LO TRIBUTARIO (nº 448)

La aplicación de los tributos (15): nulidad, anulación, validez de los actos

Los actos de la Administración se presumen válidos (art. 38 Ley 39/2015 PAC). Pero hay actos “nulos de pleno derecho” (no sólo inválidos e ineficaces, sino como si nunca se hubieran producido): a) los que lesionen derechos y libertades susceptibles de amparo constitucional; b) los dictados por órgano manifiestamente incompetente por razón de la materia o del territorio; c) los que tengan contenido imposible; d) los que sean constitutivos de infracción penal o se dicten como consecuencia de ésta; e) los dictados prescindiendo total y absolutamente del procedimiento legalmente establecido…; f) los actos contrario al ordenamiento jurídico por los que se adquieran facultades o derechos careciendo de los requisitos esenciales para su adquisición… En los procedimientos tributarios de revisión se incluye el de declaración de nulidad de pleno derecho (art. 217 LGT). Se trata de la más grave consideración de un acto (en el recuerdo la diferencia entre acto “sólo” inconstitucional, inaplicable desde que se declara, y acto “inconstitucional y nulo”, inválido e ineficaz desde su origen). Esa gravedad determina el mayor rigor en la apreciación de las causas de nulidad; así, por ejemplo, “prescindir absolutamente del procedimiento establecido”, en la práctica, ha llegado a entenderse como que no haya ningún trámite procedimental; o a admitir la aplicación de “otro” procedimiento (verificación, comprobación limitada) porque no se aprecia indefensión.

Son anulables (art. 48 LPAC) los actos de la Administración que incurran en cualquier infracción del ordenamiento jurídico, incluso la desviación de poder (utilización de una potestad para un fin distinto al correspondiente). Los defectos de forma determinan la anulabilidad sólo si el acto carece de los indispensables para alcanzar su fin o si producen indefensión. Las actuaciones fuera del tiempo establecido sólo implican anulabilidad del acto cuando así lo imponga la naturaleza del término o plazo. Estas matizaciones, y otras (art. 104 y art. 150 LGT), son lacerantes para los administrados tributarios cuando las contrastan con las consecuencias (arts. 27 y 191 y sigs. LGT) de sus errores, deficiencias o incumplimientos de plazo. La anulabilidad, sólo afecta a la validez del acto desde que así se declara.

La nulidad o la anulabilidad de un acto no implica (art. 49 LPAC) la de los sucesivos en el procedimiento que sean independientes; la nulidad o anulabilidad de una parte del acto no implica la de las partes del mismo independientes, salvo que la parte viciada sea de tal importancia que sin ella el acto administrativo no hubiera sido dictado. Los actos nulos o anulables que contengan elementos constitutivos de otro distinto producirán los efectos de éste (art. 50 LPAC: conversión). El órgano que declare la nulidad o anule las actuaciones dispondrá siempre la conservación de los actos y trámite cuyo contenido se hubiera mantenido igual de no haberse cometido la infracción (art. 51 LPAC: conservación). La Administración puede convalidar (art. 52 LPAC) los actos anulables, subsanando los vicios de que adolezcan: el acto de convalidación (salvo art. 39.3 LPAC respecto de la retroactividad) produce efecto desde su fecha; si el vicio consiste en incompetencia no determinante de nulidad, la convalidación se puede realizar por el órgano competente cuando sea superior del que dictó el acto viciado; si el vicio consiste en la falta de alguna autorización, se puede convalidar mediante el otorgamiento de la misma por el órgano competente.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

“Había un hombre sufita llamado Elcaná, de Ramá, de la montaña de Efraím, hijo de Yerojam, hijo de Elí, hijo de Tojú, hijo de Suf, efraimita, que tenía dos mujeres: una llamada Ana y otra Peniná. Peniná tenía hijos, pero Ana no. Elcaná subía cada año desde su ciudad para adorar y ofrecer sacrificios al Señor de los ejércitos en Siló, donde los dos hijos de Elí, Jofní y Pinjás, eran sacerdotes del Señor. El día que Elcaná ofrecía sacrificios daba a Peniná y a todos sus hijos las porciones correspondientes. Sin embargo, a Ana, aunque la amaba, le daba una sola porción, pues el Señor había cerrado su seno. Su rival la importunaba con insolencia hasta humillarla porque el Señor la había hecho estéril. Esto ocurría año tras año; siempre que subían a la casa del Señor la importunaba del mismo modo. Así que Ana lloraba y no quería comer. Su marido, Elcaná, le decía: - Ana ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué se aflige tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos?

