LO TRIBUTARIO
Reforma tributaria. IRPF (2): La renta
El concepto originario de renta equivale al fruto de un capital humano (del trabajo), material (del capital) o de ambos (actividad económica). Pero el concepto económico es más amplio: cualquier alteración de la composición del patrimonio que modifica su valor. Por este motivo el art. 33 LIRPF define así las ganancias y pérdidas patrimoniales excluyendo las que la ley califique como rendimientos. La “atribución de rentas” (arts. 86 a 90 LIRPF) es un mecanismo fiscal que lleva a que, a efectos de tributación, se considere renta de los socios, comuneros, herederos o partícipes la obtenida a través de entidades, en general, sin personalidad jurídica. Y la “imputación de rentas” da un paso más allá incluyendo como renta ganada la no obtenida ya sea por la tenencia de determinados inmuebles (art. 85 LIRPF), ya sea por ser socio en los casos de transparencia fiscal internacional (art. 91 LIRPF, al que da nueva redacción la reforma), ya sea por la gestión de derechos de imagen (art. 92 LIRPF). Estos conceptos se deben diferenciar de otros que llevan a la tributación de renta en importes que pueden no ser reales, como ocurre en la regulación de valoraciones (rentas estimadas, rentas en especie, operaciones vinculadas, reglas de valoración en rendimientos y en ganancias y pérdidas patrimoniales, estimación objetiva) que se establecen en la ley.
La Ley 40/1998 introdujo un concepto nuevo de renta al sujetar a tributación sólo la renta “disponible”, aunque aceptando los mecanismos de atribución e imputación. Se consideraba, así, que no podía estar sujeto a gravamen la “renta de subsistencia” que, lógicamente, debía ser la misma para toda persona física cualquiera que fuere la renta ganada. Esta nueva definición llevó a establecer “mínimos” personales y familiares (ascendientes y descendientes a cargo, atendiendo a sus circunstancias) excluidos de gravamen. En 2006 se eliminó ese concepto de renta y, a partir de una grave confusión entre no sujeción y reducción, los “mínimos” pasaron a ser tratados como “exención con progresividad” (así se reconoce en la reforma), de modo que los que más ganan “necesitan” menos para sobrevivir (arts. 63.1.2º y 74.1.2º LIRPF). La reforma eleva los importes (arts. 58 a 61 LIRPF), manteniendo el error en su consideración fiscal. Con evidente incoherencia técnica, las reducciones (arts. 51 a 55 LIRPF) por aportación a sistemas de previsión social propios o de discapacitados o a patrimonios protegidos y por pago de pensiones compensatorias al ex cónyuge, se mantienen sin atender a los efectos de la progresividad, que precisamente favorecen a quienes más renta ganan.
La renta tributable, necesariamente, se debe referir a un tiempo que es el período que la ley establece para liquidar el impuesto. En el IRPF, el período coincide con el año natural o en la fecha de fallecimiento del contribuyente en un día distinto al 31 de diciembre (arts. 12 y 13 LIRPF). La aplicación de una escala creciente de tipos de gravamen calculada para una renta anual, estaría distorsionada si se incluyeran en la base liquidable rentas generadas en más de un año. En la reforma de 1978 se estableció un método de anualización que corregía ese efecto para las “rentas irregulares” en el tiempo. La presunta complejidad aritmética (dividir y sumar) llevó a eliminar ese método, sustituyéndolo por una reducción porcentual (40%) para los rendimientos generados en “más de dos años”. La reforma mantiene ese error, quizá motivado por una sospecha de elusión, y establece (arts. 18.2 y 3, 23.3, 26.2 y 32.1 LIRPF) un porcentaje del 30%, con un límite, por la bajada de tipos, sin que se hubiera hecho así antes con otras escalas. Son las ventajas que tiene lo arbitrario.
