LO TRIBUTARIO (nº 346)

Nociones de moral fiscal (2)

Después de los textos evangélicos, pero también en los primeros tiempos del cristianismo, se encuentran otros muchos referidos a la obligación de tributar.

- “Que toda persona esté sujeta a las autoridades que gobiernan, porque no hay autoridad que no venga de Dios… Por tanto, es necesario estar sujeto no sólo por temor al castigo, sino también por motivos de conciencia. Por esta razón les pagáis también los tributos; porque son ministros de Dios, dedicados precisamente a esa función. Dadle a cada uno lo que se les debe: a quien tributo, tributo; a quien impuestos, impuestos; a quien respeto, respeto, a quien honor, honor” (Rm 13, 1-7).

De este texto se puede recordar que el ministro es un servidor que actúa por cuenta y orden de su señor. Más allá de la literalidad, se puede trascender la tributación a “lo que Dios quiere” que, por ese motivo, ha de ser bueno: el sistema tributario justo del artículo 31 CE; y, por otra parte, también se debe trascender la voluntad de Dios a las funciones de gestión y de recaudación de los tributos y a la responsabilidad moral en su ejercicio.

- En la “Epístola a Diogneto”, en el siglo II, afirma que: “los cristianos obedecen las leyes promulgadas y con su género de vida pasan más allá todavía de lo que las leyes mandan”. En el mismo siglo, escribe san Justino: “en cuanto a tributos y contribuciones, nosotros los cristianos fuimos por Él enseñados” (Apología II,17, 1-3). La crítica a los tributos desorbitados o en las injustas discriminaciones aparece ya en aquellos tiempos (v. Salviano de Marsella en “De Gubernatione Dei, IV y V).

Por su parte, Tertuliano, que reconoce que los cristianos evitan los impuestos ilícitos como eran los destinados al sostenimiento de templos y cultos paganos, escribe: “ debéis darnos gracias a nosotros, los cristianos, que pagamos escrupulosamente lo que debemos y nos abstenemos de defraudar a otros; de manera que, si se hiciera cuenta de todo lo que pierde el Tesoro Público por vuestros fraudes y por la falsedad de vuestras declaraciones fiscales, nuestra cuenta puede estar equilibrada fácilmente” (Apología XLII, 9)

- El papa Pío XII señalaba que “no existe duda alguna sobre el deber de cada ciudadano de soportar una parte de los gastos públicos” (Aloc. “Parmi les nombreaux”, 2.X.1956). El papa san Juan XXIII decía: “todos los hombres y todas las entidades intermedias tienen la obligación de aportar su contribución específica a la prosecución del bien común. Esto comporta el que busquen sus propios intereses en armonía con las exigencias de aquél y contribuyan al mismo objeto con las prestaciones -de bienes y servicios- que las legítimas autoridades establecen, según normas de justicia y respetando los procedimientos y límites fijados por el gobierno” (Enc. Pacem in terris). El papa san Juan Pablo II decía a los asesores fiscales: “Los ciudadanos, que deben ser defendidos en sus derechos, deben al mismo tiempo ser educados para tomar su justa parte en las cargas públicas, en forma de tasas o de impuestos, ya que ésta es también una forma de justicia, cuando se benefician de los servicios públicos y de las múltiples condiciones de una vida apacible en común” (Aloc. “J´ai êté touché”, 7.11.1980). De estos textos lo más relevante es la continuada referencia a la justicia y a lo justo.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

En el libro de los Jueces (4,1-32) se dice que Débora, mujer de Lapidot, era una profetisa que en aquel tiempo juzgaba a Israel. Se sentaba bajo la palmera de Débora que está entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraím, y los israelitas se dirigían a ella en busca de justicia. Entonces mandó llamar a Barac, hijo de Abinoam, de Quedes de Neftalí, y le dijo: - Esto es lo que el Señor, Dios de Israel, te ordena: “Vete y acércate al monte Tabor. Toma contigo diez mil hombres de los hijos de Neftalí y de Zabulón, que yo te traeré a Sísara, príncipe del ejército de Yabín, con sus carros y con toda su tropa hacia el torrente Quisón, y lo pondré en tus manos. Barac dijo: - Iré si vienes conmigo. Si no me acompañas, no iré. Y dijo Débora: -Te acompañaré sin falta, pero no alcanzarás la gloria en esta expedición que vas a emprender porque el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer.