En una ocasión, después de haber comido y bebido en Siló, Ana se levantó y se puso ante el Señor. El sacerdote Elí estaba sentado en su sede unto a las jambas del Santuario del Señor. Ella, con el alma llena de amargura, rogaba al Señor llorando sin cesar, y decidió hacer un voto diciendo: “- Señor de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mí; si no te olvidas de tu sierva y me concedes un hijo varón, lo dedicará al Señor por todos los días de su vida de modo que nunca la navaja tocará su cabeza.”. Como se demoraba en sus ruegos al Señor, Elí se puso a observar el movimiento de su boca. Ana hablaba para sí y sus labios se movían sin que se oyera su voz, por lo que Elí supuso que estaba ebria, y le dijo: “- ¿Hasta cuando vas a estar ebria? Arroja el vino que llevas dentro”. Pero Ana contestó: “- No, mi señor. Yo soy una mujer angustiada. No he probado ni vino ni bebida embriagante; simplemente abría mi alma ante el Señor. Así que no consideres a tu sierva como una perdida, pues por mi gran dolor y angustia he hablado así”. Elí le respondió: “- Vete en paz. Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.” Y dijo ella: “- Que tu sierva encuentre gracia a tus ojos”. Entonces se marchó la mujer, comió, y su rostro ya no volvió a ser el mismo.

Se levantaron muy temprano, se postraron ante el Señor y regresaron a su casa en Ramá. Elcaná conoció a su mujer Ana, el Señor se acordó de ella, y al cabo del tiempo Ana concibió y dio a luz a un hijo al que puso por nombre Samuel, pues dijo: “Lo he pedido al Señor”.

Volvió a subir Elcaná con toda su casa a ofrecer el sacrificio anual y a cumplir sus votos. Pero Ana no subió, pues le dijo a su marido: - Cuando el niño haya sido destetado, lo llevaré. Entonces será presentado ante el Señor y se quedará allí para siempre” (1 Sam 1,1-22) … Así pues, se quedó la mujer y amamantó a su hijo hasta que lo destetó. “Entonces subió con él llevando consigo un novillo de tres años, un efah de flor de harina y un odre de vino; entró con él en la casa del Señor en Siló. El niño era todavía muy pequeño. Cuando inmolaron el novillo y presentaron al muchacho ante Elí, Ana le dijo: “- Perdona, señor; por tu vida, señor: yo soy aquella mujer que estuvo aquí en tu presencia implorando al Señor. Por este niño rogué y el Señor me ha concedido lo que le pedí. Ahora yo se lo devuelvo al Señor para que durante toda su vida esté entregado al Señor.” Y adoraron allí al Señor. (1 Sam 1,24-28). Sigue el cántico de Ana: “Mi corazón exulta en el Señor, mi frente se enaltece en el Señor, mi boca se ríe…”

LA HOJA SEMANAL
(del 20 al 25 de agosto)

Lunes (20)

San Bernardo de Claraval, abad y doctor de la Iglesia (20ª TO)
Palabras: “Vende lo que tienes, da el dinero a los pobres… (Mt 19,21)
Reflexión: así tendrás un tesoro en el cielo, y luego vente conmigo”
Propósito, durante el día: Desprendimiento, desasimiento; aceptación

Martes (21)

San Pío X, papa (20ª TO)
Palabras: “El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, mujer, hijos… (Mt 19,29)
Reflexión: … o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”
Propósito, durante el día: Hágase, cúmplase, sea alabada tu amabilísima voluntad

Miércoles (22)

Santa María Virgen, Reina
Palabras: “Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo” (Lc 1,28)
Reflexión: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios
Propósito, durante el día: ¡La Madre de Dios es mi madre!