Noticias fiscales. El BOE del día 17 de octubre ha publicado la extensa Ley 18/2014, de 5 de octubre, de medidas urgentes, en la que se regula: 1) con efectos desde 2014 de la modificación del art. 33.4.d) LIRPF, añadiendo la exención de ganancias en la dación en pago de vivienda habitual del deudor o garante de deudas garantizadas con hipoteca y en la ejecución judicial o notarial, si no dispone de recursos para evitarlo; 2) con efectos desde 2014 se añade una DA 39ª LIRPF sobre rentas negativas derivadas de deuda subordinada o de participaciones preferentes antes de 2015; 3) con efectos desde la entrada en vigor del RD-L 8/2014, se modifica el art. 101 LRPF, reduciendo al 15% la retención a profesionales con volumen de operaciones inferior a 15.000 euros, si representa más del 75% de los rendimientos de actividad y del trabajo; 4) con efectos desde 2014, se añade una letra c) al art. 105.1 LHL, para eximir del IIVTU las transmisiones a que se refiere el art. 33.4.d) LIRPF; 5) con efectos desde 2014, se regula la tributación por el impuesto sobre depósitos bancarios
DE LO HUMANO A LO DIVINO
Las noticias de la semana han insistido y ampliado las referidas a los casos de ébola, en España y en el mundo, y al empleo irregular, durante años, de tarjetas de crédito por directivos de entidades financieras y de ahorro, sin que fuera descubierto ni por el banco que tiene encomendada su inspección y control ni por la Hacienda Pública. El pueblo presencia con dolor esas situaciones. La gente de bien reza por la salud de todos los afectados por el virus y por la realización de la Justicia.
En la devoción de los cristianos, octubre es el mes del Rosario, corona de rosas en cuya contemplación obsequiamos a nuestra Madre la Virgen María con la consideración de los Misterios de la vida de Jesucristo, su Hijo y hermano nuestro, desde la Encarnación (Gozosos) a la Pasión (Dolorosos) y Resurrección (Gloriosos), pasando por la institución de la Eucaristía (Luminosos) en la que el amor al Amor nos lleva a recordar que se ha quedado con nosotros “hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Y, con la consideración y contemplación de esos Misterios, repasamos también la vida de Jesús que es modelo de nuestra vida y, con ella, la vida de María que “guardaba todas esas cosas en su corazón” (Lc 2,19 y 2.51) y es “la orante perfecta” (CIC nº 2679). De ahí que octubre sea, nada más y nada menos, como un tiempo de práctica intensiva de lo que es debe ser un curso ordinario durante todo el año, durante toda nuestra existencia aquí, de vida en Cristo, en la oración constante (1 Ts 5,17), sin desfallecer.
La edad lleva a muchos a recordar lo que aprendieron cuando eran niños que estudiaban el Catecismo. En el del P. Astete se preguntaba: “¿Qué cosa es orar?” y se respondía: “Es levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes”. En el del P. Ripalda la respuesta era semejante: “Levantar a Dios el alma a pedirle mercedes”. En el Astete se definía así la oración mental: “Es la que se hace ejercitando las potencias del Alma: acordándonos con la memoria de alguna cosa buena; pensando y discurriendo con el entendimiento sobre ella; y haciendo con la voluntad varios actos como de dolor de los pecados, o varias resoluciones como confesarnos, de mudar de vida”. Y la oración vocal: “Es la que se hace con palabras exteriores, verbi gratia, la que hacemos cuando rezamos el Padrenuestro”. Y sobre cómo se ha de orar, se respondía: “Con atención, humildad, confianza y perseverancia”. El actual Catecismo de la Iglesia Católica resume: “La oración es la elevación del alma hacia Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San Juan Damasceno, Expositio fidei, 68). Y presenta la oración: 1) como don de Dios (nº 2559 a 2561), porque en la oración “Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber”; 2) como alianza (nº 2562 a 2564) porque “es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo hecho hombre”; 3) y como comunión (nº 2565) en cuanto que “la vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él”.
