LO TRIBUTARIO (nº 348)
Nociones de moral fiscal (4)
Cuando quien es conocedor del Derecho Tributario, y de su aplicación, lee algunos textos, esquemas o guiones de acceso general sobre moral fiscal, llega razonablemente a la conclusión de que quien los escribió no conoce la normativa tributaria, la práctica de la gestión y recaudación de los tributos ni las causas frecuentes de inquietud de conciencias y las vías adecuadas para alcanzar la paz en el espíritu.
En esos textos se inicia la exposición con la necesidad de conocer las orientaciones morales de la autoridad religiosa. Sigue una relación no exhaustiva de las quejas fiscales: se considera excesivo el nivel de presión fiscal, se denuncia la mala gestión de los fondos públicos y la corrupción política, se cuestiona el reparto de la carga fiscal por la discriminación entre sueldos controlados y “dinero negro”, se critica la progresividad excesiva en el IRPF, escasa protección de la familia, retraso en las devoluciones, tratamiento en reclamaciones… Y se concluye señalando que, junto a críticas bien fundamentadas, hay otras influenciadas por una “psicología evasiva” que lleva a justificar de defraudaciones injustificables en un intento de acallar la conciencia.
Tras una relación de textos evangélicos, apostólicos, de concilios y del Magisterio de la Iglesia, se llega a los principios generales. Así, el principio de solidaridad (“el hombre debe contribuir con sus semejantes al bien común de la sociedad a todos los niveles”, “Libertatis conscientia” nº 73, Inst. Cong. para la doctrina de la fe); o el principio de subsidiaridad (“no han faltado excesos o abusos que, especialmente en los años más recientes, han provocado duras críticas al Estado del bienestar, calificado como “Estado asistencial”, Enc. “Centessimus annus”, nº 48); o la justicia distributiva (“la exigencia fundamental de todo sistema tributario justo y equitativo es que las cargas se adapten a la capacidad económica de los ciudadanos”, Enc. “Mater et magistra”, nº 132).
Y la conclusión de esas exposiciones genéricas, teóricas y alejadas de la realidad lleva a aspectos particulares como: la protección fiscal de la familia (“las familias tiene derecho a poder contar con una adecuada política familiar por parte de las autoridades públicas en el terreno jurídico, económico, social y fiscal, sin discriminación alguna”, Carta de Derechos de la Familia, Santa Sede, 2 de octubre de 1983); o la desgravación por iniciativas sociales porque “parece que conoce mejor las necesidades y logra satisfacerlas de modo más adecuado quien está próximo a ellas o quien está cerca del necesitado (Enc. “Centessimus annus”, nº 48).
Algunos autores de esos esquemas, de esas guías de moralidad, podrían terminar así, como lo ha hecho uno: “En mi opinión, lo expuesto es suficiente para formarse un criterio moral y afrontar algunos casos más usuales y realizar el correspondiente juicio de conciencia. En caso de duda convendrá consultar con un experto de probada honradez y rectitud”. Pero es posible otra exposición, otro vademécum básico sobre la obligación de tributar, sobre la exigencia de los tributos debidos y sobre la resolución de litigios por discrepancias entre la Administración y los contribuyentes. Conteste cada uno: ¿Cuándo tiempo dedica a estudiar las normas tributarias?, ¿las entiende?, ¿sabe declarar y autoliquidar?, ¿lo hace?, ¿ha redactado alguna reclamación? Funcionarios, jueces: ¿han anulado alguna sentencia, algún acto dictado por usted?
DE LO HUMANO A LO DIVINO
Asuero reinó desde la India hasta Etiopía. Sucedió que el rey había organizado un banquete de siete días para todo el pueblo de Susa y la reina Vasti había organizado otro para las mujeres. El día séptimo el rey tenía el corazón alegre por el vino y ordenó a los siete eunucos que le servían que condujeran ante él a la reina. Pero Vasti declinó la llamada. Pidió consejo el rey y prohibió a Vasti que pudiera comparecer en su presencia. Los ministros acordaron buscar muchachas vírgenes y hermosas para el rey.