La victoria fue tal que el propio Sísara tuvo que descender de su carro y huir a pie hasta la tienda de Yael, esposa de Jéber, el quenita que tenía un acuerdo de paz con Yabín, rey de Jasor. Yael salió al encuentro de Sísara y le dijo: - Acércate, señor mío, acércate aquí; no tengas miedo. Él le pidió un poco de agua. Ella abrió un odre de leche y le dio. El le pidió que fuera a la entrada de la tienda y que si preguntaba alguien dijera que no había nadie. Ella tomó una estaca de la tienda y agarrando un martillo, se dirigió sigilosamente hacia él; apoyó la estaca en su sien y la clavó hasta la tierra. Él que estaba profundamente dormido por el cansancio, murió. Yael se lo dijo a Barac.

Aquel día, Débora y Barac, hijo de Abinoam, cantaron así: - Cuando se sueltan las cabelleras en Israel y el pueblo se apresta voluntario, ¡bendecid al Señor! Reyes escuchad; príncipes, prestad atención. Voy a cantar al Señor, voy a entonar un himno al Señor…” Al final, decía así: “¡Bendita sea entre las mujeres Yael, la esposa de Jéber, el quenita; sea bendita entre todas las mujeres de su tienda! A quien pedía agua, le ofreció leche, en vasija de príncipes le sirvió cuajada. Su mano alargó a la estaca y su diestra al martillo artesano, golpeó a Sísara y le aplastó el cráneo, le quebró y atravesó la sien. A sus pies se desplomó, cayó, yació, a sus pies se desplomó, cayó; donde se desplomó, cayó abatido; Tras la ventana miraba y gemía la madre de Sísara tras las celosías: ¿Por qué tarda tanto en llegar su carro? ¿Por qué se demoran los pasos de su carroza? Le respondió la más sabia de sus doncellas, y ella se repetía sus palabras: Seguro que está repartiendo su botín: ¡una muchacha, dos muchachas para cada caballero! ¡telas de colores, botín de Sísara, telas de colores!; ¡recamados! ¡tela de color con dobles bordados para los cuellos! ¡trofeo de vencedores! ¡Que perezcan así todos tus enemigos, Señor, y que brillen tus amigos como el sol naciente, con todo su resplandor! Y el país descansó durante cuarenta años.

Lo mejor de estos repasos bíblicos no es tanto la información recibida, como la posibilidad de que sacar puntos de consideración para la propia vida espiritual. Al acabar de exponer las parábolas del Reino”, dijo Jesús: “Todo escriba instruido acerca del Reino de los Cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas” (Mt 13,52). El cristiano que debe ser “otro Cristo”, “el mismo Cristo”, y que para eso se esfuerza en seguir sus pasos, encuentra muchos motivos de meditación actual en una historia antigua como la de Débora: la deslealtad, el botín en los éxitos humanos... y, también, colaborar con los demás, confiar y dar gracias a Dios.

LA HOJA SEMANAL
(del 14 al 20 de agosto)

Lunes (14)

San Maximiliano Kolbe, presbítero y mártir (19ª TO)
Palabras: “Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres” (Mt 17,22)
Reflexión: Ellos se pusieron muy tristes
Propósito, durante el día: Actos de agradecimiento por el amor de Dios

Martes (15)

La Asunción de la Virgen María (19ª TO; de la Paloma, de los Reyes, del Sagrario)
Palabras: Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1,46)
Reflexión: Dispersa a los soberbios de corazón
Propósito, durante el día: Meditar el Magnificat

Miércoles (16)

San Roque, mártir (19ª TO)
Palabras: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre… (Mt 18,20)
Reflexión: … allí estoy yo en medio de ellos”
Propósito, durante el día: Dios mío, creo que estás aquí, que me ves, que me oyes

Jueves (17)

Santa Beatriz de Silva, fundadora (19ª TO)
Palabras: “No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18,22)
Reflexión: Si mi hermano me ofende, ¿debo perdonarle siete veces? ¿siempre?
Propósito, durante el día: Amabilidad, callar, perdonar y pedir perdón

Viernes (18)

San Alberto Hurtado S.I., presbítero (19ª TO)
Palabras: “Se unirá a su mujer y serán una sola carne (Mt 19,5)
Reflexión: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre
Propósito, durante el día: Vocación. Perseverancia, fidelidad, acción de gracias

