LO TRIBUTARIO (nº 447)

Aplicación de los tributos (14): motivación, fundamentación, congruencia

Hay requisitos básicos que deben cumplir todos los actos administrativos. Así, entre otros: identificación y domicilio del destinatario, identificación del órgano que los dicta, naturaleza (comunicación, requerimiento, resolución o acuerdo…), fecha, número o referencia al expediente de que se trate, asunto (concepto, trámite…), alcance temporal, contenido (regularización, propuesta, exigencia y forma y plazo para cumplirla…), firma del que dicta el acto y, cuando proceda, recursos y plazos de interposición. Pero hay tres requisitos esenciales que, reconocidos como tales hace años, han venido a decaer hasta el abandono, con pérdida de derechos de los administrados.

- Porque lo ordena la ley, determinados actos debe estar motivados (art. 35 LPA: los que limiten derechos subjetivos, los que resuelvan recursos, los que separen del criterio de actuaciones precedentes, los acuerdos de suspensión de actos, los de aplicación de tramitación de urgencia, de ampliación de plazos o acordando actuaciones complementarias, los que rechacen pruebas de los interesados, los que acuerden la terminación del procedimiento por imposibilidad o por desistimiento de la propia Administración en procedimientos iniciados de oficio, las propuestas de resolución en los procedimientos sancionadores y las resoluciones en procedimiento sancionador o de responsabilidad, los dictados en el ejercicio de potestades discrecionales).

Motivar es dar explicación clara, sencilla e inteligible sin necesidad de conocimientos específicos. Es un requisito esencial hasta el extremo de poder considerar todo acto no motivado como arbitrario (contra art. 9 CE). Es un requisito estructural porque la manifestación de voluntad de la Administración debe ser racional y razonada. Hoy se considera un requisito “formal”, no invalidante si no produce absoluta indefensión y subsanado de hecho en cuanto se recurre el acto alegando lo que se considera conveniente. Lo habitual es que la motivación reproduzca los hechos y, sin otra explicación, señale la procedencia de lo actuado: o sea, sin verdadera motivación.

- La fundamentación de los actos administrativos se ha convertido en un “self service”: al final del acto se abre un apartado que, bajo el título “normas aplicables”, relaciona unas disposiciones (leyes, decretos…) y, en cada una de ellas, unos preceptos, no sólo sin reproducir su texto vigente al tiempo de ser aplicados, sino también sin exponer por qué son aplicables al caso, cómo deben ser interpretados y por qué se aplican así.

- Los actos administrativos que tengan la naturaleza de resolución deben ser, además, congruentes: es decir, deben considerar todas las cuestiones planteadas y resolver en el fallo todas las pretensiones. Se debe distinguir entre argumentos, cuestión o motivo y pretensión, porque la resolución, desde luego, debe decidir sobre todas y cada una de las pretensiones; también debe considerar, replicar y decidir sobre las cuestiones o motivos que, con su correspondiente fundamento normativo o jurisprudencial, se han planteado; pero no es necesario considerar ni replicar a todas y cada una de las alegaciones o argumentos incluidos en el desarrollo de los motivos o cuestiones. En los recursos y reclamaciones en vía administrativa, la revisión se extiende a todas las cuestiones derivadas del expediente, hayan sido o no planteadas. También este aspecto ha decaído hasta el extremo de permitir resoluciones “por referencia” a la previa que se confirma.

DE LO HUMANO A LO DIVINO

Hubo un hombre de Sorá, de la estirpe de Dan, llamado Manóaj. Su mujer era estéril y no tenía hijos. Se le apareció un ángel del Señor a esta mujer y le dijo: - Mira eres estéril y no has tenido hijos, pero concebirás y darás a luz un hijo. Así que ahora guárdate de beber vino y licor y de comer nada impuro, pues concebirás y darás un hijo por cuya cabeza no pasará la navaja, ya que el muchacho será nazareo de Dios desde el vientre materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos.