En la ciudadela de Susa se encontraba un hombre judío, llamado Mardoqueo, varón benjaminita que había sido deportado desde Jerusalén. Mardoqueo había criado a Hadasá, que quiere decir “mirto”, es decir Ester, una muchacha guapa y hermosa, hija de un tío suyo a la que había adoptado como se hija al morir sus padres. Ester fue trasladada con las otras doncellas al mejor sitio de la casa de las mujeres. Cada una cuando debía presentarse ante el rey pedía lo que quería que le llevasen de la casa de las mujeres, pero Ester no pidió sino lo que dispusiera Hegué el eunuco del rey. El rey amó a Ester más que a todas las mujeres y le impuso la diadema real y la hizo reinar en vez de Vasti. Y concedió exención de impuestos a las provincias. Mardoqueo permanecía a la puerta de del rey porque Ester no había hablado de su patria ni de su pueblo.
Mardoqueo se enteró que dos eunucos querían atentar contra Asuero. Se lo dijo a Ester y ésta al rey, que ordenó investigar: se encontró a los culpables y fueron colgados. Después el rey engrandeció a Amán y lo encumbró por encima de los demás príncipes. Amán vio que Mardoqueo no se arrodillaba ni se postraba ante él. Se llenó de ira y persuadió al rey para exterminar al pueblo judío: “sus disposiciones son distintas a las de todos los pueblos y además no cumplen las disposiciones del rey, por lo que no es justo que el rey los deje tranquilos”. Y se ordenó a los sátrapas y a los gobernadores que se exterminara, matara y eliminara a todos los judíos y que se expoliasen sus posesiones. Clamaron los judíos al Dios de sus padres y Mardoqueo pidió a Ester que intercediera por su pueblo.
Y Ester oró: “Bendito eres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Ven en mi ayuda que em encuentro sola y no tengo auxilio fuera de ti… Ayúdame que soy huérfana y pon en mi boca una palabra apropiada…” Al tercer día, Ester se vistió con sus galas reales y se presentó en el patio privado del palacio real, delante del pabellón del rey. “¿Qué quieres reina Ester? ¿Qué pides? Aunque pidas la mitad de mi reino se te entregará”. Y pidió al rey que él y Aman fueran al banquete que había preparado. El rey lo ordenó así. Mientras Amán, su mujer Zeres y sus amigos acordaban levantar una horca de cincuenta metros para colgar a Mardoqueo, aquella noche el rey tenía insomnio y pidió que le leyeran el libro de los recuerdos. Allí se decía que fue Mardoqueo el que informó del atentado de los eunucos contra el rey. Y preguntó: ¿qué honor o dignidad se ha concedido a Mardoqueo? Le dijeron: No se ha hecho nada con él. Y ordenó a Amán que montara a Mardoqueo en el caballo del rey, que se le impusiera la corona real y que cabalgara por las calles, proclamando delante de él: “Así se hace al hombre a quien el rey ha decidido honrar”. El puesto de Amán lo ocupó Mardoqueo y a él y a Ester les dijo el rey Asuero: que escribieran lo que les pareciera mejor en favor de los judíos y, sellado con el anillo real, sería irrevocable.
Dios, Señor de la historia, también de la de cada uno. Lo mejor, ponerse en sus manos.
LA HOJA SEMANAL
(del 28 de agosto al 2 de septiembre)
Lunes (28)
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia (21ª TO)
Palabras: “Ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que quieren” (Mt 23,13)
Reflexión: Necios y ciegos. Ni queremos saber ni queremos ver
Propósito, durante el día: Domine, ut videam! ¡Señor, que vea lo que quieres!
Martes (29)
Martirio de san Juan Bautista (21ª TO)
Palabras: “Sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo enterraron” (Mc 6,29)
Reflexión: Herodes respetaba a Juan, pero juró dar a la joven lo que le pidiera
Propósito, durante el día: Todo para gloria de Dios
Miércoles (30)
San Pedro, ermitaño (21ª TO)
Palabras: “Por fuera parecéis justos, por dentro estáis repletos de hipocresía (Mt 23,28)
Reflexión: Apariencias. Rectificar la intención
Propósito, durante el día: Seguir de cerca a Jesús: ¿qué harías Tú, Señor?