Sábado (19)

San Juan Eudes, presbítero (19ª TO)
Palabras: No impidáis a los niños acercarse a mí (Mt 19,14)
Reflexión: Jesús les impuso las manos
Propósito, durante el día: Madre mía: mientras mi vida alentare todo mi amor para ti

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 13, domingo (19º TO; ciclo A) nos animan a confiar en Dios: “¡El Señor va a pasar!” (1 Re 19); “nació el Mesías, el que está por encima de todo” (Rm 9); “Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: - ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?” (Mt 14,33). Todo es maravilla del Señor: Elías lo oyó en la brisa tenue, en Belén nació un Niño, caminando sobre las aguas, llamó a Pedro. Meterse en el Evangelio es vivir esas maravillas y dar gracias porque “Todo es gracia”.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “La ascensión de los discípulos al monte Tabor nos induce a reflexionar sobre la importancia de separarse de las cosas mundanas, para cumplir un camino hacia lo alto y contemplar a Jesús. Se trata de ponernos a la escucha atenta y orante del Cristo, el Hijo amado del Padre, buscando momentos de oración que permiten la acogida dócil y alegre de la Palabra de Dios. En esta ascensión espiritual, en esta separación de las cosas mundanas, estamos llamados a redescubrir el silencio pacificador y regenerador de la meditación del Evangelio, de la lectura de la Biblia, que conduce hacia una meta rica de belleza, de esplendor y de alegría. Y cuando nosotros nos ponemos así, con la Biblia en la mano, en silencio, comenzamos a escuchar esta belleza interior, esta alegría que genera la Palabra de Dios en nosotros. En esta perspectiva, el tiempo estivo es momento providencial para acrecentar nuestro esfuerzo de búsqueda y de encuentro con el Señor. En este periodo, los estudiantes están libres de compromisos escolares y muchas familias se van de vacaciones; es importante que en el periodo de descanso y desconexión de las ocupaciones cotidianas, se puedan restaurar las fuerzas del cuerpo y del espíritu, profundizando el camino espiritual.” (Angelus, día 6 de agosto de 2017)

- “Nosotros que estamos acostumbrados a experimentar el perdón de los pecados, quizás demasiado “a buen precio”, deberíamos recordar de vez en cuando cuánto hemos costado al amor de Dios. Cada uno de nosotros ha costado bastante: ¡la vida de Jesús! Él la habría dado incluso solo por uno de nosotros. Jesús no va a la cruz porque sana a los enfermos, sino porque predica la caridad, porque proclama las bienaventuranzas. El Hijo de Dios va a la cruz sobre todo porque perdona los pecados, porque quiere la liberación total, definitiva del corazón del hombre. Porque no acepta que el ser humano consume toda su existencia con este “tatuaje” imborrable, con el pensamiento de no poder ser acogido por el corazón misericordioso de Dios. Y con estos sentimientos Jesús sale al encuentro de los pecadores, que somos todos. Así los pecadores son perdonados. No solo son tranquilizados a nivel psicológico, porque son liberados del sentimiento de culpa. Jesús hace mucho más: ofrece a las personas que se han equivocado la esperanza de una vida nueva. “Pero, Señor, yo soy un trapo” — “Mira adelante y te hago un corazón nuevo”. Esta es la esperanza que nos da Jesús. Una vida marcada por el amor. Mateo el publicano se convierte en apóstol de Cristo: Mateo, que es un traidor de la patria, un explotador de la gente. Zaqueo, rico corrupto —este seguramente tenía una licenciatura en sobornos— de Jericó, se convierte en un benefactor de los pobres. La mujer de Samaria, que ha tenido cinco maridos y ahora vive con otro, escucha cómo se le promete “un agua viva” que podrá manar para siempre dentro de ella (cf. Juan 4, 14). Así Jesús cambia el corazón; hace así con todos nosotros. Nos hace bien pensar que Dios no ha elegido como primera masa para formar su Iglesia a las personas que no se equivocaban nunca. La Iglesia es un pueblo de pecadores que experimentan la misericordia y el perdón de Dios. Pedro entendió más verdades de sí mismo cuando el gallo cantó, que de sus impulsos de generosidad, que le hinchaban el pecho, haciéndole sentir superior a los demás.” (Audiencia general, 9 de agosto de 2017)

(13.08.17)

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