La mujer se dirigió a su marido y le dijo: - Un hombre de Dios se ha dirigido a mí. Su aspecto era como el de un ángel de Dios, muy terrible, y no le he preguntado de dónde es, ni me ha dicho su nombre; pero me ha dicho: “Concebirás y darás a luz un hijo, así que ahora no bebas vino ni licor y no comas nada impuro, pues el muchacho será nazareo de Dios desde el vientre materno hasta el día de su muerte”. Manóaj invocó al Señor y le dijo: - Te ruego, Señor mío, que el hombre de Dios que nos enviaste venga de nuevo y nos enseñe qué debemos hacer con el muchacho que va a nacer. El Señor escuchó la voz de Manóaj y el ángel de Dios se dirigió de nevo a la mujer que estaba sentada en el campo sin que Manóaj, su marido, la acompañase.

La mujer corrió a avisar a su marido y le dijo: - Se me ha aparecido el hombre que se dirigió a mí el otro día. Manóaj se puso en marcha siguiendo a su mujer y se dirigió a aquel hombre diciéndole: - ¿Eres tú el hombre que habló a esta mujer? Él respondió: - Lo soy. Manóaj le dijo: - Cuando se cumpla lo que dijiste, ¿qué se debe hacer y qué comportamiento deberemos tener con el muchacho? El ángel del Señor le respondió: - Se abstendrá de todo lo que dije a esta mujer: no comerá nada de lo que produce la vid, no beberá vino ni licor, ni probará nada impuro. Y ella cumplirá todo lo que le he mandado.

Entonces Manóaj dijo al ángel del Señor: - Deja que te retengamos y te preparemos un cabrito. Y el ángel del Señor respondió: - Aunque me espere no probaré vuestra comida, pero si quieres hacer un holocausto al Señor, hazlo. Manóaj no sabía que era un ángel del Señor. Y preguntó Manóaj al ángel del Señor: - ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te podamos honrar? A lo que le respondió: - ¿Por qué preguntas mi nombre que es misterioso?” (Jc 13, 2-19). Manóaj ofreció un cabrito como ofrenda en una roca; cuando la llama subía al cielo el ángel se elevó en esa llama. Manóaj y su mjer cayeron rostro en tierra. El ángel no se volvió a aparecer. Cuando Manóaj dijo a su mujer: “- Vamos a morir, pues hemos visto a Dios”, ella contestó que si el Señor hubiera querido que murieran no habría aceptado el holocausto y la ofrenda, ni habría informado de todas aquellas cosas.

“La mujer dio a luz un hijo y le puso el nombre de Sansón. El muchacho creció y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a inspirarle en el campamento de Dan entre Sorá y Estaol.” (Jc 13,24-25)

Apresado por los filisteos y arrancados sus ojos, cuando murió Sansón, tirando con fuerza de las columnas que sostenían la casa, los muertos que ocasionó fueron muchos más que los que había matado en vida. “Sus hermanos y toda su familia bajaron para llevárselo y subieron a sepultarlo entre Sorá y Estaol, en la tumba de Manóaj, su padre” (Jc 16, 31).

LA HOJA SEMANAL
(del 13 al 19 de agosto)

Lunes (13)

San Ponciano, papa, y san Hipólito, presbítero, y mártires (19ª TO)
Palabras: “Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres” (Mt 17,22)
Reflexión: Ellos se pusieron muy tristes
Propósito, durante el día: Considerar con Jesús, sus días entre nosotros. Aprender de Él

Martes (14)

San Maximiliano Kolbe, presbítero y mártir (19ª TO)
Palabras: “Si un hombre tiene cien ovejas y una se le pierde…” (Mt 18,12)
Reflexión: ¿no deja las noventa y nueve y va a buscar la perdida?
Propósito, durante el día: Confiar en la Misericordia divina

Miércoles (15)

La Asunción de la Virgen (Nª Sª de los Reyes)
Palabras: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc 1,42)
Reflexión: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Propósito, durante el día: Madre mía, no me dejes, de tu mano hasta el cielo

Jueves (16)

San Roque, peregrino (19ª TO)
Palabras: “Hasta setenta veces siete” (Mt 18,22)
Reflexión: Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?
Propósito, durante el día: Padrenuestro: Perdonar, pedir perdón, dar satisfacción