Jueves (31)
San ramón Nonato, confesor (21ª TO)
Palabras: “Estad en vela porque no sabéis que día vendrá vuestro Señor” (Mt 24,42)
Reflexión: Dichoso el criado fiel, con el amo, y bondadoso, con los otros criados
Propósito, durante el día: Lleno del amor del Amor, derramando amor a todos
Viernes (1)
San Egidio (Gil), abad (21ª TO)
Palabras: “Os lo aseguro, no os conozco” (Mt 25,12)
Reflexión: Las necias dijeron a las sensatas, dadnos un poco de vuestro aceite…
Propósito, durante el día: Adsum!. Presente, Disponible. Cuando quieras, como quieras
Sábado (2)
San Próspero, obispo (21ª TO)
Palabras: “Como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante” (Mt 25,23)
Reflexión: Al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes
Propósito, durante el día: Madre mía, ayúdame a aprovechar aquí para ganar el cielo
(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)
Las lecturas del día 27, domingo (21º TO; ciclo A; santa Mónica) nos recuerdan la generosidad de Dios y también el afecto y respeto que debemos a los sacerdotes: “lo que él abra nadie lo cerrará” (Is 22); “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios!” (Rm 11); “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt 16). Dios nos eligió como hijos, nos destinó a ser santos, nos dio cualidades, nos ayuda porque sabe lo que necesitamos, nos ha redimido y perdona nuestros pecados.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “Este episodio evangélico nos ayuda a entender que todos tenemos necesidad de crecer en la fe y fortalecer nuestra confianza en Jesús. Él puede ayudarnos a encontrar la vía cuando hemos perdido la brújula de nuestro camino; cuando el camino no parece ya plano, sino áspero y arduo; cuando es fatigoso ser fieles con nuestros compromisos. Es importante alimentar cada día nuestra fe, con la escucha atenta de la Palabra de Dios, con la celebración de los Sacramentos, con la oración personal como “grito” hacia Él —“Señor, ayúdame”—, y con actitudes concretas de caridad hacia el prójimo.
Encomendémonos al Espíritu Santo para que Él nos ayude a perseverar en la fe. El Espíritu infunde audacia en el corazón de los creyentes; da a nuestra vida y a nuestro testimonio cristiano la fuerza del convencimiento y de la persuasión; nos anima a vencer la incredulidad hacia Dios y la indiferencia hacia los hermanos.
La Virgen María nos haga cada vez más conscientes de nuestra necesidad del Señor y de su Espíritu; nos obtenga una fe fuerte, plena de amor, y un amor que sabe hacerse súplica, súplica valiente a Dios.” (Angelus, día 20 de agosto de 2017)
- “El cristiano sabe que el Reino de Dios, su Señoría de amor está creciendo como un gran campo de grano, aunque en medio está la cizaña. Siempre hay problemas, están los chismorreos, están las guerras, están las enfermedades... están los problemas. Pero el grano crece, y al final el mal será eliminado. El futuro no nos pertenece, pero sabemos que Jesucristo es la gracia más grande de la vida: es el abrazo de Dios que nos espera al final, pero que ya desde ahora nos acompaña y nos consuela en el camino. Él nos conduce a la gran “tienda” de Dios con los hombres (cf. Apocalipsis 21, 3), con muchos otros hermanos y hermanas, y llevaremos a Dios el recuerdo de los días vividos aquí abajo. Y será bonito descubrir en ese instante que nada se ha perdido, ninguna sonrisa y ninguna lágrima. Por mucho que nuestra vida haya sido larga, nos parecerá haber vivido en un suspiro. Y que la creación no se ha detenido en el sexto día del Génesis, sino que ha proseguido infatigable, porque Dios siempre se ha preocupado por nosotros. Hasta el día en el que todo se cumplirá, en la mañana en la que se extinguirán las lágrimas, en el mismo instante en el que Dios pronunciará su última palabra de bendición: “¡Mira que hago un mundo nuevo!” (v. 5). Sí, nuestro Padre es el Dios de las novedades y de las sorpresas. Y aquel día nosotros seremos verdaderamente felices, y lloraremos. Sí: pero lloraremos de alegría” (Audiencia general, día 23 de agosto de 2017)
(27.08.17)
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