Podemos tomar frases de santos que pueden ser valiosos motivos de reflexión. Así, dice santa Teresa del Niño Jesús: “Para mí la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hasta el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto en medio de la prueba como en la alegría” (Manuscritos C, 25r). Y Santa Teresa de Jesús define así la oración contemplativa: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama” (Libro de la vida, 8). San Josemaría Escrivá dice: “Me has escrito “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” - ¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: -¡tratarse!” (Camino nº 91)
LA HOJA SEMANAL
(del 20 al 25 de octubre)
Lunes (20)
Santa Irene, mártir (semana 29ª TO)
Las palabras: “Lo que has acumulado ¿de quien será?” (Lc 12,20)
La reflexión: El que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios
Propósito, durante el día: Vida en Cristo, con Cristo, imitando a Cristo
Martes (21)
Santa Celina, mártir
Las palabras: “Estad como los que aguardan a que su señor vuelva” (Lc 12,36)
La reflexión: Para abrirle apenas venga y llame
Propósito, durante el día: Presencia de Dios: hablarle, ofrecerle, pedirle
Miércoles (22)
San Juan Pablo II, papa
Las palabras: “Estad preparados” (Lc 12,40)
La reflexión: Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá
Propósito, durante el día: Acciones de gracias: ¡Todo es gracia!. Todo lo mío es tuyo
Jueves (23)
San Juan de Capistrano, presbítero
Las palabras: “He venido a prender fuego en el mundo” (Lc 12,49)
La reflexión: El fuego del amor; el fuego purificador, el fuego que ilumina corazones
Propósito, durante el día: Actos de desagravio: Gracias, perdón, ayúdame más
Viernes (24)
San Antonio María Claret, obispo
Las palabras: “¿Cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?” (Lc 12,56)
La reflexión: Tiempo de indiferencia, tiempo de persecución
Propósito, durante el día: Comuniones espirituales: encomendar el mundo
Sábado (25)
San Frutos de Segovia, ermitaño
Las palabras: “¿Para qué va a ocupar terreno en balde?” (Lc 13,7)
La reflexión: Deja la higuera todavía este año: la cuidaré para ver si da fruto
Propósito, durante el día: Apostolado: de oración, del ejemplo, con obras
(la reflexión y el propósito las fija cada uno, claro)
El domingo día 19 (29º TO, ciclo A), día del Domund, nos llama a la conversión, a ser concientes de que Dios nos ha elegido para el cielo: “Te llamé por tu nombre” (Is 45); “Dios os ha elegido” (1 Tes 1); “Pagadle a Dios lo que es de Dios” (Mt 22). La correspondencia al don de Dios puede ser el propósito semanal: Dejar poso, ser útiles, iluminar con la luminaria de la fe y del amor; encender la tierra con el fuego de Cristo que llevamos en el corazón. Y rezar por los frutos del Sínodo sobre la familia.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
- “La bondad de Dios no tiene fronteras y no discrimina a nadie: por eso el banquete de los dones del Señor es universal, para todos. A todos se les da la posibilidad de responder a su invitación, a su llamada; nadie tiene el derecho de sentirse privilegiado o exigir una exclusiva. Todo esto nos induce a vencer la costumbre de situarnos cómodamente en el centro, como hacían los jefes de los sacerdotes y los fariseos. Esto no se debe hacer; debemos abrirnos a las periferias, reconociendo que también quien está al margen, incluso ese que es rechazado y despreciado por la sociedad es objeto de la generosidad de Dios. Todos estamos llamados a no reducir el Reino de Dios a las fronteras de la “iglesita” —nuestra “pequeña iglesita”— sino a dilatar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios. Solamente hay una condición: vestir el traje de bodas, es decir, testimoniar la caridad hacia Dios y el prójimo.” (Angelus, en la plaza de San Pedro, el día 12 de octubre de 2014)
- “En presencia de este escenario inaudito y maravilloso, nuestro corazón no puede dejar de sentirse confirmado con fuerza en la esperanza. Mirad, la esperanza cristiana no es sencillamente un deseo, un auspicio, no es optimismo: para un cristiano, la esperanza es espera, espera ferviente, apasionada de la realización última y definitiva de un misterio, el misterio del amor de Dios, en quien hemos renacido y en quien ya vivimos. Y es espera de alguien que está por llegar: es el Cristo Señor que se hace cada vez más cercano a nosotros, día tras día, y que viene a introducirnos finalmente en la plenitud de su comunión y de su paz. La Iglesia, entonces, tiene la tarea de mantener encendida y bien visible la lámpara de la esperanza, para que pueda seguir resplandeciendo como signo seguro de salvación e iluminando a toda la humanidad el sendero que conduce al encuentro con el rostro misericordioso de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, he aquí, entonces, lo que esperamos: ¡que Jesús regrese! La Iglesia esposa espera a su esposo. Debemos, pues, preguntarnos con mucha sinceridad: ¿somos de verdad testigos luminosos y creíbles de esta espera, de esta esperanza? ¿Viven aún nuestras comunidades en el signo de la presencia del Señor Jesús y en la cálida espera de su venida, o bien se presentan cansadas, adormecidas, bajo el peso del agotamiento y de la resignación? ¿Corremos también nosotros el riesgo de agotar el aceite de la fe y el aceite de la alegría? ¡Estemos atentos!.” (Audiencia general, en la plaza de San Pedro, el día 15 de octubre de 2014)
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