Viterbo, virgen (22ª TO)
Palabras: Nadie recorta una pieza de un manto nuevo... (Lc 5,36)
Reflexión: ... para ponérsela a un manto viejo. Con Cristo todo es nuevo
Propósito, durante el día: Que vea con los ojos de Cristo, que sienta como Él

Sábado (5)

Beata Teresa de Calcuta, fundadora (22ª TO)
Palabras: “El Hijo del hombre es el señor del sábado” (Lc 6,5)
Reflexión: Dios atento a nuestras necesidades
Propósito, durante el día: Madre, recíbeme en Nazaret y no dejes que me vaya

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del domingo día 30 (22º TO, ciclo B) sitúan al cristiano ante la fe que profesa: sobre los mandamientos, “ponedlos por obra” (Dt 4); sobre la religión: “visitar a los huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo” (St 1); sobre la propia vida: “de dentro del corazón del hombre, salen los malos propósitos...” (Mc 7). También nos recuerdan que Dios está cerca de nosotros, que nos ha hecho primicia de sus criaturas. Aprovechemos esa cercanía para pedir ayuda porque somos débiles, para dejarnos guiar porque solos erramos el camino, para agradecer el amor del Amor y para repartirlo. Amar en familia; rezar por las familias.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “En este punto, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: “Señor, ¿a quién iremos?” Tú tienes palabras de vida eterna (v. 68). No dice “¿dónde iremos?”, sino “¿a quien iremos?”. El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino que es “a quien” ir. Por esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es una cuestión de fidelidad a una persona, con la que nos unimos para andar juntos por el mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. Cristo no es un elemento accesorio: es el “pan vivo”, el alimento indispensable. Unirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenado, sino ser profundamente libre, siempre en camino. Cada uno de nosotros se puede preguntar: ¿quién es Jesús para mí?. ¿Es un hombre, una idea, sólo un personaje histórico? ¿O es, verdaderamente, la persona que me ama que ha dado su vida por mi y camina conmigo? Para ti ¿quién es Jesús? ¿Estás con Jesús? ¿Buscas conocerlo en su palabra? ¿Lees el Evangelio, todos los días un pasaje del Evangelio, para conocer a Jesús? ¿Llevas un Evangelio pequeño en el bolsillo, en el bolso, para leerlo en todas partes? Porque cuanto más estamos con Él más crece el deseo de permanecer con Él. Ahora os pido amablemente que hagamos un instante de silencio y cada uno de nosotros, en silencio, en su corazón, se haga la pregunta: “¿Quién es Jesús para mí?. En silencio, responda cada uno en su corazón.” (Angelus, en la plaza de San Pedro, el día 23 de agosto de 2015) (trad. propia)

- “La oración brota de la familiaridad con la Palabra de Dios. ¿Contamos con esta familiaridad en nuestra familia? ¿Tenemos el Evangelio en casa? ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos? ¿Lo meditamos rezando el Rosario? El Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos. Por la mañana y por la tarde, y cuando nos sentemos a la mesa, aprendamos a decir juntos una oración, con mucha sencillez: es Jesús quien viene entre nosotros, como iba a la familia de Marta, María y Lázaro. Una cosa que me preocupa mucho y que he visto en las ciudades: hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la cruz. Pero tú, mamá, papá, enseña al niño a rezar, a hacer la señal de la cruz: es una hermosa tarea de las mamás y los papás.” (Audiencia general, en la plaza de San Pedro, el día 26 de agosto de 2015)

- “226. Estamos hablando de una actitud del corazón, que vive todo con serena atención, que sabe estar plenamente presente ante alguien sin estar pensando en lo que viene después, que se entrega a cada momento como don divino que debe ser plenamente vivido. Jesús nos enseñaba esta actitud cuando nos invitaba a mirar los lirios del campo y las aves del cielo, o cuando, ante la presencia de un hombre inquieto, “detuvo en él su mirada, y lo amó” (Mc 10,21). Él sí que estaba plenamente presente ante cada ser humano y ante cada criatura, y así nos mostró un camino para superar la ansiedad enfermiza que nos vuelve superficiales, agresivos y consumistas desenfrenados.

227. Una expresión de esta actitud es detenerse a dar gracias a Dios antes y después de las comidas. Propongo a los creyentes que retomen este valioso hábito y lo vivan con profundidad. Ese momento de la bendición, aunque sea muy breve, nos recuerda nuestra dependencia de Dios para la vida, fortalece nuestro sentido de gratitud por los dones de la creación, reconoce a aquellos que con su trabajo proporcionan estos bienes y refuerza la solidaridad con los más necesitados.” (encíclica “Laudato sí”, 24 de mayo de 2015)

(30.VIII.15)

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