Jueves (23)

Santa Rosa de Lima, virgen (20ª TO)
Palabras: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? (Mt 22,12)
Reflexión: Los invitados al banquete del Reino de Dios
Propósito, durante el día: Dios mío, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad

Viernes (24)

San Bartolomé, apóstol
Palabras: “… cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (Jn 1,48)
Reflexión: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay doblez
Propósito, durante el día: Gracias, Dios mío, por llamarme, por estar conmigo

Sábado (25)

San José de Calasanz, presbítero, fundador Escuelas Pías (Nª Sª del Mar; 20ª TO)
Palabras: “No os dejéis llamar maestro…” (Mt 23,10)
Reflexión: Uno solo es vuestro maestro y todos sois hermanos
Propósito, durante el día: Madre, cuida de mí que solo no me valgo

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 19, domingo (20º TO nos animan a la vida en Dios, en la Santísima Trinidad: “Venid a comer mi pan y a beber mi vino…” (Prv 9); “dejaos llenar del Espíritu… Dad siempre gracias a Dios Padre…” (Ef 5); “el que come este pan vivirá para siempre” (Jn 6). Es un tiempo adecuado para encontrar sentido a nuestra oración, a la Eucaristía, a los pequeños sacrificios de cada día, a las pruebas que debemos soportar para nuestro bien, al darnos con amabilidad a todos, al perdonar y al pedir perdón.

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “¡Hoy os exhorto a ser protagonistas en el bien! Protagonistas “en” el bien. No os sintáis a gusto cuando no hacéis el mal; cada uno es culpable del bien que podría hacer y no ha hecho. No basta no odiar, es necesario perdonar; no basta no tener rencor, es necesario rezar por los enemigos; no basta no ser causa de división, es necesario llevar paz donde no hay; no basta no hablar mal de otros, es necesario interrumpir cuando oigamos hablar mal de alguno: cortar la charla: esto es hacer el bien. Si no nos oponemos al mal, lo alimentamos de forma tácita…” (Angelus, día 12 de agosto de 2018) (trad. propia)

- “La Iglesia nos invita hoy a contemplar este misterio: se demuestra así que “Dios quiere salvar al hombre entero”, es decir, salvar “alma y cuerpo”. Jesús resucitó con el cuerpo que había asumido en María; y ascendió al Padre con su humanidad transfigurada. Con el cuerpo, un cuerpo como el nuestro, pero transfigurado. La Asunción de María, criatura humana, es la confirmación de cuál será nuestro destino glorioso… Nuestro cuerpo transfigurado estará allí. Esto – “resurrección de la carne”- es un elemento propio de la revelación cristiana y esencial de nuestra fe” (Angelus, día 15 de agosto de 2018, en la Asunción de la Virgen María) (trad. propia)

- 151. Recordemos que “es la contemplación del rostro de Jesús muerto y resucitado la que recompone nuestra humanidad, también la que está fragmentada por las fatigas de la vida, o marcada por el pecado. No hay que domesticar el poder del rostro de Cristo”. Entonces, me atrevo a preguntarte: ¿Hay momentos en los que te pones en su presencia en silencio, permaneces con él sin prisas, y te dejas mirar por él? ¿Dejas que su fuego inflame tu corazón? Si no le permites que él alimente el calor de su amor y de su ternura, no tendrás fuego, y así ¿cómo podrás inflamar el corazón de los demás con tu testimonio y tus palabras? Y si ante el rostro de Cristo todavía no logras dejarte sanar y transformar, entonces penetra en las entrañas del Señor, entra en sus llagas, porque allí tiene su sede la misericordia divina.

154. La súplica es expresión del corazón que confía en Dios, que sabe que solo no puede. En la vida del pueblo fiel de Dios encontramos mucha súplica llena de ternura creyente y de profunda confianza. No quitemos valor a la oración de petición, que tantas veces nos serena el corazón y nos ayuda a seguir luchando con esperanza. La súplica de intercesión tiene un valor particular, porque es un acto de confianza en Dios y al mismo tiempo una expresión de amor al prójimo. Algunos, por prejuicios espiritualistas, creen que la oración debería ser una pura contemplación de Dios, sin distracciones, como si los nombres y los rostros de los hermanos fueran una perturbación a evitar. Al contrario, la realidad es que la oración será más agradable a Dios y más santificadora si en ella, por la intercesión, intentamos vivir el doble mandamiento que nos dejó Jesús. La intercesión expresa el compromiso fraterno con los otros cuando en ella somos capaces de incorporar la vida de los demás, sus angustias más perturbadoras y sus mejores sueños. De quien se entrega generosamente a interceder puede decirse con las palabras bíblicas: “Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por el pueblo” (2 M 15,14).” (Exh. Ap. “Gaudete et exsultate”)

(19.08.18)

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