Viernes (17)

Santa Clara de Montefalco, virgen (19ª TO)
Palabras: “Pues lo que ha unido Dios, que no lo separe el hombre” (Mt 19,6)
Reflexión: Ya no son dos, sino una sola carne
Propósito, durante el día: Amar con el amor de Dios que nos ama a todos

Sábado (18)

San León, mártir (19ª TO)
Palabras: “Dejad que los niños se acerquen a mí” (Mt 19,14)
Reflexión: Le acercaron unos niños para les impusiera las manos y rezara por ellos
Propósito, durante el día: Madre, llévame a Jesús. Dile cosas buenas de mí

(la reflexión y el propósito los fija cada uno, claro)

Las lecturas del día 12, domingo (19º TO, ciclo B) nos animan a vivir en la confianza en Dios: “¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas” (1 R 19); “Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo nos amó” (Ef 4); “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre” (Jn 6). De Dios tomamos el ánimo y la recta intención. Dios es nuestro descanso. ¡Nos quiere tanto! ¡Nos cuida tanto! Al llegar al cielo nos dirá: “¡Al fin!”

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

- “Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: “La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado” (v. 29). Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consiste tanto en el “hacer” cosas, sino en el “creer” en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos.” (Angelus, 5 de agosto de 2018)

- “Pero todo nace de la incapacidad de confiar sobre todo en Dios, de poner en Él nuestras seguridades, de dejar que sea Él el que dé verdadera profundidad a los deseos de nuestro corazón. Esto permite sostener también la debilidad, la incertidumbre y la precariedad. La referencia a Dios nos hace fuertes en la debilidad, en la incertidumbre y también en la precariedad. Sin el primado de Dios se cae fácilmente en la idolatría y nos contentamos con míseras certezas. Pero esta es una tentación que nosotros leemos siempre en la Biblia. Y pensad bien esto: liberar al pueblo de Egipto no le costó tanto trabajo a Dios; lo hizo con señales de poder, de amor. Pero el gran trabajo de Dios fue quitar a Egipto del corazón del pueblo, es decir, quitar la idolatría del corazón del pueblo. Y todavía Dios continúa trabajando para quitarla de nuestros corazones. Este es el gran trabajo de Dios: quitar “aquel Egipto” que nosotros llevamos dentro, que es la fascinación de la idolatría.” (Audiencia general, 8 de agosto de 2018)

- 147. Finalmente, aunque parezca obvio, recordemos que la santidad está hecha de una apertura habitual a la trascendencia, que se expresa en la oración y en la adoración. El santo es una persona con espíritu orante, que necesita comunicarse con Dios. Es alguien que no soporta asfixiarse en la inmanencia cerrada de este mundo, y en medio de sus esfuerzos y entregas suspira por Dios, sale de sí en la alabanza y amplía sus límites en la contemplación del Señor. No creo en la santidad sin oración, aunque no se trate necesariamente de largos momentos o de sentimientos intensos.

148. San Juan de la Cruz recomendaba “procurar andar siempre en la presencia de Dios, sea real, imaginaria o unitiva, de acuerdo con lo que le permitan las obras que esté haciendo”. En el fondo, es el deseo de Dios que no puede dejar de manifestarse de alguna manera en medio de nuestra vida cotidiana: “Procure ser continuo en la oración, y en medio de los ejercicios corporales no la deje. Sea que coma, beba, hable con otros, o haga cualquier cosa, siempre ande deseando a Dios y apegando a él su corazón”.

149. No obstante, para que esto sea posible, también son necesarios algunos momentos solo para Dios, en soledad con él. Para santa Teresa de Ávila la oración es “tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”. Quisiera insistir que esto no es solo para pocos privilegiados, sino para todos, porque “todos tenemos necesidad de este silencio penetrado de presencia adorada”. La oración confiada es una reacción del corazón que se abre a Dios frente a frente, donde se hacen callar todos los rumores para escuchar la suave voz del Señor que resuena en el silencio.” (Exh. Ap. “Gaudete et exsultate”)

(12.08.18)

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